Pues ya está aquí, tras casi dos meses de espera, el último de los seis barrios que tiene el distrito de Salamanca: Castellana. Este barrio debe su nombre, como muchos ya habréis adivinado, al Paseo de la Castellana, una de las vías más conocidas de Madrid.
El barrio tiene casi forma rectangular, y si no la tiene hay que achacárselo a la sinuosidad de la Castellana a esa altura. Está limitado al norte por la calle de María de Molina; al este por la calle del Príncipe de Vergara; al sur por la calle de Don Ramón de la Cruz; y finalmente al oeste por… efectivamente, por el Paseo de la Castellana.
Ya hemos mencionado en otros capítulos que el barrio de Castellana es uno de los más exclusivos de Madrid en lo que al precio de la vivienda se refiere. Justo en los límites de este barrio el Paseo de la Castellana presenta sus edificios más nobles, destacando palacetes, edificios singulares y algún que otro hotel muy significativo del que hablaremos más abajo.
El barrio de Castellana es, básicamente y a ojos de cualquier observador, un barrio residencial constituido a finales del siglo XIX y caracterizado por el alto poder adquisitivo de sus moradores y por la belleza de sus fachadas, de porte señorial y llamativa arte arquitectónica. Donde hay habitantes así, suelen proliferar también restaurantes buenos, galerías de arte y tiendas creadas adhoc para satisfacer los gustos más exquisitos.
Sus calles son rectilíneas y hacen honor al damero que intentó y consiguió ser el distrito de Salamanca, y están limpias y libres de cualquier sensación de agobio o estrés, y uno jamás se siente encajonado o asediado por el tráfico rodado. Hay gran cantidad de árboles y zonas ajardinadas, y claro, también muchísimos escaparates y cosas que mirar, aunque sean las ventanas de las agencias inmobiliarias con carteles de casas que muchos nunca vamos a tener. En definitiva, el barrio de Castellana puede ser o quizá aspirar a ser, con mucha razón, uno de los mejores barrios de la capital, un sitio cómodo, con servicios de todo tipo, limpio y seguro, y en el que hay mucho que ver y mirar. Pero venga, comencemos ya.
Estamos en la esquina de las calles de Príncipe de Vergara y de Juan Bravo, que es el lugar en el que habíamos terminado nuestro anterior recorrido por el barrio de Lista. Caminando hacia el oeste por la calle de Juan Bravo y girando a la izquierda por la calle de Castelló, queda a nuestra izquierda el Hospital de Nuestra Señora del Rosario. Este sanatorio nació al unirse Francisco Méndez, capellán del Rey Alfonso XII y miembro de la Orden de Caballeros Hospitalarios, y la Congregación de Hermanas de la Caridad de Santa Ana.
Hacia 1930 el modesto centro de acogida creado en una casa en la calle de Castelló ya se había quedado pequeño, dado que el tamaño de la institución ya había pasado de centro de acogida a clínica. En 1958 se inauguró un pabellón destinado a Maternidad, un edificio de 6 pisos con 52 habitaciones. En 1971 se establece una nueva comunidad para la Maternidad, y después, en 1972, una tercera comunidad de hermanas para atender la Maternidad. Ese mismo año se fundó una Escuela de A.T.S. con 60 alumnas de primer curso que tuvo que cesar su actividad en 1980 al no reunir los requisitos exigidos por una nueva ley. El Sanatorio del Rosario tiene más de 100 años de existencia y lejos de haberse quedado obsoleto, es un centro puntero y de los más prestigiosos en asistencia sanitaria.
Continuando hacia el sur por la calle de Castelló, y pasando la calle de Padilla, nos topamos con la Fundación Juan March. Esta fundación fue creada en 1955 por el financiero español Juan March Ordinas, también fundador de la Banca March. Se trata de una entidad cultural y benéfica de carácter privado que tiene como objetivos la promoción del arte, el fomento de la investigación y el intercambio cultural, para lo que cuenta con un generoso programa de becas y el Instituto de Estudios e Investigaciones, fundado en 1986.
