Continuamos nuestro paseo fotográfico por el barrio de Los Jerónimos en el lugar en el que lo dejamos, que fue el Salón de Reinos y toda su majestuosidad de antaño y su futuro inmediato como dependencia del Museo del Prado. Bajando en dirección sur por la calle de Ruiz de Alarcón llegamos hasta la calle de Felipe IV, que es la vía que separa al Museo del Prado del Hotel Ritz.
La historia del Hotel Ritz es muy parecida a la del otro hotel insigne que hay en la zona y del que ya hablamos en nuestro recorrido por el barrio de Cortes: el Hotel Palace. La historia que comparten estos dos grandes e renombrados hoteles de Madrid es la de ser dos de los primeros hoteles como tal, como escalón superior a las posadas, fondas y demás lugares para viajeros que existían hasta entonces en Madrid. Fueron como tal los primeros hoteles pensados para la visita a la capital de los turistas acaudalados, tanto de España como del extranjero. En Madrid se necesitaban esa clase nueva de hoteles debido a la nueva facilidad que encontraban las personas para viajar gracias al desarrollo del ferrocarril.
Estamos hablando, lógicamente, de un hotel de cinco estrellas y de gran lujo, y ya centenario. Se inauguró en 1910 con la presencia del rey Alfonso XIII y de muchos representantes del gobierno de la nación y de la ciudad. El lugar que se eligió para su ubicación era un descampado en el que se hallaban barracones pertenecientes a un circo y los jardines del antiguo Teatro Tívoli. Todos ellos terrenos en los que estuvo anteriormente ubicado el Palacio del Buen Retiro y sus jardines.
La intención del rey, promotor del proyecto, era tener en la capital un hotel de lujo que pudiera hospedar a miembros de la realeza europea cuando estuvieran en Madrid. Ya existían hoteles Ritz en Londres y París, y Madrid debía, en opinión del rey, unirse a ese grupo.
El Hotel Ritz es obra diseñada por el francés Charles Frédéric Mewes y se construyó en sólo dos años, entre 1908 y 1910. Los arquitectos españoles Luis de Landecho y Lorenzo Gallego supervisaron las obras. Se decoró el hotel con tapices de la Real Fábrica de Tapices (visitada en este blog en nuestro paseo por el barrio de Pacífico), la mantelería, el mobiliario, los espejos, la vajilla, la cubertería y demás necesidades se encargaron a empresas españolas e internacionales.
Tras su inauguración no tardó en convertirse en un lugar de reunión para la alta sociedad madrileña, manteniendo este monopolio hasta la construcción del Hotel Palace, hotel con el que luego hubo de compartir la presencia de huéspedes e invitados de renombre. En 1926 aparece en la historia del hotel la familia Marquet, que gestionó el hotel durante tres generaciones, hasta que el nieto de George Marquet vendió el hotel en 1978. George Marquet también está relacionado con la construcción del Hotel Palace, como ya dijimos en el capítulo en que visitamos aquel hotel.
Durante la Guerra Civil el hotel fue empleado como Hospital de Sangre y después de la contienda sirvió de morada momentánea para muchos aristócratas y potentados que habían perdido sus casas por motivo de la guerra. En los años setenta, ya bajo el mando del nieto de George Marquet, un hombre poco interesado en el negocio, el hotel Ritz entró en declive y terminó siendo vendido al exalcalde de Barcelona y poco después a otra empresa hotelera. En 1991 acogió reuniones paralelas de la Conferencia de Paz de Oriente Medio, que tuvo lugar en Madrid.
Este mismo año, hablo de 2018, hace muy pocos meses, y en medio de una remodelación muy importante del inmueble, se produjo un accidente en el que murió un obrero y resultaron heridos otros 11 trabajadores.
