Venga, hablemos del barrio de Goya. En esta ocasión no hará falta ni será necesario dividir el material en dos partes, pues tenemos muchísimo menos contenido del que hablar que el que tuvimos y desgranamos en los dos anteriores capítulos de “Conociendo mi ciudad”. El barrio de Goya es un rectángulo casi cuadrado perfecto, por lo que sus límites son cuatro lados completamente rectos. Los límites del barrio son, por el norte la calle de Don Ramón de la Cruz; por el oeste las calles del Príncipe de Vergara y un pequeño trocito de su continuación, la calle de Menéndez Pelayo; por el sur la calle de O’Donnell; y por el este la calle del Doctor Esquerdo.
El barrio de Goya es una tableta de chocolate, con sus manzanas cuadradas, atravesado diagonalmente por la calle de Alcalá. Algunas calles y callejones rompen la armonía general apareciendo donde nadie se espera, como por ejemplo la calle de las Naciones, la calle de Espartinas, la de Povedilla o la del Jardín de San Federico. Podríamos decir que las calles del barrio de Goya son el hogar natural de las tiendas de todo tipo y también un poco el hogar del gusto y del estilo.
El barrio toma su nombre de la calle de Goya que, justo en medio del barrio, lo atraviesa horizontalmente. La calle de Goya, a su vez, se encuentra atravesada por varias calles donde se encuentran todas las marcas de lujo que uno se pueda imaginar. También hay multitud de bares, restaurantes y cafeterías de todo tipo de precio, aunque quizá un poco más elevado que en otros distritos. La densidad de población duplica con creces la del barrio de Recoletos, ya que en una superficie similar, -realmente un poco más pequeña-, hay más espacio para viviendas. En el barrio de Goya viven casi 30 mil personas, casi el doble de población que tiene el barrio de Recoletos.
Pero venga, si os parece, empezamos…
Habíamos terminado el barrio de Recoletos en el Colegio de Nuestra Señora del Pilar. Recojamos ese final y continuemos desde ahí. Justo enfrente del Colegio de Pilar, oh sorpresa, hay otro pedazo de colegio. Si, justo en frente, cruzando la calle del Príncipe de Vergara. Este colegio se llama Colegio de Nuestra Señora de Loreto y es importante que no lo confundamos con el Real Colegio de Nuestra Señora de Loreto, que fue fundado en tiempos de Felipe II, -concretamente en 1585-, y que estuvo en Atocha primero y en la calle de O’Donnell más tarde, donde aún está, y del que hablaremos más tarde, para finalizar este capítulo.
El Colegio de Nuestra Señora de Loreto situado en la calle del Príncipe de Vergara pertenece a la Congregación de la Sagrada Familia de Burdeos, una congregación religiosa fundada por el sacerdote Pedro Bienvenido Noailles en 1820. En noviembre de 1843 llegaron a Madrid las religiosas de esta congregación y sólo un año después abrieron en la ciudad el primer Colegio de Nuestra Señora de Loreto en una casa de la calle del Barquillo.
No trascurrieron muchos meses hasta que el aumento de alumnas motivara la necesidad de trasladar el colegio a otro lugar, concretamente al Palacio de la Duquesa de Medinaceli, en la calle de Las Cortes. Tras ello, el colegio siguió creciendo y ocupó dos casas en el Paseo del Prado, lugar en el que permaneció el colegio durante casi veinte años, hasta 1891. En ese año el colegio se mudó al edificio actual de la calle del Príncipe de Vergara, que se convirtió en un internado para señoritas.
Hoy es un colegio religioso con casi 1.300 alumnos desde los 2 años hasta el último año anterior a la entrada en la Universidad.