El edificio que sirve de sede a la Fundación Juan March fue inaugurado en 1975. Contiene una sala de exposiciones, dos salones de actos, una biblioteca (concretamente la biblioteca personal de Julio Cortázar) y una modesta colección de puntura y de escultura al aire libre. Fruto de la actividad de esta fundación se creó también el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca. Además de exposiciones y eventos culturales, en esta sede se organizan también conciertos, cursos y conferencias de modo regular.
La calle que sigue a Padilla hacia el sur es la de Ortega y Gasset. Ahí mismo vamos a girar a nuestra izquierda y vamos a caminar hacia el oeste, pasando la calle de Núñez de Balboa para descubrir un edificio cuya fachada resulta, cuanto menos, curiosa. Es el edificio llamado “Beatriz”. Se trata de un edificio de oficinas con 10 plantas, contando la planta baja.
Delante de nuestros ojos se abre la calle de Velázquez, quizá, quitando la Castellana, la que podría ser la calle que podríamos considerar más característica del barrio por la presencia de boutiques, tiendas de moda, joyerías y todo tipo de comercios enfocados al lujo y a satisfacer las necesidades que la gente más exigente. La calle de Velázquez discurre en sentido sur a norte desde la calle de Alcalá hasta la menos conocida Avenida del Doctor Arce. Antes de su creación, en lo que ahora es su recorrido estuvieron situados unos jardines de recreo del siglo XIX llamados “Campos Elíseos” al modo de los que hay en la ciudad de París. Justo donde las calles de Velázquez y de Goya se encuentran se levantaba una plaza de toros, muy modesta, que fue derribada en 1881.
En un primer momento la calle de Velázquez fue un bulevar arbolado, pero la obra del túnel de la calle de Alcalá terminó con él. De algún modo, como compensación, la calle fue prolongada por el norte, llegando hasta el punto en el que termina hoy, y fue engalanada con la presencia de edificios que hoy están calificados como bienes de interés cultural, como es el caso del Hotel Wellington, el edificio Mathet, las casas-palacio del Marqués de Frómista, de Julio Castanedo y de Federico Ortiz y el propio Edificio Beatriz. También están junto a la calle de Velázquez las embajadas de Italia, de la que hablaremos ahora, y de Rusia, la sede original de Iberia, y la sede principal de la SEPI.
Subiendo por la calle de Velázquez hasta dar de nuevo por la calle de Juan Bravo y girando a la izquierda no puede pasar desapercibido el edificio de la Embajada de Italia. Particularmente me parece que nos hallamos ante una joya de edificio, realmente hermoso. Esta embajada está situada en el llamado Palacio de los Marqueses de Amboage, mandado edificar por Fernando Pla Peñalver, hijo y heredero de Don Ramón Pla Monge, marqués del título pontificio de Amboage. Los planos corrieron a cargo del arquitecto Joaquín Rojí y el comienzo de las obras fue en 1912. Respecto al estilo del edificio debemos decir que es una mezcla de elementos rococós y neobarrocos que, pueden sincretizarse en una semblanza de barroco francés, si es que hay que mencionar un estilo arquitectónico concreto.
Si el edificio es bonito por fuera, por dentro es espectacular, y algún día intentaré entrar, si es que se puede. Hay un amplísimo hall en tres partes y separado por columnas de mármol, una gran escalera decorada con vidrieras de la casa Maumejean, un comedor de gala y un invernadero, todo ello decorado con esculturas, cuadros y todo tipo de obras de arte traídas de Italia para su decoración.
El edificio es, desde luego, magnífico, y ocupa toda la manzana que delimitan las calles de Lagasca, de Juan Bravo, de Velázquez y de Padilla. Desde 1939 es la sede de la embajada de la República Italiana en nuestro país, ya que ese año el palacio fue comprado por el gobierno italiano de Mussolini para tener una embajada más grande que pudiera sustituir al anterior edificio, situado en el centro histórico de la ciudad, en el Palacio de Abrantes, que quedó para ser la sede del Instituto Italiano de Cultura.