La entrada principal del Hotel Ritz da a la Plaza de la Lealtad, que es, descriptivamente hablando, un espacio circular inserto en el lateral este del Paseo del Prado justo después de pasar, -en dirección norte-, la Plaza de Cánovas del Castillo. En el centro de la plaza se halla el Monumento a los Caídos por España, en el que destaca un esbelto obelisco sobre un conjunto escultórico que conmemora a todos aquellos luchadores anónimos que murieron por España en las guerras sostenidas por la nación.
En el monumento hay un zócalo que alberga un sarcófago donde se depositaron las cenizas de los madrileños que fueron fusilados el 3 de mayo. También hay representaciones de los capitanes Luis Daoiz y Pedro Velarde, héroes de la revuelta del 2 de mayo; y alegorías de la Constancia, el Valor, la Virtud y el Patriotismo. Encima de todo eso está el vistoso obelisco de piedra de casi 6 metros de altura y en la parte más baja, junto a una llama que no debe extinguirse nunca, la inscripción: “HONOR A TODOS LOS QUE DIERON SU VIDA POR ESPAÑA”.
Este monumento es el análogo al conocido culto al soldado desconocido que tienen muchos otros países del mundo. Se levantó con intención de homenajear a todos los luchadores desconocidos que dieron su sangre y su vida por España durante la Guerra de la Independencia. Para levantarlo se convocó un concurso que ganó el arquitecto Isidro González Velázquez. En 1821 se colocó la primera piedra, pero no pudo concluirse debido a la vuelta del absolutismo. Tras reemprenderse las obras en 1836 se inauguró finalmente en 1840, justo el día 2 de mayo para conmemorar la efeméride que le dio origen. Fue reinaugurado en 1985 por el rey Juan Carlos I, momento en el que se colocó la llama y se extendió su significación a los luchadores que murieron por España en todas las épocas de su historia.
Justo en la misma plaza, y como contrapunto y contrapeso al Hotel Ritz, está el edificio de la Bolsa de Madrid. Es un edificio neoclásico diseñado por el arquitecto Enrique María Repullés y Vargas que fue inaugurado en 1893 en unos terrenos en los que antiguamente estuvo el teatro El Dorado. El diseño está basado en el edificio de la Bolsa de Viena, a su vez obra de Theophil Edvard Freiherr von Hansen.
El edificio alcanza los 66 metros de altura y su planta, como la del vecino Hotel Ritz, es obviamente irregular por las condiciones de sendos solares. En la fachada destaca el pórtico de seis columnas de fuste estriado y orden corintio, acompañados por una escalinata muy elegante. También hay cuatro relieves que representan el comercio, la industria, la agricultura y la navegación. En su interior, justo encima del famoso parqué, hay un techo decorado con pinturas de carácter alegórico con la temática de las provincias españolas y otros ornamentos.
La Bolsa de Madrid es el principal mercado de valores de España, pero no voy a hablar de su funcionamiento porque, francamente, no tengo mucha idea de cómo van esas cosas. A mí mis valores me lo gestionan otras personas, claramente.
La calle que sale de forma perpendicular a la Plaza de la Lealtad en dirección del Retiro recibe el nombre del estadista Antonio Maura, político mallorquín que desarrolló su vida política en el primer cuarto del siglo XX. En dicha calle está la sede de la Fundación Antonio Maura, justo en la casa en la que residió el propio Antonio Maura.
Antonio Maura fue un político conservador que presidió el Consejo de Ministros hasta en cinco ocasiones durante el reinado de Alfonso XIII. Se le reconoce políticamente por su intento de regenerar las instituciones con su política llamada “Revolución desde arriba”, formulando varias leyes para modernizar España, fomentar la urbanidad y luchar contra los caciques rurales. Sin embargo, la “Semana Trágica” hizo que el rey perdiera la confianza en él en 1909 tras dos años de gobierno. Además de estadista también fue miembro (desde 1903) y después presidente (desde 1913) de la Real Academia Española.