Nuestro siguiente punto de interés es la Plaza de Manuel Becerra, pero para llegar allí caminamos primero hacia el sur por la calle del General Pardiñas hasta llegar a la calle de Hermosilla, luego por la calle de Hermosilla hacia el este hasta la calle de Alcántara; luego por la calle de Alcántara hacia el norte hasta la calle de Goya; luego por la calle de Goya hacia el este hasta la calle del Príncipe de Asturias; luego por la calle del Príncipe de Asturias de nuevo hacia el norte hasta la calle de Don Ramón de la Cruz, el límite norte del barrio; y de allí por la calle de Don Ramón de la Cruz hacia el este llegando ya, por fin, finalmente, a la Plaza de Manuel Becerra.
La mayoría de las calles del barrio de Goya, -exceptuando las calles de Príncipe de Vergara, de O’Donnell, del Doctor Esquerdo, que contornean el barrio y del Conde de Peñalver, que son más anchas-, son calles de un único carril y una única dirección, rodeadas de edificios de alturas medias y alguno de más de cuatro pisos. Las calles están llenas de coches estacionados, -y la verdad, cuesta bastante aparcar a según qué horas-, y de árboles.
Esta plaza, que en realidad es, como muchas otras plazas de España una rotonda, -puesto que la propia plaza está ocupada por una glorieta de circulación giratoria-, está situada en el lugar en el que se encuentran dos grandes calles, la de Francisco Silvela y la del Doctor Esquerdo. Además está atravesada por la calle de Alcalá y otra calle de menor entidad, -la del Doctor Gómez Ulla-, también tiene su participación en la confluencia. Pero la cosa no acaba ahí, en la Plaza de Manuel Becerra confluyen cuatro barrios diferentes: Lista, Goya, Fuente del Berro y La Guindalera.
La plaza lleva el nombre de Manuel Becerra desde 1905 por acuerdo municipal en honor a un político que fue diputado y ministro de ultramar y de Fomento en diferentes períodos entre 1868 y 1894 y que había fallecido en 1896. En el momento de su creación, esta plaza estaba aislada, en las afueras del proyectado ensanche de Madrid y rodeada de campos y huertas. En aquellos tiempos el lugar recibía el nombre de Plaza o Glorieta de la Alegría, y se dice que este nombre era una especie de eufemismo o gracia que se traían los madrileños que iban al cementerio de la Almudena, que por aquel entonces recibía el nombre de Cementerio del Este. En ese lugar había una venta en la que se detenían aquellos que iban al cementerio y esa era la alegría que sentían antes de ir al cementerio.
El Obelisco de la Fuente Castellana, de la que ya hablamos en este capítulo, fue instalado en el centro de la plaza, entonces ajardinada, en 1914, y permaneció allí hasta 1969, año en el que la fuente se desmontó con motivo de las obras que se produjeron en la plaza para construir el paso subterráneo con el que hoy en día los coches pueden evitar la plaza, pasando de la calle de Francisco Silvela o la calle del Doctor Esquerdo y, obviamente, viceversa.
Antes de esas obras, no obstante, en 1961, el ayuntamiento decidió cambiar el nombre de la plaza y se le otorgó el nombre de la Plaza de Roma. Si recuerdas cuando esta plaza se llamaba así, es que ya tienes unos años. El nombre de Manuel Becerra fue recuperado posteriormente, en 1980.
Una vez visitada la Plaza de Manuel Becerra continuamos nuestro camino por la calle de Alcalá en sentido oeste, y también hacia la Puerta del Sol, aunque ésta quede más bien algo lejos de allí. Caminar por la calle de Alcalá debe hacerse, por lo menos en los tramos más céntricos, mirando más hacia arriba que hacia cualquier otro lado. Según avanzamos impulsados por nuestros pies vamos a asistir al encuentro de la calle de Alcalá con otras calles que la cruzan de lado a lado y que en buena medida hemos recorrido en la primera parte de este mismo capítulo.