En la acera izquierda de Juan Bravo, -mirando hacia la Castellana-, encontramos dos lugares separados únicamente por la calle de Claudio Coello. Por un lado tenemos la sede de la Asociación de la Prensa de Madrid, situada justo en la esquina. Esta asociación profesional fue creada en 1895 para defender las libertades de información y de expresión y promover el buen ejercicio profesional del periodismo. Actualmente es la mayor organización de periodistas de España y como tal, miembro fundador de la FAPE, es decir, de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España.
Actualmente es presidenta de la asociación la conocida periodista Victoria Prego, tras imponerse en las elecciones celebradas en 2015. Prego es la segunda mujer presidenta de la APM es sus más de 100 años de historia: la primera mujer que desempeñó la presidencia, Carmen del Riego, lo hizo justamente en el mandato anterior, desde 2011 y 2015.
Al otro lado de la calle está la Fundación Manuel Benedito. Esta fundación fue creada con objeto de conservar y difundir la obra pictórica de retratista valenciano Manuel Benedito (1875-1936). Se constituyó en 2002 por iniciativa de la sobrina e hija adoptiva del pintor, Vicenta Benedito, y el lugar del que estamos hablando fue, en otro tiempo, la casa-estudio del pintor.
Manuel Benedito fue discípulo de Joaquín Sorolla, estudió en Roma y tuvo la ocasión de viajar por Europa participando en bastantes exposiciones internacionales. Se dice de su obra que combina tradición y modernidad.
Bajando por la calle de Claudio Coello, entre las calles de Padilla y de Ortega y Gasset, está la sede de la Fundación Carlos de Amberes, un lugar que, debido a un concierto de El Jardín de María, conozco por dentro.
Fundada en 1594, ni más ni menos, la Fundación Carlos de Amberes es una institución de carácter privado y sin ánimo de lucro que se halla situada en una antigua iglesia reformada, antes conocida con el nombre de San Andrés de los Flamencos, declarada Bien de Interés cultural en 1994. En la fundación podemos encontrar actividades culturales tales como conciertos, conferencias, exposiciones, etc. desarrolladas en un entorno de gran valor histórico y artístico, entre el que destaca el cuadro de Rubens “El martirio de San Andrés”, de 1634. El objetivo de la fundación es fomentar el intercambio cultural, histórico y científico entre España y el antiguo territorio de las Diecisiete Provincias de Flandes, que hoy corresponde con el terreno que ocupan Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo.
Respecto a lo que se puede ver por fuera, la fachada mezcla estilos de distintas épocas, pero no resulta, por lo menos a mí, de forma particular, muy llamativa.
Ahora vamos hacia el límite sur del barrio, es decir, hacia la calle de Don Ramón de la Cruz y desde allí vamos a dar por fin con el Paseo de la Castellana, donde nos espera un gran hotel: el Hotel Villa Magna.
Este hotel, recientemente renovado, es un lugar que ni pintado para los visitantes de la ciudad que buscan un hotel de calidad en un sitio casi perfecto para hospedarse, lejos del bullicio y de las estrecheces del centro histórico, pero cerca a la vez, junto a una gran arteria de la capital y perfectamente comunicado en todas direcciones, contando a unos pocos minutos con numerosas boutiques y museos por los que poder perderse.
El Villa Magna tiene un total de 150 habitaciones espaciosas y un buen número de suites que combinan el gusto de los mobiliarios antiguos con estilo de las líneas más modernas. Como os podéis imaginar, el hotel dispone de todo tipo de espacios y comodidades, desde espacios gastronómicos a gusto de casi todos hasta salas adaptables a todo tipo de eventos y reuniones de trabajo pasando por un SPA y un bar de cócteles.
El actual Villa Magna se edificó en el solar donde antes se levantó el llamado Palacio de Anglada, proyectado por el arquitecto Emilio Rodríguez Ayuso y erigido en la década de 1870. Fue su promotor el político y empresario Juan Anglada y Ruiz. Lamentablemente este edificio fue derribado 90 años después, durante los 60. Según dicen, era un palacio de estilo ecléctico (aunque otros autores dicen que era de estilo morisco) y tenía como principal reclamo un patio interior que copiaba de algún modo el famoso Patio de los Leones de la Alhambra.
El Hotel Villa Magna fue inaugurado en 1972 con la intención de continuar la tradición del antiguo Palacio de Anglada, para lo que contó con una decoración basada en pinturas, mobiliario y tapices de calidad. La renovación de 2007 fue encomendada al interiorista Thomas Urquijo, con el objetivo de no perder ni un ápice de su ambiente sofisticado. A partir de este remodelación cada habitación se convirtió en un concepto único.
Tras bordear el Villa Magna subimos en dirección norte por la calle de Serrano, de la que podemos decir lo mismo que hemos dicho de la calle de Velázquez: boutiques, señoras con joyas, tiendas exclusivas… La calle de Serrano se extiende entre dos plazas, concretamente entre la Plaza de la Independencia, -donde está la famosísima Puerta de Alcalá- y la Plaza de la República de Ecuador. Durante su camino, -casi siempre recto-, discurre de forma paralela al Paseo de la Castellana y al Paseo de Recoletos y cruza en perpendicular otras vías importantes como Goya, Juan Bravo, María de Molina, Joaquín Costa o Concha Espina. En su recorrido pasa por las puertas de dos museos: el Museo Arqueológico Nacional y el Museo Lázaro Galdiano, del que hablaremos más abajo.
De nuevo andamos en dirección norte hasta la calle de Juan Bravo, que está siendo en este capítulo como un espacio medianero hacia el que siempre volvemos. Allí vamos a encontrar el centro comercial ABC Serrano. Este “complejo” consta de dos edificios, uno que da a la calle de Serrano y otro que da al Paseo de la Castellana.
Como muchos sabréis o habréis podido sospechar, los edificios de los que estamos hablando están ligados históricamente al periódico ABC. Efectivamente, antes de ser un centro comercial fue la sede de la revista Blanco y Negro, creada por Torcuato Luca de Tena. El edificio que da a la calle de Serrano fue construido en 1899 y es diseño de un viejo conocido nuestro, el arquitecto José López Sallaberry, quien concibió la fachada en un estilo neoplateresco. En este mismo edificio se fundó, ya en 1903, el periódico ABC, que usó estas instalaciones hasta 1989, año en el que la editora vendió el edificio y trasladó su actividad a las afueras de la ciudad.
El otro edificio, el que da al Paseo de la Castellana, fue construido en 1926 siguiendo los planos del arquitecto Aníbal González, que lo planteó en un estilo neomudéjar, tan presente en algunos edificios de la capital y de la ciudad de Sevilla. Los azulejos que vemos en la fachada provienen del taller de Daniel Zuloaga, artífice de otras azulejerías como las del Palacio de Velázquez y del Palacio de Cristal en el Parque del Retiro o las de la Casa de Allende en la Plaza de Canalejas.
No pasó mucho tiempo hasta que se comprendió la necesidad de conectar los dos edificios, hecho que aconteció en 1932. Bastantes años después, en 1989, se creó una calle comercial interior que une Serrano con Castellana de manera que el visitante a día de hoy no es consciente de que esté cambiando de edificio, ya que todo es un espacio continuado de tiendas, restaurantes y otros servicios.
Entre las tiendas hay zapaterías, tiendas con artículos del hogar, firmas de moda y hasta un gimnasio. Gran parte del complejo lo ocupa el supermercado Mercadona. En la terraza hay un restaurante y se organizan eventos interesantes y originales como la Picnic Experience.
Al lado de ABC Serrano hay algo muy característico de esta zona de Madrid que es el paso elevado de Eduardo Dato, que conecta volando por encima de la Castellana la calle de Juan Bravo con el Paseo de Eduardo Dato. Algunos lo llaman también Puente de Juan Bravo y parece ser que su nombre oficial es Puente Enrique de la Mata Gorostiza. Bajo este paso elevado, o al lado, o por toda esa zona, hay varias esculturas famosas en lo que algunos llaman un museo al aire libre.
