Venga, va… vamos para dentro. Metámonos dentro del famoso Parque del Retiro y veamos que cosas nos ofrece. Árboles ya sabemos que hay: vamos a ver qué más cosas nos encontramos.
Antes que nada, aportemos algunos datos de carácter general sobre el Parque del Retiro, aunque ya sabemos alguno: fue construido en la primera mitad del siglo XVII como parte del Palacio del Buen Retiro, del que ya hemos hablado alguna cosita en otros capítulos anteriores. Su primer uso como parque urbano hay que buscarlo en 1767, año en el que el rey Carlos III decide permitir la entrada al parque del público en general para que pudiera pasear por él y recrearse. En 1868 pasó a propiedad del Ayuntamiento de Madrid.
La fisonomía del parque cambió tras los daños que provocó la Guerra de la Independencia (1808-1814), ya que dejó de ser los jardines de un palacio para ser un parque de una ciudad. La forma actual del parque se pergeñó durante los siglos XIX y XX.
El Parque del Retiro (también llamado Parque del Buen Retiro) ocupa 118 hectáreas y se encuentra delimitado a norte, oeste, sur y este por las calles de Alcalá, O’Donnell, Menéndez Pelayo, del poeta Esteban Villegas y de Alfonso XII. Dentro del parque hay plantados más de 19 mil árboles de 167 especies distintas, algunos de ellos catalogados como árboles singulares. Dentro del recinto del parque hay numerosos conjuntos arquitectónicos, escultóricos y paisajísticos pertenecientes a los siglos XVII, XVIII, XIX, XX y XXI, entre los que, -aunque los vamos a tratar más pormenorizadamente-, debemos destacar el Estanque Grande con el Monumento a Alfonso XII, el Palacio de Cristal, el Parterre, el Real Observatorio Astronómico y varias fuentes y lugares emblemáticos.
El Parque del Retiro tiene 17 entradas y otras tantas puertas, siendo unas más monumentales y antiguas y otras más modernas y menos significadas. Las más importantes de ellas por estas razones son las de Felipe IV, la más antigua de las puertas monumentales del parque, construida en 1680, si bien no estuvo en origen en su emplazamiento actual; de la Independencia, de 1817, aunque trasladada al Retiro en 1885 y puesta enfrente de la Puerta de Alcalá; de España, de 1893, situada en la calle de Antonio Maura y por la que se accede directamente al Gran Estanque; de Madrid, de 1900, que da paso al Paseo de Fernán Núñez, el más largo de todo el parque; y de Hernani, de 1888, completamente metálica en origen y substituida en 1943 por otra más monumental.
Para quien tenga curiosidad, las otras puertas del Retiro reciben los siguientes nombres: Puerta del Ángel Caído, que es también la más moderna, pues se puso en 2001; Puerta de Murillo, que es una entrada menor; Puerta de Lagasca, que casi siempre o siempre está cerrada; Puerta de O’Donnell, en la esquina nororiental del parque; Puerta de la América Española, donde encontramos el escudo republicano, ya que se inauguró en 1932, bajo el imperio de la República; Puerta de la Reina Mercedes, por la que se accede al Monumento al General Martínez Campos primero y al Estanque Grande después; Puerta de Sáinz de Baranda, Puerta del Doce de Octubre; Puerta de Herrero Palacios, que es la más cercana al Palacio de Cristal; Puerta de Granada, que da acceso a la Rosaleda y a la Fuente del Ángel Caído; Puerta del Niño Jesús, situada frente a la plaza del mismo nombre; Puerta de Dante; y por último, Puerta de Mariano de Cavia.
Venga, vamos al lío…
Entré al Parque del Retiro por la Puerta de Granada, situada en la Avenida de Menéndez Pelayo, concretamente enfrente del número 67. La calle que se adentra en el parque tras haber cruzado el umbral de la Puerta de Granada recibe el nombre de Paseo de Uruguay. El primer punto de visita está muy cerca, a sólo unos pasos: los Jardines de Cecilio Rodríguez y el pabellón que los acompaña.