La primera calle que nos encontramos es Ayala, a continuación viene Hermosilla, reconocible por el pequeño jardín que completa el escaso trocito de manzana que queda tras cortar la propia calle de Alcalá el cuadrado que forman las calles de Alcántara, de Goya, de Lombia y de Hermosilla; la tercera es Goya, que reconocemos perfectamente por el busto del pintor que hay allí instalado, enfrente de El Corte Inglés. Toda esta zona de la calle de Alcalá está repleta de tiendas que presentan precios no aptos para todos los bolsillos, algo que cambia cuando uno camina hacia el exterior pasando la Plaza de Manuel Becerra.
Cuando pasamos El Corte Inglés, y giramos a la izquerda, nos metemos de lleno en un espacio muy madrileño que tiene dos nombres. Estamos hablando de una plaza que tiene un nombre de plaza pero a la vez tiene un nombre de Avenida. Como plaza se llama Plaza de Dalí, como avenida se llama Avenida de Felipe II.
La Plaza de Dalí se creó en 1985 cuando el ayuntamiento decidió peatonalizar la parte final de la Avenida de Felipe II. El por entonces alcalde de Madrid Enrique Tierno Galván quiso que el artista catalán creara una obra para la plaza. En el verano de ese año comenzaron las conversaciones en Figueras y así comenzó a fraguarse el monumento principal que hay en la plaza que se llama “El Dolmen de Dalí”. A finales de año se firmó un acuerdo entre el artista y el ayuntamiento por el cual la propia plaza tomaría el nombre de Salvador Dalí.
El Dolmen de Dalí consiste en un grupo que forman dos elementos bien distintos: por un lado un dolmen de piedra con tres grandes (y altos) pilares sobre los que descansa una enorme piedra y, por otro, una escultura muy daliniana que representa a una figura masculina, hecha en bronce y asentada sobre un pedestal de granito negro con una letra a cada lado del mismo formando la palabra GALA. El dolmen mide más de 13 metros (concretamente 13 metros y 13 centímetros por exigencia de Dalí) y sus tres pilares de granito presentan elementos tallados creando estrías horizontales. La roca superior es natural.
La escultura, por su parte, es una réplica de una obra que se puede ver en el Museo de Figueras y que Dalí realizó en 1969 y que lleva por título “Homenaje a Newton”. La estatua representa a un hombre que sostiene un péndulo esférico, y esto parece un claro homenaje a la formulación de la Ley de la Gravedad. La particularidad y la peculiaridad de la obra, y lo que la hace digna de Dalí, es la hechura de las formas, ya que la figura humana se encuentra fragmentada en algunos sitios y contiene cavidades que crean espacios huecos dentro del propio cuerpo humano que son llenados de alguna forma por otra esfera que se establece, como casi toda esfera, en símbolo de la perfección.
En la plaza hay otras esculturas menos significadas pero que no pasan desapercibidas. Hay una vid u olivo, -la verdad es que no lo sé-, de bronce que, supuestamente debía de ser una fuente. También hay una escultura o grupo escultórico que representa un montón de libros tirados en una especie de rampa. Y por aquí y por allá hay losas esculpidas con diferentes motivos.
Al fondo de la plaza aparece en hoy Wizink Center, para nosotros Palacio de los Deportes, que es un nombre que será más duradero en el tiempo que un nombre basado en la razón de un patrocinio empresarial. El Palacio de los Deportes de hoy es un pabellón multiusos que goza de una gran versatilidad para hacer todo tipo de espectáculos, desde el meramente deportivo para el que fue construido hasta mítines políticos pasando por conciertos, fiestas especiales o prácticamente cualquier evento que podamos imaginar.
Dependiendo de la actividad a realizar, tiene un aforo distinto: casi 14 mil para encuentros de baloncesto, unos 10 mil para competiciones de atletismo hasta casi 18 mil para los conciertos si se sitúa el escenario en el centro de la pista, etc. Como pabellón de baloncesto es el escenario habitual donde juegan sus partidos como locales el Real Madrid y el Club Baloncesto Estudiantes.
Como ya dijimos al hablar de la Plaza de Manuel Becerra, la zona en la que se encuentra hoy el Palacio de los Deportes estaba ocupada por campos y huertas a finales del siglo XIX. Parece que el lugar siempre ha estado destinado a espectáculos, ya que el primer edificio que es construyó en ese lugar fue una plaza de toros que se construyó desde 1872 y hasta 1874. Esta nueva plaza de toros venía a substituir una más antigua que estaba ubicada en la Puerta de Alcalá, y fue a su vez substituida por la actual Plaza de las Ventas cuando el aforo se quedó pequeño. La Plaza ubicada en la calle de Goya fue finalmente derribada cuando la de Ventas pudo sostener las corridas de toros.
Hubo que esperar mucho, hasta 1952, para que el solar que estaba vacío se usara para construir un pabellón deportivo, el primer Palacio de los Deportes, que fue promovido por el entonces alcalde José María Gutiérrez del Castillo. Este edificio era circular, con 115 metros de diámetro, construido con hormigón armado y dotado de una cubierta metálica. Fue inaugurado en 1960 y en él se desarrollaron durante 25 años pruebas deportivas diversas, ciclismo, baloncesto, balonmano, boxeo, atletismo, hockey, etc.
Tras la reforma integral del edificio que se produjo en 1985, al trasferirse la titularidad del mismo desde el ayuntamiento a la Comunidad de Madrid, nace lo que podríamos llamar el segundo Palacio de los Deportes, aunque realmente fue el primero, al menos por nombre, ya que fue, desde esta remodelación, cuando el nombre de Palacio de los Deportes se hizo oficial para denominar a este edificio. Este edificio tuvo un final abrupto e inesperado, -y muchos lo recordaréis-, cuando sufrió un incendio que lo dejó inservible para cualquier cosa.
Tras la catástrofe, la Comunidad de Madrid decidió reconstruirlo, o mejor dicho construirlo de nuevo, en el mismo emplazamiento. Su construcción duró entre 2002 y 2005 bajo el proyecto de los arquitectos Enrique Hermoso y Paloma Huidobro, aprovechando elementos que habían podido salvarse del anterior recinto como la fachada que da a la Plaza de Dalí. Desde el año 2014 el edificio ha tenido dos nombres por razones de patrocinio: Barclaycard Center y el actual Wizink Center.
Saliendo de la Plaza de Dalí por la derecha llegamos a la calle de Jorge Juan, justo en el punto en el que se unen las calles de Lombia y Máiquez. Justo ahí se levanta un edificio muy grande y alargado que tiene y ha tenido una gran importancia a nivel nacional. Es la fábrica del dinero, oficialmente Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Este edificio ocupa un solar alargado rodeado por las calles de Jorge Juan y del Duque de Sexto por el norte y por el sur; de Máiquez por el oeste; y del Doctor Esquerdo por el este.
La Fábrica Nacional de Moneda y Timbre tiene su origen en 1893 cuando la Casa de la Moneda y la Fábrica del Sello se unen en una misma institución. Estas dos entidades eran anteriormente a esa fecha regidas por dos administraciones distintas y eran, a todos los efectos, independientes, aunque compartían la misma sede en un edificio en Colón, -edificado justo donde ahora están los Jardines del Descubrimiento que vimos en el capítulo anterior-, desde más de treinta años antes.
No hace falta ser muy listo o espabilado para saber que esta empresa pública es la encargada de la fabricación de monedas, billetes y sellos como objetos principales, pero también otro material “oficial” como timbres, documentos oficiales y presta servicios de certificación, actuando en las ciudades de Madrid y Burgos. Lleva fabricando billetes de curso legal y papel de seguridad desde 1940 en el primer caso, y desde 1952 en el segundo. Desde finales de los años 70 también es la encargada de la fabricación de cartones de bingo y billetes de lotería. Desde los noventa, gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías y de internet, también desarrolló tarjetas inteligentes y realiza certificados electrónicos.