El paso elevado fue inaugurado en 1970, y desde su construcción suscitó la idea de crear un museo de escultura moderna en esa zona, justo debajo del paso. Era una propuesta novedosa en aquel momento, pero tuvo buena acogida por parte del Ayuntamiento, sobre todo porque el principal promotor de la idea, Eugenio Sempere, había conseguido que las obras fueran donadas por parte de los autores o de sus familiares, en caso de que estos estuvieran ya fallecidos. El proyecto fue aprobado en el verano de 1971 y el museo estuvo listo en 1972, aunque no hubo inauguración oficial por la polémica que desencadenó la instalación de La sirena varada de Chillida, creada especialmente para quedar suspendida en los pilares del puente: el Ayuntamiento de Arias Navarro se oponía a su ubicación aduciendo problemas de seguridad a pesar de los informes de ingenieros que afirmaban la viabilidad de su colocación. Finalmente, la escultura de Chillida fue retirada en 1973 y comenzó un largo peregrinaje que duró hasta 1978, cuando el alcalde José Luis Álvarez tomó la decisión de colgarla de forma definitiva en su emplazamiento original tras asegurarse con un estudio profundo su viabilidad.
Con la creación del museo se propuso recuperar un espacio urbano para uso común, convirtiéndolo en zona de paso, descanso y esparcimiento mientras se acercaba el arte abstracto español al público. Se dedican al museo un total de 4.200 m2. Para salvar el desnivel del terreno, está estructurado en tres niveles que van descendiendo suave y gradualmente. En el primer nivel podemos contemplar una cascada de láminas de agua diseñada por el propio Eduardo Sempere, esculturas de Martín Chirino, Francisco Sobrino, José María Subirachs, Rafael Leoz, el mural de Eusebio Sempere, la pequeña espiral de Andreu Alfaro y la escultura de Marcel Martí. En el segundo está el mural de Gerardo Rueda, las esculturas de Palazuelo y Miró; y en el tercero, accediendo a la gran explanada, se encuentran las tres piezas más importantes de la colección: la famosa Sirena varada de Chillida, colgada de cuatro enormes pilares en el centro; y los Toros de Alberto y la figura de Julio González.
En lo que respecta al puente, tenemos que decir que fue diseñado por los ingenieros José Antonio Fernández Ordóñez, Julio Martínez Calzón y Alberto Corral López-Dóriga. El puente siguió el Plan Castro para el Ensanche de Madrid, ya que su misión era comunicar los distritos de Salamanca y de Chamberí. El viaducto tiene una longitud de 320 metros y una anchura de 16 metros, a lo que hay que sumar una pendiente constante y elementos de gran calidad como las barandillas, las pilas y la iluminación.
Este capítulo ya se está haciendo demasiado largo y vamos más o menos por la mitad del recorrido, así que, no quiero cansaros. Vamos a dejarlo aquí y hacemos otro capítulo con la segunda parte de este recorrido por este barrio.
La primera parte de nuestro recorrido por el barrio de la Castellana nos ha llevado por calles rectilíneas por un hospital, tres fundaciones culturales, una embajada, una asociación de periodistas, un hotel y un centro comercial. También hemos deambulado por las calles de Juan Bravo, de Velázquez, de Claudio Coello, de Serrano y por el Paseo de la Castellana, entre otras.
En la segunda parte, -que llegará muy pronto-, vamos a visitar la parte del barrio que está al norte de la calle de Juan Bravo, lo que incluye la Glorieta de Emilio Castelar, la Plaza del Doctor Marañón, la embajada de los Estados Unidos, alguna iglesia insigne, un mercado municipal de los que nos gustan y algún edificio gubernamental. Nos vemos muy pronto.
Todas las fotos de la primera parte del recorrido fotográfico por el barrio de Castellana:
Todos los días una nueva foto en color del proyecto en Instagram. JMPhotographia en las redes sociales: