Comenzamos un nuevo barrio y nos acercamos poco a poco al momento de terminar nuestro primer distrito. El barrio de Universidad, anteriormente conocido como barrio de las Maravillas, está limitado por las calles de Princesa, Gran Vía, de Fuencarral, de Carranza y de Alberto Aguilera. Desde los años 80 es el barrio que todo el mundo asocia de la zona de Malasaña que, si bien es muy pequeña en relación con el tamaño del barrio, tiene una gran importancia por ser el lugar donde se originó la famosa Movida Madrileña. Su nombre proviene de la presencia en este barrio de la primera sede de la Universidad Complutense en la ciudad de Madrid.
Empezamos nuestro viaje en la glorieta de Bilbao. Para llegar hasta allí lo hice en metro, ya que hay una estación del suburbano en la glorieta que corresponde a las líneas 1 y 4. Tomando la calle de Fuencarral desde la plaza y girando a la derecha por la primera calle que aparece, que no es otra que la calle de Manuela Malasaña, se ubican, en las esquinas con la calle de San Andrés, los dos primeros lugares de este barrio de los que vamos a hablar.
En primer lugar, a nuestra derecha, el Teatro Maravillas. Esta sala de teatro hereda el nombre de otras salas, la primera de todas inaugurada en 1887. Se trata de un teatro que nació como teatro veraniego, heredero de otros de su mismo nombre y que, a partir de 1919 sirvió a la vez como cine y teatro con el nombre de Madrid Cinema. Después de la Guerra Civil se especializó como teatro de revista. A finales de la década de los 80 un atentado dejó maltrecha su fachada, por lo que años después estuvo a punto de desaparecer y convertirse en apartamientos, algo que finalmente no ocurrió. En 1999 se encontró una deficiencia en la estructura del edificio mientras estaban en cartel los cómicos Faemino y Cansado y el teatro tuvo que ser cerrado urgentemente. Todo el edificio fue derribado y en su lugar se construyó un nuevo inmueble que incluía un hotel Ibis, varios pisos de vecindad y un nuevo y más modesto teatro que se inauguró en 2005 con los mismos cómicos que tuvieron que cesar en sus actuaciones.
En la esquina contraria, como mirando fijamente al teatro, está la Casa Maravillas. Se trata de un afamado restaurante especializado en cocina madrileña y más específicamente en cocido madrileño, que es su plato estrella. Todos los días se sirve cocido en tres vuelcos por un precio de 18€. También hay un menú castizo de degustación que incluye callos isabelinos, oreja de cerdo ibérico, croquetas de cocido y torrijas. Ofrece una amplia variedad de carnes y también pescados y todos los postres que sirven son caseros. También hay un menú diario que tiene un precio de 12€.
La calle de San Andrés es buena para dirigirnos al sur hasta que aparece a nuestra derecha uno de los lugares más importantes de este barrio de Universidad: la Plaza del Dos de Mayo. Este espacio público tiene su origen en 1869 cuando, tras derribarse los restos del Cuartel de Monteleón, se conformó el espacio de la plaza. En la plaza se conserva un arco que pertenecía al antiguo cuartel y delante de él hay dos estatuas de los héroes Daoiz y Velarde, que contraviniendo las órdenes se unieron a la lucha del pueblo contra las tropas napoleónicas que habían invadido España. Los hechos de Dos de Mayo comenzaron la resistencia española contra las tropas invasoras francesas.
Las esculturas de Daoiz y Velarde son obra de Antonio Solá Llansas, esculpidas en mármol en 1831. Una de las dos estatuas tenía una espada que ha sido vandalizada en varias ocasiones. Este grupo escultórico fue hecho en Italia, ya que el mármol es de Carrara, y llegó a España por Alicante. En un primer momento se expuso en el Real Museo de Pinturas, ahora Museo del Prado, donde permaneció de manera provisional durante años. Entre los años 1846 y 1850 estuvo, por decisión de Isabel II, en el Retiro, pero acabó regresando al Real Museo de Pinturas. Durante una década, a partir de 1869, estuvo situado en el barrio de Monteleón, cerca de la plaza actual, pero acabó regresando nuevamente a la entrada del Real Museo de Pinturas. En 1902 se instaló en una plaza en la zona de Moncloa, hasta que el 2 de mayo de 1932 quedó, por fin, instalado en su emplazamiento actual
El Cuartel de Monteleón fue antes palacio y ocupaba tanto la actual plaza como buena parte de las calles adyacentes. Se trataba de un edificio palaciego de estilo churrigueresco que fue convertido por decisión de Godoy en parque de artillería en 1807. El destino del edificio iba a ser el de museo de artillería por lo que los cañones que allí había en el momento de la insurrección eran antiguos y toscos, no aptos para el desempeño para que el que una vez fueron creados. Tras la Guerra de la Independencia el edificio quedó en muy mal estado pero todavía tuvo otro uso, ya que se estableció allí una fundición y una fábrica de maquinaria.
Salí de la plaza por el mismo sitio por el que había entrado y tras remontar un pequeño tramo de la calle de San Andrés en sentido norte giré a la derecha por la calle del Divino Pastor para encontrarme de nuevo con la calle de Fuencarral. En la primera esquina, que es ya la propia calle de Fuencarral, está la Iglesia de las Religiosas de María Inmaculada. Esta iglesia, instalada en un chaflán, está levantada en un terrero donde hubo antes una pequeña capilla con cripta que mediaba entre dos palacios, uno pequeño y otro más grande, que estaban unidos entre sí por unas pasarelas por mediación de la capilla. La casa madre de las Religiosas de la Inmaculada compró tanto la capilla como los dos palacios para establecer su sede. Esta institución religiosa recogía a mujeres jóvenes y las instruía para trabajar en el servicio doméstico y les enseñaba la doctrina cristiana. La actual iglesia neogótica se construyó entre 1910 y 1915 y es rara, ya que únicamente tiene una torre, cosa que le hace parecer, de algún modo, descompensada. Por dentro, eso si, dicen que es bastante más bonita, muy alta y muy blanca.
Bajando un tramo muy corto por la calle de Fuencarral hacia el sur nos encontramos con la Plazuela de Antonio Vega. Es un espacio pequeño, casi minúsculo, pero para los que amamos la música de Antonio Vega es bastante grande.
Este espacio triangular junto a la calle de Fuencarral fue inaugurado en 2011 con mi propia asistencia, y la de mi hermano Carlos, que no quisimos perdernos este histórico momento. En un momento en el que no estábamos tan activos en la música, -él cantando y yo conduciendo y fotografiando-, si había conciertos a los que íbamos siempre que podíamos, esos eran los de Antonio Vega. Y aunque hemos tenido que lamentar no haber podido ver alguno por culpa de la lluvia, al que más nos dolió no haber podido asistir fue al último, al que nunca pudo dar por encontrarse ya hospitalizado, días antes de encontrar la muerte. Iba a ser al lado de mi casa, en el Cadillac Solitario, que por aquel entonces tenía el nombre de Imperio Pop.
Y si hay algo relacionado con Antonio Vega ese es el Penta. El pub que aparece en La chica de ayer, como reza las letras que aparecen en su fachada. Lo encontramos muy cerca de la plazuela, cambiando la calle de Fuencarral por la Corredera Alta de San Pablo haciendo esquina con la primera calle que cruza, es decir, la calle de la Palma. El Penta es uno de los símbolos más reconocibles de la Movida Madrileña. Abrió por primera vez en 1976 y fue uno de los primeros bares de copas, mezcla de bar tradicional y de discoteca donde hay música.
Volvemos a la calle de Fuencarral y seguimos bajando hasta llegar a la altura del Tribunal de Cuentas, que está justo enfrente del Museo de Historia de Madrid y de su hermosa portada barroca. Según la Constitución, el Tribunal de Cuentas es el órgano fiscalizador de las cuentas y de la gestión económica del Estado y del sector público español. Ejerce, por tanto, un control económico sobre las administraciones públicas, tanto la estatal como las autonómicas y las locales y también la contabilidad de los partidos políticos.
El edificio del Tribunal de Cuentas fue construido entre los años 1860 y 1863 y es obra del arquitecto Francisco Jareño y Alarcón. En el solar que ocupa estuvo anteriormente el Palacio del Conde de Aranda que posteriormente fue usado como Cuartel de Guardias Reales. Su planta ocupa toda una manzana y está estructurada en torno a un patio central que también tiene la misma forma trapezoidal de la propia manzana.
Un buen trozo más hacia el sur, a la altura de la calle de Santa Bárbara, está el Mercado de San Ildefonso. Estamos, una vez más, ante un mercado tradicional modernizado y convertido en un punto de encuentro gastronómico, siguiendo el modelo anglosajón del Food Court. El primitivo mercado de abastos de San Ildefonso se levantó durante más de un siglo, concretamente desde 1835 hasta 1970, constituyendo el primer mercado de abastos cubierto de Madrid. Se construyó para la venta de frutas, verduras y pescado reemplazando al mercado callejero que desde tiempos mucho más antiguos se desarrollaba en la zona y que resultaba molesto e insalubre.