En el mismo edificio, aunque se accede desde la fachada que da a la calle del Doctor Esquerdo, se encuentra el Museo Casa de la Moneda y la Fundación Casa de la Moneda, entidades ambas que se dedican a la divulgación cultural. El museo contiene la mayor colección de sellos de España y una de las más importantes de Europa, colección que fue iniciada por Tomás Francisco Prieto en el siglo XVIII con sus grabados, dibujos, libros, monedas y medallas. Carlos III adquirió todo este material y lo amplió con más adquisiciones y donaciones. El museo tiene salas de exposición dedicadas a las medallas, a la lotería, a la filatelia, al papel sellado, maquinaria de acuñación y maquinaria de verificación de billetes.
Y ya terminamos con este barrio de Goya con nuestro último punto de interés. El segundo Colegio de Loreto de este capítulo: el Real Colegio de Nuestra Señora de Loreto. Ya hemos dicho por allí arriba que este colegio fue fundado en los tiempos del reinado de Felipe II, por lo que un poco antiguo sí que es.
El origen de este colegio está en el Convento de Nuestra Señora de Loreto, construido para amparo de las niñas huérfanas a finales del siglo XVI. Su primer emplazamiento estuvo en Antón Martín, en esos momentos justo donde Madrid terminaba. El convento fue acrecentando su tamaño con la compra de casas vecinas y bajo la supervisión del famoso arquitecto Juan Gómez de Mora. Por aquellos tiempos el convento ya era también un centro de instrucción, por lo que se le puede llamar también colegio sin temor alguno.
El Real Colegio permaneció en esa ubicación hasta 1882, año en el que se comenzó a derribar el conjunto de convento-colegio e iglesia adyacente. Como curiosidad y hecho remarcable, aunque luctuoso, en el solar que dejó el colegio se construyeron unos pisos en los que, muchos años después, en 1977, murieron asesinados los famosos Abogados de Atocha. El colegio fue trasladado a su actual emplazamiento, en la calle de O’Donnell, es decir, a una nueva zona en los límites de lo que era entonces Madrid. De nuevo en el extrarradio.
El proyecto del nuevo edificio, que también incluía colegio e iglesia, se encomendó al Arquitecto Mayor de Palacio, de nombre José Segundo de Lema, que fue ayudado por Enrique Repullés Segarra. La construcción comenzó en 1894, siendo regente María Cristina.
El edificio del colegio presenta una sobria fachada de ladrillo y está construido, -al igual que la iglesia aneja-, en el famoso estilo mudéjar que podemos ver en varias construcciones de la ciudad como las naves del Matadero. Hoy el colegio es un centro concertado y religioso con más de 800 alumnos.
Hasta aquí llega el barrio de Goya de Madrid. Ha sido un bonito paseo por calles estrechas y rectas que hoy forman el corazón de Madrid a pesar de que, cuando fueron planificadas y creadas, no representaban sino nuevas zonas periféricas. Hoy no se entiende la ciudad sin ellas, sin sus tiendas, sin sus árboles e, incluso, sin los minutos y a veces horas que tardamos en aparcar cuando tenemos que llevarnos el coche por allí. La Plaza de Dalí es, a título personal, uno de esos rincones de Madrid que me gustan especialmente. ¿A vosotros no?
En el siguiente capítulo, -que presumo tardará algo en el llegar, ya que salgo de viaje y estaré fuera de España buena parte de mayo-, visitaremos el siguiente barrio de este distrito de Salamanca: Fuente del Berro. Visitaremos Torrespaña y el Parque de la Quinta del Berro, que da nombre al barrio. Terminaremos en Ventas, en el puente sobre la M-30, frente a la plaza de toros. ¡¡HASTA LA VISTA!!
Todas las fotos del recorrido fotográfico por el barrio de Goya:
Todos los días una nueva foto en color del proyecto en Instagram. JMPhotographia en las redes sociales: