Ya hemos completado dos distritos de los 21 que tiene la ciudad de Madrid. Mientras el calor nos deje, vamos a seguir caminando por la ciudad y conociendo y fotografiando sus lugares más importantes. Vamos a adentrarnos en el distrito de Retiro o Distrito Tercero, situado al norte del distrito de Arganzuela y al este del distrito de Centro, del que le separa el Paseo del Prado; y dividido administrativamente en seis barrios, a saber: Pacífico, Adelfas, Estrella, Ibiza, Jerónimos y Niño Jesús.
El distrito de Retiro tiene, sobre todo, viviendas, aunque el espacio más grande que hay dentro de él es un parque, el de El Retiro, que da nombre al distrito.
Vamos a empezar nuestro recorrido por este distrito por el barrio de Pacífico, situado en la parte sur del distrito y pegado lado con lado al barrio de Atocha del distrito de Arganzuela. Empecemos por el principio, por el nombre del barrio. Este barrio recibe su nombre de la antigua calle del Pacífico que recorría el barrio por entero de noroeste a sureste. Esa calle recibe actualmente el nombre de Avenida de Ciudad de Barcelona, nombre que se le dio a la calle en la dictadura, cosa bastante curiosa, si tenemos en cuenta que el nombre de Pacífico hace referencia a expediciones de guerra realizadas por España precisamente en lugares de ese océano. A mí, particularmente, calle del Pacífico me resuena más a algo que le podría gustar al Franquismo que Avenida de la Ciudad de Barcelona.
Es un barrio con calles en forma de damero creado como cualquier zona de ensanche de cualquier ciudad y está habitado principalmente por gente joven de clase media. De hecho, es el barrio más densamente poblado de todo el distrito y el que tiene habitantes más jóvenes. Actualmente se encuentra delimitado por el Paseo de la Infanta Isabel, por el Paseo de la Reina Cristina, por la Plaza de Mariano de Cavia, por la Avenida del Mediterráneo y por la Plaza de Conde de Casal por el norte; por la calle del Doctor Esquerdo por el este; y por las vías del tren que llevan a la Estación de Atocha por el sur.
La zona que queda al norte de la Avenida de la Ciudad de Barcelona tiene una vocación marcadamente residencial mientras que la que queda al sur es visiblemente, -aunque ahora quizá menos-, terreno industrial. El barrio contaba con una población de casi 37 mil habitantes en 2006, por lo que, a falta de datos más actuales, y contando con datos históricos, podemos predecir que la población se mantiene más o menos en ese número.
Pero vamos ya con el recorrido que hicieron mis pies y que voy a compartir con vosotros. Comencé mi viaje, como siempre, en la Estación de Chamartín, tomando la Línea 1 de Metro hasta la Estación de Atocha. Allí caminé en dirección sureste por la Avenida de la Ciudad de Barcelona contemplando a través de los patios de los edificios que quedan a la derecha las vías y los tejadillos de la estación de Puerta de Atocha -creo que esa foto la puse en el capítulo anterior-, hasta llegar a la altura en la que el parquecillo triangular que queda al otro lado de la calle termina y da paso al Colegio Virgen de Atocha. En ese punto crucé la calle y me acerqué al parquecillo, que es el lugar donde estaba mi primer punto de visita: el Monumento al General Vara del Rey y los Héroes de Caney.
Se trata de un grupo escultórico que representa al general Vara del Rey y un grupo de soldados que murieron en la guerra de 1898 defendiendo el poblado cubano de Caney. Fue instalado en 1915 y es obra en bronce del escultor Julio González Pola. Pero si os parece, un poco de historia.
Nos situamos en el fuerte español de El Caney, en Cuba, como se ha dicho. Casi 7 mil soldados estadounidenses bien armados y apoyados por cañones atacaron la posición defendida por menos de 600 soldados españoles que no tenían la suerte de estar tan bien acompañados de armas. Los estadounidenses se encontraron una resistencia que jamás se hubieran esperado, no hubo rendición sino muerte después de una batalla de más de diez días.