Detrás del mercado, al que accedí por la calle de Fuencarral, tenemos la plaza que lleva el mismo nombre, pero en el camino pasé delante de la Bodega de la Ardosa. Este es uno de los dos locales que se abrieron en Madrid a finales del siglo XIX y que aún se conservan. Como toda buena taberna castiza sus fachadas están decoradas con azulejos españoles. Se considera que ésta precisamente, situada en la calle de Colón, es la más antigua de todas, inaugurada en 1892.
La Plaza de San Ildefonso está justo entre las Correderas Alta y Baja de San Pablo, quedando la Alta en la parte norte y la Baja en la parte sur. Como muchas plazas de Madrid y de otras ciudades, lo más importante de la plaza es la Iglesia de San Ildefonso. Esta plaza tuvo durante muchos años un nombre popular, la Plaza del Grial, propiciado por una fuente ya desaparecida con esa forma y por un famoso bar de copas que se situó en la plaza durante bastantes años. De hecho, esta plaza está muy vinculada a la figura de Carlos III, rey de España que lo fue antes de Nápoles, y que al venir a Madrid trajo consigo varias cosas de aquel reino italiano, como la propia desaparecida fuente del Grial y la Lotería Nacional, que allí se llamaba La Beneficiata, y cuya primitiva sede quedó instalada en la plaza. Otra cosa que el rey Carlos III trajo de Nápoles a España fueron los belenes.
La Iglesia de San Ildefonso data de 1827, momento en el que se construyó la iglesia que hoy vemos en la plaza. Anteriormente hubo otra construida casi dos siglos antes, en 1629, que fue destruida, como no, por José I Bonaparte, alias Pepe Plazuelas, para poder agrandar otro espacio público con forma de plaza. En esta iglesia se casó Rosalía de Castro, que vivía muy cerca, en la Corredera Baja de San Pablo.
De la parte norte de la plaza sale hacia el oeste la calle de San Felipe. No es una calle muy larga, pues no tarda mucho en topar con la calle de la Madera. Justo en el lugar donde una calle da con otra hay un negocio histórico que nombre chocante en los tiempos en los que estamos: Broncista Niquelador. Se trata de un negocio abierto en 1875 por José María Navarro Llombart, un pequeño taller dedicado a labores de reparación y restauración de cabeceros de camas, lámparas, vajillas, calderos, etc., que sus sucesores han continuado hasta la actualidad. Es un ejemplo de los negocios tradicionales que funcionaban en el barrio.
En la misma manzana, pero un poco más hacia el sur tenemos un sitio para comer con solera: Casa Julio. Se trata de un restaurante muy tradicional, un local que comenzó como una taberna y que lleva abierto en la calle de la Madera desde 1921, cuando Julio Gil lo fundó. Otro hito de su historia sucedió en el año 2000 cuando el grupo Irlandés U2 realizó allí mismo una sesión fotográfica. A diferencia de otras tabernas antiguas, Casa Julio ha sido reformado y modernizado, perdiendo un poco de su esencia pero ganando en comodidad.
Bajando por la calle de la Madera y al llegar a la calle del Pez nos encontramos con el Teatro Alfil. Nacido como cine matinal en 1948 bajo el nombre de Cine Pez, se transformó años más tarde, en 1971, en un pequeño teatro que logró subsistir a las órdenes de cierre municipales gracias al apoyo y tesón de la compañía Yllana, que se encarga de su gestión desde 1996. Una particularidad de este teatro es que es único en el que se encuentra en la misma sala de butacas una barra de bebidas. El escenario es muy pequeño y no permite montajes aparatosos, pero a su favor tiene todo el encanto de una sala pequeña con butacas fijas y una zona de mesitas con lámpara para tomar algo mientras se goza del espectáculo.
La calle del Pez dirige, en dirección sureste, a nuestros dos próximos puntos: el Teatro Lara y la Iglesia de San Antonio de los Alemanes. El Teatro Lara es un teatro antiguo, a la italiana, construido en 1879 por deseo de Cándido Lara. Dispone de más de 450 butacas y cuenta con hasta 9 palcos. El teatro es un superviviente que ha logrado superar incendios, especuladores inmobiliarios y voluntades testamentarias. En 1985 fue cerrado durante 9 largos años para realizar una remodelación en el inmueble. Se reinauguró en 1994 con un reestreno de una obra de Alfonso Paso.
La Iglesia de San Antonio de los Alemanes no permite hacer fotos en su interior, al menos no a donnadies como yo, así que un poco frustrado y un poco enfadado y sumándole a eso mi indiferencia por la religión cristiana, decidí seguir andando tras hacer una foto a su exterior, que por otra parte es muy normalito. Todo lo bonito está en el interior, ya que la iglesia está pintada al fresco de modo bastante abigarrado y significativo, tanto paredes como la cúpula. Supongo que otro día iré a visitarla, aunque tenga que pagar 2 euros por la entrada.
Paradójicamente, la Iglesia de San Antonio de los Alemanes fue fundada como San Antonio de los Portugueses. Quizá su principal particularidad arquitectónica es su planta elíptica, ya que no hay muchas en España. La iglesia se construyó como complemento al Hospital de los Portugueses fundado por Felipe III en 1606, inaugurándose en 1633. Tras la independencia de Portugal de los reinos hispánicos, Mariana de Austria, esposa del rey Felipe IV, cedió la iglesia a la comunidad de católicos alemanes, que era numerosa en Madrid desde la llegada a España de la reina consorte Mariana de Neoburgo, segunda esposa de Carlos II.
El interior de la iglesia es una ilusión pictórico-arquitectónica que crea un ambiente de lujo y movimiento. En la mayoría de los casos los frescos representan escenas de la vida y milagros de San Antonio, si bien también hay representaciones de reyes santos como Enrique de Alemania o Luis IX de Francia y algunos reyes españoles y sus reinas consortes.
La calle de la Puebla y luego la calle de Valverde nos van a conducir a la Gran Vía, justo a la altura en la que se levanta uno de los edificios más importantes e imponentes de Madrid: el edificio de la Fundación Telefónica.
Este edificio fue, durante muchos años el más alto de Madrid, concretamente hasta 1953, año en que se construyó el Edificio España de la Plaza de España. Fue construido entre los años 1926 y 1929 a cargo del arquitecto Ignacio de Cárdenas Pastor. Fue el primer rascacielos de España y uno de los primeros rascacielos de Europa.
Al mismo tiempo que se construyó este edificio se inauguró también el monopolio de la telefonía en España. La Compañía Telefónica Nacional de España convirtió la nueva tecnología del teléfono de un fenómeno local a uno nacional cuando firmó un contrato con la compañía norteamericana IT&T.
Debido a que en su época de construcción era toda una novedad la altura del edificio, debieron contratarse los servicios internos de calefacción e inodoros a empresas extranjeras, más habituadas a trabajar con una tecnología que no existía todavía en España. También se usó el servicio de empresas extranjeras para los montacargas y ascensores, y en cuanto al agua, se colocó un depósito totalmente autónomo en el propio edificio, ya que las instalaciones del Canal de Isabel II no eran capaces de hacer llegar agua a las plantas más altas.
En 1992 se realizó una gran remodelación del edificio gracias a la cual se determinó el uso de los cuatro primeros pisos para un espacio cultural y para la Fundación Telefónica, que desde 2012 se llama Espacio Fundación Telefónica.
De la parte norte de la Gran Vía sale la calle de Concepción Arenal que, sin mucho recorrido, nos pone en la Plaza De Santa María Soledad Torres Acosta, una plaza que, dado su largo nombre, suele acortarse usando el nombre de Plaza de la Luna, ya que es precisamente la calle de la Luna la que la bordea por uno de sus lados largos. Se trata de un plaza muy rectangular donde destaca la presencia de una comisaría de policía y un aparcamiento público subterráneo que lleva el nombre de Tudescos, por la calle de Tudescos que accede a la plaza desde la Gran Vía. En fechas próximas a la Navidad se instala en la plaza un mercado navideño, y muchas veces una pista de patinaje sobre hielo. Recibe su nombre de la religiosa Bibiana Antonia Manuela Torres Acosta, fundadora de la congregación de las Hermanas Siervas de María Ministras de los Enfermos. En la plaza hubo algunos edificios históricos como el Palacio de Monistrol, cuyo derribo dio origen a la plaza. A finales del siglo XX fue un lugar donde abundaba la prostitución, pero todo eso desapareció tras una reforma de la plaza (supongo que la instalación de una comisaría en la misma plaza ayudaría también… o quizá sea la placa que anuncia que el lugar es un portal interdimensional a la Umbraesfera).
El otro extremo corto de la plaza es la calle de Silva. Por ella proseguimos nuestro camino sólo deteniéndonos un momento para contemplar la Iglesia de la Buena Dicha. Como construcción me recordó un poco a la Iglesia de la Paloma. Se trata de un edificio de principios del siglo XX que mezcla varios estilos y que tiene una única nave dividida en dos tramos. Ocupa el lugar del antiguo Hospital de Nuestra Señora de la Concepción y Buena Dicha, originado en 1564. Junto a este hospital hubo un cementerio, también llamado “De la Buena Dicha” en la que fueron enterrados algunos héroes y algunas heroínas del Dos de Mayo como Manuela Malasaña y Clara del Rey.