La Fundación Antonio Maura se constituyó en 1970 por deseo de su familia como un centro de investigación histórica y para servir de lugar de conservación de toda la información documental, bibliográfica y museográfica almacenada hasta ese momento sobre la época en la que ejerció su servicio público Antonio Maura. También realiza una labor importante mediante la entrega de becas, la organización se coloquios y seminarios y la publicación de obras de todo tipo.
Tras visitar la fachada de la Casa Museo (y Fundación) de Antonio Maura, me dirigí en dirección al Retiro y subí en dirección norte, con la Puerta de Alcalá como fondo de mi caminata hasta llegar a la calle de Montalbán, que tomé a mi izquierda. Allí está el Museo Nacional de Artes Decorativas. A pesar de que es poco conocido, se encuentra quizá entre los primeros museos y mejor dotados del llamado Triángulo del Arte. Su objetivo es ilustrar la evolución de las artes industriales o menores, es decir, el arte relacionado con objetos como muebles, cerámicas, vidrios, materiales textiles, etc. abarcando el tiempo transcurrido entre el siglo XV y el siglo XX.
En el museo, de titularidad estatal y dependiente del Ministerio de Cultura, se exponen alrededor de 1.600 objetos en 60 salas. Sin embargo, en el acervo de la institución hay quizá más de 70 mil objetos entre materiales museográficos y documentales.
Si buscamos el origen de este museo debemos acudir la creación de la Escuela de Artes y Oficios por un lado y un Museo Industrial por otro, durante el reinado de Amadeo I por real decreto en mayo de 1871. Estos dos proyectos finalmente no se llevaron a término. Hubo que esperar a 1912 para que se produjera la creación del Museo Nacional de Artes Industriales, nombre que se mantuvo así hasta que en 1927 cambiara al nombre que tiene actualmente. En origen era una institución más orientada a ser un lugar de aprendizaje que un centro de carácter museístico.
En un primer momento se pensó en el Palacio de Cristal del Retiro como sede, pero nunca llegó a instalarse allí, sino en un edificio situado en el número 5 de la calle de Sacramento. No fue hasta 1932 que el museo se trasladó a su sede actual en la calle de Montalbán, un antiguo palacio de verano de la duquesa de Santoña, construido en 1878 en los terrenos en los que anteriormente se había erigido el Palacio del Buen Retiro que, como ya sabemos, fue destruido en gran parte a causa de la Guerra de la Independencia y demolido posteriormente por su estado irrecuperable.
La colección del museo se centra en piezas decorativas españolas, si bien también se pueden contemplar allí ejemplos de otros países, siendo especialmente recomendable la colección de arte oriental que allí se puede ver y disfrutar.
Volviendo una calle al sur a través de la calle de Alfonso XI me planté en la calle de Juan de Mena, que volví a recorrer en dirección al Paseo del Prado buscando los dos siguientes puntos de visita de mi recorrido: el Museo Naval y el Cuartel General de la Armada.
El Museo Naval, que visitaré por dentro próximamente, es también un museo del Estado. Está situado en la primera planta del Cuartel General de la Armada. No está gestionado por el Ministerio de Cultura sino por el Ministerio de Defensa, cosa lógica, por otra parte. La misión de este museo es clara: adquirir, conservar, investigar y exhibir piezas, conjuntos y colecciones de valor histórico, artístico, científico y técnico relacionados con la actividad naval con objeto de difundir la historia marítima del Reino de España contribuyendo a ilustrar y salvaguardar sus tradiciones.
El origen de este museo se sitúa en 1792, cuando Antonio Valdés y Fernández Bazán, secretario de marina de Carlos IV, se propone crear una biblioteca general en la que se reúnan todas las ciencias naturales que son necesarias para la completa instrucción del Cuerpo de la Armada. Para cumplir con esto se desarrolló una importante actividad de compra de libros, mapas y otros materiales, así como la copia de manuscritos y recogida de materiales para la creación de las colecciones del futuro museo.