Nos encontramos dentro de una de las zonas mejor cuidadas y tratadas con más mimo. Estos jardines fueron creados por un hombre muy ligado al Parque del Retiro, el jardinero Cecilio Rodríguez (Valladolid, 1855 – Madrid, 1953), quien entró a trabajar como aprendiz de jardinero a los 8 años de edad y terminó siendo Jardinero Mayor del Retiro en 1914, y autor también de la Rosaleda que visitaremos después.
En cuanto accedemos a los jardines vemos su belleza y su gran cuidado y nos encontramos con los simpáticos pavos reales que están allí, casi como custodios de aquella belleza que nos regala Madrid y su parque. Los Jardines de Cecilio Rodríguez fueron terminados en 1941. En ellos encontraremos un monumento a su creador, pero hay muchos “monumentos” más: la fuente de las gaviotas, columnas, losetas ajedrezadas, cipreses, pinos piñoneros que sortean la gravedad, etc.
La Fuente de las Gaviotas fue donada por la Embajada de Noruega en 1962. En ella hay un total de siete gaviotas esculpidas por Jaime Fernández Pimentel, si bien tuvieron que cambiarse en 1999 al oxidarse en demasía el hierro en el que estaban esculpidas por otras de acero inoxidable, obra del mismo escultor. Las rocas que rodean la fuente preceden de La Pedriza, traídas por el arquitecto Manuel Herrero Palacios.
En los jardines hay un árbol singular muy importante, un arce plateado con un tronco de 4 metros de perímetro. Se trata de uno de los pocos ejemplares que hay en Madrid de esta especie muy frecuente en Canadá. Sin embargo, para los que no se dejan impresionar por los árboles y la botánica la parte más bonita y espectacular de los jardines será la zona central en la que hay cuatro estanques con surtidores y que están rodeados de cipreses cortados en redondo o en cuadrado. Cerca de esa parte central también hay bonitas pérgolas cuyas columnas están rodeadas por hiedra.
Antes de salir de los Jardines de Cecilio Rodríguez hablemos un poco del pabellón. Su uso suele ser el de celebración de actos municipales o de entidades gubernativas como Ministerios o Universidades. Hasta hace un tiempo también se celebraban bodas. Este edificio es, además, un lugar predilecto de los pavos reales que allí conviven, y allí gritan, gluglean, -o hacen glú glú-, y hacen lo suyo, pues eso, pavonearse.
Salgamos de los jardines, prosigamos. Lo siguiente que vamos a visitar es la Rosaleda, obra también, -como hemos ya dicho-, de Cecilio Rodríguez, pero antes vamos a hablar de la Feria del Libro, una feria que no estaba instalada cuando yo visité el parque pero que tuve la precaución de visitar el pasado junio, cuando se celebraba la 77ª edición.
La Feria del Libro se celebra en primavera en uno de los paseos del parque de Retiro, donde se instalan múltiples casetas que tienen una afluencia masiva. Todos los años hay un país invitado, y en 2018 ha sido Rumanía. El objetivo que persigue la Feria del Libro es promocionar la lectura y dinamizar el sector editorial nacional mostrando sus novedades, tanto en lo que respecta a libros y otras publicaciones como al mercado de las propias empresas editoriales.
Una de las características más admiradas y aprovechadas de la feria es la posibilidad que tienen los lectores de acercarse a los escritores, charlar con ellos, hacerles preguntas, pedirles autógrafos y hacerse fotografías con ellos. Por lo general, las editoriales ofrece sus productos con descuento, que suele rondar el 10%.
Aunque la parte más visible de la Feria del Libro son sus casetas, también se realiza en otros emplazamientos en forma de otro tipo de actividades, como presentaciones oficiales de libros, lecturas comentadas, encuentros literarios, talleres creativos para niños, etc. También suele instalarse una exposición de fotografía de naturaleza.