De nuevo en la Gran Vía y pasada la calle de San Bernardo, nos encontramos con un edificio que tiene una figura descomunal en su azotea. Esa figura imponente recibe el nombre de Estatua del Romano. Sobre el edificio que se ubica en el número 60 de la Gran Vía está la colosal escultura de un hombre con capa que sujeta una especie de casita de pájaros que tiene practicado un orificio en su interior. Lo cierto es que esta estatua, obra del escultor palentino Victorio Macho en 1930, también recibe otros nombres como El Coloso o El Atlante, pero si la miramos de cerca, su hechura recuerda plenamente a una escultura griega arcaica, es decir, preclásica; o incluso, a una escultura etrusca, que se parece bastante a una escultura griega arcaica, dada la influencia que ejercieron los helenos sobre los etruscos en época preclásica.
Por la calle del General Mitre, que sale desde el norte de la Gran Vía justo antes de llegar a Plaza de España, llegué al Mercado de los Mostenses, que quizá es el mercado de abastos tradicional que más ha podido conservar su esencia. Todavía sigue siendo un mercado de abastos, esto es, un lugar al que se va a comprar comida y no tanto a consumir comida, aunque también se puede hacer.
El edificio de hoy no es el edificio que se construyó en primer lugar, ya que este fue inaugurado en 1946. El primer edificio fue víctima de la creación del tercer tramo de la Gran Vía. En realidad, este edificio “nuevo” es un complejo formado por tres espacios: oficinas, almacén y el propio mercado en sí. El lugar en el que se instalaron los dos mercados estuvo ocupado por el Convento de Premostratenses de San Norberto. Dada su cercanía con la Estación de Norte (recordemos, hoy la de Príncipe Pío), el mercado primigenio -inaugurado en 1875- se especializó en pescados que se traían desde el norte, especialmente Galicia.
El segundo mercado se construyó un poco más al norte que el primigenio, -en el lugar del primer mercado se construyó el Cine Azul-, y continuó la labor del mercado en el entorno de la Gran Vía. Actualmente, se ha especializado en la venta de productos procedentes de Latinoamérica y Asia, y también hay un par de lugares donde se puede consumir la comida.
Volviendo a la calle de San Bernardo por la calle de Antonio Grilo se llega enseguida a la Farmacia Deleuze. Y aquí tenemos que hablar prácticamente de un monumento. Esta farmacia fue abierta en nada menos que 1780 con el nombre de Botica de San Bernardo. Su fachada, dicen, se conserva tal cual estaba cuando se abrió y su estilo recuerda al rococó. Pero esta farmacia no sólo es insigne por su antigüedad, sino porque, al igual que ocurrió con tantos y tantos cafés y tabernas donde se realizaban tertulias, aquí también se realizaban las llamadas “Tertulias de rebotica” en la que se congregaban médicos como Méndez Álvaro y políticos como Emilio Castelar. Recibe su nombre actual desde que el 1948 se hizo cargo de la tienda la familia Deleuze.
En este punto nos toca volver a subir en dirección norte buena parte de lo que bajamos en dirección sur por la calle de Fuencarral, pero nos vamos a parar en el edificio del Ministerio de Justicia para poner fin a esta primera parte de nuestro paseo por el barrio de Universidad.
El edificio del Ministerio de Justicia fue construido en 1797 por el arquitecto Evaristo del Castillo. En origen fue un encargo realizado por la Marquesa de Sonora. Pasó a propiedad del Estado cuando mediaba el siglo XIX, pero tuvo que pasar casi otro siglo para que fuera transformado por Javier Barroso, que le dio un estilo nacionalista-herreriano y las torres con chapiteles que hoy configuran este inmueble.
Bueno, pues hemos llegado al final de esta primera parte. A estas alturas uno comprueba que pasear y hacer fotos no es en ningún caso la parte cansada de un viaje. Siento que he conocido más de mi ciudad.
En la segunda parte visitaremos el resto de la calle de San Bernardo: la antigua Universidad Central que da nombre al barrio, el Palacio de Parcent, el Monasterio de Montserrat y el final de la calle en la glorieta de Ruiz Giménez. También visitaremos el Edificio España -todo cubierto de andamios- en la Plaza de España, el Palacio de Liria y el Cuartel del Conde-Duque, entre otras cosas.
Todas las fotos de la primera parte del recorrido por el barrio de Universidad:
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