En aquel momento el museo no pudo concretarse de la manera pensada por Antonio Valdés, pero los fondos que fueron adquiridos y recopilados pasaron a formar parte del Depósito Hidrográfico y del Real Instituto y Observatorio de la Armada.
No fue hasta 1843, bajo el reinado de Isabel II, cuando se inauguró en Museo Naval de forma provisional en el Palacio de los Consejos de la calle Mayor, actual sede de la Región Militar Centro. En 1845, cuando la cantidad de fondos existentes en el patrimonio del museo excedió la capacidad del edificio, la sede del museo hubo de trasladarse a la Casa del Platero, en la calle Bailén. Sin embargo, sólo unos pocos años después, en 1853, ante la posibilidad de derrumbe del edificio, se tuvo que trasladar de nuevo el museo al Palacio de los Ministros, antigua casa de Godoy, muy cerca de la actual sede del Senado. Allí estuvo el museo hasta 1932, año en el que se volvió a ubicar, esta vez ya en su sede actual en el Cuartel General de la Armada.
Pero, ¿qué se puede ver en el Museo Naval? Lo más impresionante es el mapa de Juan de la Cosa, impresionante porque es la representación del continente americano más antigua que existe (año 1500). También hay muchos retratos, instrumentos de navegación, mapas diversos, pinturas, grabados, armas, uniformes, banderas y reproducciones a escala de muchos barcos. Los objetos tienen muy diversas procedencias, muchos proceden de la Casa Real y otros de aportaciones de la Secretaría de Marina, diferentes Compañías de Guardias Marinas, departamentos navales, del ya mencionado Depósito Hidrográfico, etc. así como de donativos particulares.
El Cuartel General de la Armada, y no quiero ser muy tecnicista, está formado por el Estado Mayor de la Marina, la Jefatura de Sistemas de Información y Telecomunicaciones, la Jefatura de Asistencia y Servicios Generales, el Órgano de Historia y Cultura Naval, el Gabinete del Jefe de Estado Mayor de la Armada, la Asesoría Jurídica del Cuartel General de la Armada y la Sección de Seguridad Naval Central, ahí es nada.
Estamos hablando de un edificio de estilo neogótico que fue al que fue a parar la sede central del Ministerio de Marina, que llegó a estar en un estado ruinoso que propició e hizo necesario el cambio de sede. Fue diseñado por José Espelius y Francisco Javier del Luque y construido desde 1925 hasta 1928. Al tratarse de un edificio de carácter militar no puede realizarse una visita a su interior, más allá del Museo Naval, claro está, pero puede admirarse su fachada, que es una de las más bonitas del eje Prado-Recoletos.
Subiendo en dirección norte por el Paseo del Prado nos encontramos con la Plaza de Cibeles, Fuente de Cibeles y el Palacio de Cibeles. Aunque aún no hemos hablado del palacio, si lo hemos visitado, concretamente en la segunda parte dedicada al barrio de Cortes, en la que nos subimos brevemente a su mirador. Para hacer más completa la galería que siempre adjuntamos al final de cada publicación incluiré algunas fotografías tomadas en aquella visita.
El Palacio de Cibeles, también llamado Palacio de Comunicaciones, es uno de los puntos que, si yo fuera un visitante de Madrid, nunca dejaría de visitar, dado su carácter emblemático, por ser la actual sede del ayuntamiento de la capital y por su estilo arquitectónico grandilocuente y vistoso. Los madrileños más vividos conocen este edificio por ser antiguamente el “Edificio de Correos”, ya que fue construido con el objetivo de ser la sede de la Sociedad de Correos y Telégrafos de España.
El edificio ocupa cerca de 30 mil metros cuadrados. Fue diseñado por Antonio Palacios Ramillo y Joaquín Otamendi Machimbarrena y decorado por Ángel García Díaz. Su construcción ocupó el período que va desde 1907 a 1918, y gracias a la combinación de varios estilos arquitectónicos -entre ellos el neogótico, el modernista y reminiscencias barrocas- podríamos considerarlo como una obra ecléctica.