La Feria del Libro se instaló por primera vez en el paseo de coches del Retiro en 1967, aunque antes se realizaba, desde 1933, en el Paseo de Recoletos.
Ahora si, tras este inciso o excurso, continuemos nuestro paseo por el parque. La Rosaleda o Jardines de la Rosaleda fueron creados en 1915 y su concepción estuvo inspirada en los trabajos realizados por el paisajista francés Jean-Claude Nicolás Forestier como los realizados en el Parque de María Luisa de Sevilla.
La Rosaleda tiene forma ovalada y se configura en un espacio muy claramente delimitado con trazados de formas simétricas y trufado por numerosas pérgolas llenas de distintos tipos de rosas, las flores favoritas de Cecilio Rodríguez. En su origen, hubo en el lugar una estufa donada por el Marqués de Salamanca donde se creó un pequeño invernadero para plantas exóticas que fue respetado por Cecilio Rodríguez, pero tras la Guerra Civil y la total destrucción de la Rosaleda tras la contienda, aquella estufa desapareció. En 1941 se plantaron un número cercano a 4 mil rosales, si bien con el paso del tiempo esa cantidad ha aumentado considerablemente.
En el espacio de la Rosaleda hay dos fuentes, -una al norte y otra al sur- que proceden del Palacio del Marqués de Salamanca, lugar donde aún se conserva una tercera que formaba parte de un conjunto. En el norte encontramos la Fuente del Amorcillo o de Cupido, y en el sur la Fuente del Faunito o del Fauno. Entre las dos hay un estanque central, que ocupa el lugar en el que estaba colocada la estufa donada por el Marqués de Salamanca. El estanque tiene forma de cruz, aunque con brazos desiguales, y en su centro hay un pequeño surtidor sin decoración alguna. En algún momento hubo plantados en este estanque árboles acuáticos, hecho que delatan unos bloques de piedra a modo de receptáculos de formas cuadradas y circulares.
Tras atravesar la Rosaleda de oeste a este llegamos en seguida al lugar donde está emplazada la Fuente del Ángel Caído. Esta fuente es quizá la más conocida de todo el parque, ya que se encuentra en una localización estratégica que suele usarse como punto de encuentro, justo donde se encuentran la Avenida de Fernán Núñez y los Paseo de Cuba y de Uruguay. Como su nombre indica, esta fuente contiene una representación del Diablo, de hecho, una de las pocas representaciones del mismo.
A lo largo de la historia hubo en este emplazamiento diferentes construcciones. La primera de la que se tiene noticia fue la Ermita de San Antonio Abad, que dataría del siglo XVI y que fue posteriormente substituida en tiempos de Carlos III al instalarse allí la Fábrica de Porcelanas del Buen Retiro. Esta fábrica fue destruida, -como tantas otras cosas-, durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), y ocupó el lugar una fuente que, según parece, no gustaba a nadie, y que fue substituida por la Fuente del Ángel Caído.
El principal atractivo de la fuente es la estatua de Lucifer, en bronce, obra de Ricardo Bellver y Bellver (1845-1924). El pedestal es obra de Francisco Jareño y Alarcón (1818-1892), quien diseñó una pirámide truncada de planta ochavada en ladrillo sobre base de granito. En el pedestal se alternan dos tipos de carátulas del demonio del que salen pequeños surtidores.
Caminando en dirección este por la Avenida de Fernán Nuñez encontramos a la izquierda la Noria de Agua y el llamado Huerto del Francés, por haber acampado en ese lugar las tropas de Napoleón durante la Guerra de la Independencia. La noria proporcionaba agua a la fábrica de Porcelana que hubo en el lugar donde ahora está la Fuente del Ángel Caído, como acabamos de comentar. Estamos hablando del período que va desde 1759 a 1808. Esta noria no fue la única que se construyó en el parque, ya que la necesidad de agua para el riego o el mantenimiento de rías y estanques fue siempre bastante grande. Estas norias funcionaron hasta 1858, y se las denominaba “de sangre” o “de tiro” para hacer referencia a la necesidad de la presencia de uno o dos animales para poder funcionar.
La noria que podemos ver no es la original, sino una reconstrucción fiel de la que había y funcionaba junto con todo un sistema hidráulico que destaparon trabajos arqueológicos realizados en la zona.
Cerca de esta zona, más al sur, hay dos lugares que no pude visitar por estar cerrados o por necesitar cita previa para la visita. Estoy hablando del llamado Huerto del Retiro y del Real Observatorio Astronómico, un lugar éste último que pretendo visitar en el futuro.
El Huerto del Retiro es un espacio donde se desarrollan programas de educación ambiental sobre jardinería ecológica y agricultura, así como el conocimiento de valores naturales, sociales y culturales del Parque del Retiro. El Huerto del Retiro está formado por diferentes parcelas llamado huertos: el huerto ciudadano, el huerto familiar, el huerto escolar, el huerto del Instituto de Adicciones, el Huerto-laboratorio, etc.
El Real Observatorio Astronómico está construido en el llamado Cerro de San Blas, lugar donde hace tiempo se levantó una ermita dedicada a San Blas. El edificio que alberga el Real Observatorio Astronómico de Madrid fue diseñado por Juan de Villanueva y comenzó su construcción en 1790. El telescopio que hay en su interior se encargó al célebre astrónomo William Herschel, descubridor de Urano. Al no existir tradición astronómica en España, los primeros científicos de la institución tuvieron que realizar un aprendizaje en diversos países europeos.
El conocimiento de la astronomía era importante para una nación como la española por su aplicación al arte de la navegación, que pretendía, con este impulso, convertirse en la ciencia de la navegación. De nuevo las tropas de Napoleón, como en tantos otros casos, destruyeron el observatorio y el telescopio de Herschel y buena parte de los instrumentos que allí había.
Caminando por las sendas que aparecieron ante mí, caminé en dirección norte buscando el llamado Bosque del Recuerdo, pero para llegar a este lugar hay que pasar por un pequeño estanque rodeado de hierba y de árboles que es bastante bonito y tranquilo. En realidad, este estanque tiene una continuación en forma de ría que se alarga un poco en dirección oeste justo al sur del mencionado Bosque del Recuerdo y del Centro Deportivo Municipal de La Chopera.
El Bosque del Recuerdo, que antes recibía el nombre de Bosque de los Ausentes, se concibe como un monumento que sirve de homenaje a las 191 víctimas mortales de los atentados del 11 de marzo de 2004 así como al agente de las fuerzas especiales muerto en el suicidio de los siete terroristas en Leganés. Como suele acontecer en este tipo de monumentos conmemorativos y simbólico el Bosque del Recuerdo consta de 192 árboles (22 olivos y 170 cipreses) que recuerdan a los 192 asesinados.
En un primer lugar estuvo instalado en Atocha y se aprovechó para dar lustre al recorrido del coche nupcial en la boda del rey Felipe VI -que entonces era príncipe de Asturias-, pero el Ayuntamiento decidió que el Retiro sería una mejor ubicación. El 11 de marzo de 2005, primer aniversario de los atentados, fue inaugurado el monumento con la presencia de los reyes Cuando Carlos I y Sofía.
Terminamos aquí la primera parte del recorrido por dentro del Parque del Retiro. Habrá otras dos más. Como hemos visto hasta ahora, en Retiro es mucho más que árboles, y desde luego no es un parque como cualquier otro, pero eso ya lo sabemos todos, ¿verdad? Lo cierto es que Madrid no se entendería sin un parque como el Retiro.
En el siguiente capítulo visitaremos el Palacio de Cristal, también el de Velázquez, los monumentos a Ramón y Cajal y al General Martínez Campos y la esquina noreste del parque, con la Casita del Pescador y la Montaña Artificial del Retiro.
Todas las fotos de la tercera parte del recorrido fotográfico por el barrio de los Jerónimos:
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