Cruzando el camino peatonal que media entre el parquecillo triangular y el colegio se llega al Paseo de la Reina Cristina y no hace falta andar mucho para llegar a la altura del Panteón de Hombres Ilustres. Este panteón sigue la tradición creada en otros países democráticos pero es muy poco conocido y escasamente visitado. Su función es la de guardar y exhibir monumentos funerarios de hombres importantes en la política española de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Estamos hablando de hombres tales como Cánovas del Castillo, Eduardo Dato, José Canalejas, Mateo Sagasta, etc.
En general, podemos decir que es un museo de arte escultórico, ya que las piezas que podemos contemplar están realizadas en mármol por los mejores escultores de la historia de España como Mariano Benlliure, del que ya hemos comentado en este proyecto algunas de sus obras; o Arturo Mélida. El edificio en sí es grandioso, de techos altos y de estilo neobizantino y fue construido en la última década del siglo XIX en el solar de la antigua basílica de Nuestra Señora de Atocha. Su arquitecto fue Fernando Arbós, quien al principio pensó que la construcción sirviese de claustro a la nueva basílica de Atocha, aunque finalmente la nueva basílica se construyó veinte años después con un proyecto distinto y en una ubicación unos metros más alejada.
La entrada es gratuita de martes a sábado entre 10 h. y 14 h. y 16 h. y 18.30 h. y los domingos y festivos de 10 h. a 15 h. Yo no entré pero pienso visitar este compendio de escultura española en cuanto tenga la oportunidad.
Tras rodear el panteón por la calle de Julián Gayarre encontramos a nuestra izquierda la calle de Fuenterrabía y una de las esquinas de otro punto de interés: la Real Fábrica de Tapices. Estamos hablando de un lugar insigne y muy celebrado por la calidad de los tapices que a lo largo de varios siglos se han manufacturado ahí. Fue fundada en 1721 por Felipe V, copiando el modelo francés. La pretensión era implantar una industria patria que evitara tener que importar tapices flamencos para decorar los palacios españoles.
Para dirigir la Real Fabrica de Tapices, situada cerca de la Puerta de Santa Bárbara -y por ella también conocida como Casa de Santa Bárbara- se contó con los servicios de Jacobo Vandergoten, un flamenco de Amberes. Su hijo, del mismo nombre, estableció una segunda fábrica, llamada de Santa Isabel, que trabajaba con otro tipo de lienzos.
En 1882, reinando Alfonso XII, la sede de la Real Fábrica de Tapices abandonó su sitio junto al Portillo de Santa Bárbara y se mudó a un nuevo edificio en la zona del Olivar y Huerta del Convento de Atocha. Diez años después se unieron las dos fábricas bajo una sola con el patrocinio de la Casa Real y comenzó su periodo de mayor esplendor coincidiendo con la incorporación de nuevos pintores reales, entre los que destaca Francisco de Goya. Gracias a estos nuevos pintores el estilo de los tapices se desvincula del estilo flamenco de sus primeros días.
Durante el final del siglo XIX y el principio del siglo XX disminuyen los encargos de la Casa Real y aumentan los de casas privadas de buena posición, el gran tapiz va dando paso también a la alfombra. Con la República los encargos de la Casa Real, obviamente, se reducen a cero, si bien la fábrica se mantuvo con el nombre de Manufactura Nacional de Tapices y Alfombras. Tras la Guerra Civil y la dictadura de Franco la fábrica vuelve a tener el título de Real Fábrica en 1986 y diez años después se convierte en la Fundación Real Fábrica de Tapices, transformándose así en una entidad cultural cuyo cometido es transmitir los valores culturales de la propia fábrica.
La Real Fábrica de Tapices ha estado muchas veces a punto de ser cerrada por falta de encargos y de financiación y últimamente fue noticia por culpa Livinio Stuyck, descendiente de Jacobo Vandergoten, quien fue destituido como director de institución tras llevarla a la quiebra y posterior rescate en 1996 pero continuó viviendo en la Real Fábrica desde entonces con todos los gastos pagados hasta que el Ministerio de Cultura se dio cuenta, creo que el año pasado.
Volviendo a la calle de Julián Gayarre y caminando en dirección sur queda a nuestra derecha la Real Basílica de Nuestra Señora de Atocha, cuya entrada principal está en la esquina de esa calle con la Avenida de la Ciudad de Barcelona, a la que hemos vuelto en nuestro viaje hacia el sur. Estamos ante una de las seis basílicas que hay en Madrid, recordemos que las otras son la Basílica de Jesús de Medinaceli, la Basílica de San Francisco el Grande, la Basílica Pontificia de San Miguel, la Basílica Hispanoamericana de Nuestra Señora de la Merced y la Basílica de la Milagrosa.
La Real Basílica de Nuestra Señora de Atocha se sitúa sobre un antiguo convento de la Orden de Predicadores que, a su vez, albergaba una primitiva ermita-santuario que daba culto a la Virgen de Atocha, tradicional patrona de la realeza española. Hoy es también parroquia además de basílica y también convento gestionado por los dominicos.
Se tiene constancia de la existencia de una pequeña ermita de Atocha desde el año 1150. En el siglo XVI la ermita se encontraba en un estado de ruina casi total que obligó a reformarla para convertirla en un complejo de iglesia más convento.
En diciembre de 1808, con la entrada en Madrid de las tropas francesas, los religiosos fueron expulsados y el lugar quedó convertido en un cuartel. En el camino se produjeron atropellos, robos y destrucciones de muchas obras de arte. Tras la invasión los dominicos pudieron regresar al convento, pero sólo hasta 1834, año en el que se produjo su exclaustración. En 1863 el papa Pío IX le otorgó el rango de “basílica menor”, hecho que la convirtió en la primera basílica de este rango en la ciudad de Madrid.
En 1888, la reina regente María Cristina, viuda de Alfonso XII, ordenó la construcción de otro complejo y el derribo de los edificios dado el estado de deterioro en el que se encontraban. La idea era construir el nuevo complejo justo en el mismo lugar, pero sólo quedó construido lo que hoy es el Panteón de Hombres Ilustres, inspirado en el Camposanto de Pisa, por causa de problemas económicos. En 1924, dada la paralización de las obras, los dominicos se pusieron en marcha para poder restaurar el convento y la iglesia y los frailes pidieron auxilio a Alfonso XIII, que les concedió nuevos terrenos muy cercanos para que se pudieran proseguir las obras por cuenta de los propios frailes.
Al estallar la Guerra Civil el templo fue incendiado y todas las obras de arte que contenían se perdieron a excepción de la imagen de la Virgen de Atocha, que había sido ocultada en previsión. La inauguración oficial de la nueva iglesia se produjo en la Navidad de 1951.
Dejamos atrás la basílica y cruzamos la Avenida de la Ciudad de Barcelona para tomar la calle de Antonio de Nebrija y llegar a los terrenos donde actualmente está La Neomudejar, un centro artes de vanguardia y resistencia artística internacional, como así se define, situado en un antiguo almacén en las cercanías de la Estación de Atocha. Abrió sus puertas en 2013 cuando el videoartista Néstor Prieto y el cineasta Francisco Brives encontraron el lugar que estaban buscando durante mucho tiempo para el proyecto que tenían desde mucho tiempo atrás en sus cabezas.
El almacén de la Neomudéjar data de finales del siglo XIX, como muchos otros edificios de su entorno, y obviamente estaba destinado a usos del ferrocarril. Recibe su nombre del estilo arquitectónico en el que fue construido, el neomudéjar.
La calle de Téllez, tristemente famosa por los atentados del 11-M me lleva, en dirección sureste hasta la calle del Comercio, que tomé hacia el norte continuando después de cruzar de nuevo la Avenida de la Ciudad de Barcelona por la Avenida de Menéndez Pelayo, una de las calles más importantes de todo el distrito, ya que llega hasta la esquina noreste del Parque del Retiro, concretamente un poquito más allá, hasta encontrarse con la calle de Alcalá y confluir en su continuación natural, que es la calle del Príncipe de Vergara. Cuando llegamos de nuevo a la altura del Paseo de la Reina Cristina estamos en la Plaza de Mariano de Cavia.
Esta plaza de circulación circular, -valga la redundancia-, está situada en el punto donde se cruzan el Paseo de la Reina Cristina -que a partir de allí de llama Avenida del Mediterráneo – y la Avenida de Menéndez Pelayo. También sale de ella la calle de Cavanilles. Su primer nombre fue Glorieta de María Cristina, nombrada así por un cuartel cercano que recibía el mismo nombre. Su nombre actual es un homenaje a un ilustre cronista, periodista y literato, Mariano de Cavia (1855-1920), que murió en un sanatorio cercano. En el centro de la glorieta hay una fuente que se conoce como Fuente de las Gaviotas, obra del escultor Gerardo Martín Gallego, cuya característica más conocida es que las alas de las gaviotas se mueven cuando el agua fluye de la propia fuente.
La calle de Cavanilles primero y la de Narciso Serra después me condujeron a la calle de Valdearribas, que recorrí en sentido sureste. En esa calle hay dos puntos interesantes.
El primero es la Parroquia de Nuestra Señora de la Paz, de la que, por desgracia, no puedo decir mucho, salvo que presenta una gran fachada moderna, sin mucho adorno, franqueada a su izquierda por una alta y muy esbelta torre que llama bastante la atención. Dentro de lo que suelen ser las parroquias modernas, -que me suelen pasar desapercibidas-, tengo que reconocer que esta consiguió llamar mi atención.
El segundo es una antigua central eléctrica del Metro de Madrid que albergó los enormes motores diésel que suministraban energía eléctrica a la red de Metro, el llamado Andén 0 de Metro de Madrid. Estamos hablando de uno de los dos centros de interpretación del Metro de Madrid -el otro es la estación de Chamberí- que se pueden visitar para conocer más la historia y las infraestructuras históricas de este servicio suburbano de transporte.
Las primeras tres líneas de metro se construyeron antes del estallido de la Guerra Civil y después de la contienda comenzó la construcción de la Línea 4. Desde los albores del nacimiento del suburbano, el servicio necesitó, como cualquier otro servicio ferroviario, de edificios auxiliares que facilitaran la tarea de hacer funcionar el sistema. En los primeros años la energía eléctrica que necesitaba el metro fue suministrada por tres compañías: Hidroeléctrica Santillana, Unión Eléctrica Madrileña e Hidroeléctrica Española. La energía suministrada era sobre todo hidroeléctrica, teniendo el río Manzanares un papel esencial en la producción de esta electricidad. En los primeros años 20 se vio la necesidad de cambiar el modelo de producción de energía y se pensó en el autoabastecimiento, ya que la bajada del caudal del río en los años 1921 y 1922 produjo graves deficiencias en el suministro eléctrico.
Debido esto se construyó este edificio, destinado a la producción de electricidad a partir de combustible fósil. En noviembre de 1923 comenzaron a trabajar los tres gigantescos motores diésel que se instalaron en este lugar. La llamada Nave de Motores albergó estos motores, pero el complejo estaba formado por un total de cinco edificios diferentes: uno para la batería de acumuladores, otro más pequeño para albergar otros equipos eléctricos más modestos, otro para hacer las veces de oficina, taller y vivienda; y otro que estaba destinado a ser una vivienda unifamiliar para el responsable de todo el complejo.
A la hora de mi paso no estaba abierta la Nave de Motores, si lo hubiera estado tened por seguro de que tendríais aquí, ahora mismo, una foto de esos inmensos motores diésel. No obstante, en el futuro no dudéis que la tendréis.
La calle de Sánchez Barcaiztegui conduce hacia el sur, -una vez más-, a la Avenida de la Ciudad de Barcelona, y a esa altura encontramos una puerta no muy grande que marca la entrada a un lugar con varios edificios de los que tenemos que hablar. El primero de ellos es la Junta Municipal del Distrito de Retiro, el segundo el Museo de la Policía Municipal de Madrid, el tercero el Polideportivo Daoiz y Velarde, y el cuarto el centro cultural que recibe el mismo nombre.
En la pequeña puerta de entrada está escrita la palabra MAESTRANZA en referencia a que por aquella puerta se entraba al antiguo cuartel de la Maestranza de Artillería. El primer edificio de los que hemos mentado es también el más moderno, el de la Junta del Distrito de Retiro. Se trata de un edificio de carácter modular con aires nórdicos que consta de cuatro plantas y fachada a base de vidrio y lamas de pizarra atornilladas.
El Museo de la Policía Municipal de Madrid queda justo a la izquierda de la puerta de entrada. Es un edificio que pasa muy desapercibido pero por dentro la cosa cambia. Como podéis estar imaginando en este museo se hace un recorrido por la historia de la policía de Madrid, desde los alguaciles medievales hasta nuestros días.
La historia comienza en 1561, bajo el reinado de Felipe II, cuando se dictó el primer bando de Policía de la Villa. Cuarenta años después, reinando Felipe III, se publicaron los primeros reglamentos y normas de los servicios relativos a los llamados Alcaldes de Barrio. En el siglo XVIII, en época de Carlos III, se formó la Milicia Urbana, formado con personal que había resultado inválido en guerra. La Policía de Madrid, tal como la conocemos (o casi) se creó en 1850, al aprobarse el Reglamento Orgánico de la Guardia Municipal de Madrid.
El polideportivo Daoiz y Velarde se levanta desde 2003 sobre unos antiguos cuarteles del mismo nombre que fueron un punto caliente durante la Guerra Civil y que pasaron bastante tiempo abandonados. Cuando el polideportivo no estaba todavía terminado resultó muy útil durante la crisis que produjeron los atentados del 11-M, ya que allí se instaló un hospital de campaña para atender a numerosos heridos del tren que hizo explosión en las vías que circulan de forma paralela a la calle de Téllez.
Y frente a este polideportivo con tanta y, a la vez, tan poca historia termina nuestro recorrido fotográfico por el barrio de Pacífico.
El Centro Cultural Daoiz y Velarde fue rehabilitado en 2015 y acoge todo tipo de actividades de carácter cultural y social. Es bastante grande, casi 7 mil metros cuadrados, y contiene dos salas de teatro, una a la italiana y otra en cruz. El espacio era una nace industrial que formaba parte del antiguo cuartel de Daoiz y Velarde.
El barrio de Pacífico es nuestra primera aproximación al distrito de Retiro. Es un barrio que prolonga, de alguna manera, el entorno de la Estación de Atocha hacia el sureste y que conecta este importante punto de transporte con la popular barriada de Vallecas. El barrio está estructurado en torno a dos vías principales que lo recorren de noroeste a sureste: el Paseo de la Reina Cristina y la Avenida de la Ciudad de Barcelona. Para contrarrestar estas dos vías otras dos las cruzan en dirección norte-sur: la Avenida de Menéndez Pelayo y la calle del Doctor Esquerdo.
En el siguiente capítulo visitaremos el barrio de Adelfas que media entre Pacífico y la autopista M-30. Es un barrio no muy grande y con quizá menos puntos de interés, pero no por ello vamos a dejar de visitarlo. Además contiene la Plaza del Conde de Casal que tantas veces frecuento. ¡A ver si tengo la suerte de saber quién fue el tal Conde de Casal!
Todas las fotos del recorrido fotográfico por el barrio de Pacífico:
Todos los días una nueva foto en color del proyecto en Instagram. JMPhotographia en las redes sociales:
Me ha gustado mucho está muy bien explicado aunque faltan muchos detalles y explicaciones.
Felicidades.
Hola. Encuentro a faltar la chimenea que hay en la calle Juan de Urbieta, mas o menos en el nº 17. Aunque estuve viviendo de pequeño y de joven durante varios años en esta calle, no ha sido hasta que he vuelto ya de mayor que me viene la curiosidad de saber que fabricaban en este lugar.
Agradezco su explicación la cual me ha hecho recordar los años que estuve viviendo en Madrid.
Este es el barrio de mi niñez, infancia y adolescencia, mis recuerdos de él, por tanto, están llenos de vivencias nostálgicas que han aflorado leyendo esta breve descripción. Digo breve para lo que hubiera sido mi gusto, pero reconozco que da una visión bien explicada e ilustrada de algunos de sus más significativos rincones.
Muy interesante, aunque detecto un baile de nombres, y que el edificio que usted fotografía es la ‘Nave de Motores’ de Metro de Madrid.
El otro lugar histórico de Metro es el ‘Andén 0’, denominación actual de la antigua estación de Metro de Chamberí, abandonada hace tiempo y ahora museizada.