Su acceso está acompañado por un cuerpo saliente de mayor altura encuadrado por dobles columnas jónicas y por un arco con figuras alegóricas. En la fachada hay diversas representaciones de los cinco continentes y curiosamente el escudo de Valencia. A ambos lados acompañan pequeñas torres con cúpulas revestidas de zinc y adornadas con guirnaldas y lazos policromados dorados. También hay esculturas por todas partes con motivos de seres con alas portando mensajes, pensados para el uso primero del edificio, es decir, el de sede de Correos.
Si el exterior del palacio impresiona, el interior no le va a la zaga. Destacan las enormes escaleras de mármol y la claraboya de metal y vidrieras. Hay vidrieras en el techo, cerámicas en las escaleras y todo tipo de esculturas mitológicas, especial es la presencia del dios Hermes, el mensajero de los dioses.
Dentro del palacio hay siempre exposiciones, lugares dedicados a la lectura y al ocio abiertas al público con zona wifi, acceso a prensa y libros y, a veces, incluso, alberga una pista de patinaje en Navidades. Dentro del palacio está también CentroCentro, un centro cultural con varias salas de exposición y un auditorio pensado para la ejecución de conciertos de cámara con capacidad para casi 300 personas.
En la zona más alta del edificio está la terraza mirador y un poco más abajo el restaurante y la terraza bar, donde también hay vistas muy excitantes.
Tomando la calle de Alcalá llegamos al final de nuestro recorrido, posiblemente el monumento más conocido de Madrid, tanto en España como en todo el mundo: la Puerta de Alcalá. No hace falta saber latín para saber que la Puerta de Alcalá está unida para siempre a la figura del rey Carlos III. Fue construida en 1778 para substituir una puerta antigua que databa del siglo XVI. Fue diseñada por Francesco Sabatini y formaba, junto con otras cuatro puertas reales, los accesos que tenía la ciudad de Madrid en aquella época.
Está construida en un evidente estilo neoclásico, ya que su intención es imitar los arcos de triunfo romanos que todos tenemos en la mente. Restaurada en hasta cinco ocasiones (1869, 1904, 1959, 1979 y 1992), es uno de los símbolos más representativos de la capital de España junto a la cercana Fuente de Cibeles y la estatua del Oso y del Madroño colocada en la Puerta del Sol. En su fachada interior están representadas las cuatro virtudes cardinales, a saber Prudencia, Justicia, Templanza y Fortaleza. En su fachada exterior la decoración cambia, ya que esta estaba pensada para que el viajero viera una decoración u otra según entrara o saliera de la ciudad.
A lo largo de la historia la Puerta de Alcalá ha sufrido diversos avatares, como recibir impactos de proyectiles de los Cien Mil Hijos de San Luis, -se pueden ver hoy día todavía-, como sufrir degradación de sus piedras por culpa del aumento del tráfico rodado.
Y aquí terminamos nuestro recorrido fotográfico por el barrio de los Jerónimos en lo que respecta a todo lo que hay fuera del Parque del Retiro. Hemos paseado por un barrio muy importante de Madrid, donde han sido ubicados edificios tan relevantes como el Museo del Prado y el Real Jardín Botánico, palacios como el de Cibeles y monumentos muy representativos de la ciudad a la que pertenecen como la Fuente de Cibeles o la Puerta de Alcalá. Es, sin duda, una zona de Madrid sin la cual no se podría entender Madrid.
En el siguiente capítulo nos adentraremos ya en el Parque del Retiro, el parque más conocido e importante de la ciudad, con zonas muy diferentes y atractivas. Supongo que le dedicaremos también un par de capítulos para asegurarnos de no pasar por encima nada que sea interesante. ¿Nos vemos en el siguiente capítulo?
Todas las fotos de la segunda parte del recorrido fotográfico por el barrio de los Jerónimos:
Todos los días una nueva foto en color del proyecto en Instagram. JMPhotographia en las redes sociales: