Paseos por España: Badajoz

Continúo contando mi viaje a Extremadura y en esta ocasión toca mi paso reciente por Badajoz, la única ciudad de esta minigira, -por llamarlo así-, en la que hice noche en aquellas tierras. Lo cierto es que Badajoz era un lugar que llevaba tiempo deseando visitar. Sabía que es un ciudad con cosas especiales, como la mayor alcazaba de Europa, por ejemplo.

Badajoz tiene más de 150 mil habitantes que representan casi el 14% de toda la población de Extremadura. A pesar de no ser la capital de la comunidad autónoma es la ciudad más poblada y la más importante en términos económicos, hechos a los que hay que sumar cierta preeminencia política al ser también sede de la Delegación del Gobierno en Extremadura así como de la Delegación de Defensa de Extremadura.

El término municipal de Badajoz, que supone el 6,62% de la superficie de la provincia, hace frontera con Portugal, y su población está repartida entre el núcleo urbano de la ciudad, que alberga casi un 85% de la misma; y sus numerosas pedanías y urbanizaciones, que suponen un poco más del 15% de la población.

Badajoz fue fundada en el año 875 por Ibn Marwan, aunque dicha fundación se realizó sobre un asentamiento anterior que bien pudo tener su origen en la prehistoria y que fue habitado de forma permanente o casi permanente. La ciudad se desarrolló alrededor de una colina, el llamado Cerro de la Muela, que condicionó la propia idiosincrasia de la ciudad por su localización geoestratégica, haciéndola por necesidad una plaza fuerte con muralla y eje diplomático de las relaciones entre España y Portugal, ya que, no en vano, allí se realizaron bodas reales y se firmaron tratados entre los dos países.

Después de la Reconquista, Badajoz fue premiada con fueros y privilegios, con un emblema y con un pendón real, y se la nombró sede episcopal. A lo largo de la historia de España la ciudad ha sufrido bastantes daños en su casco histórico, pero ha logrado conservar buen parte de los edificios que conforman su casco antiguo, conocido como “barrio histórico”, que también es la parte más antigua de la ciudad.

Llegué a la ciudad ya de noche, sin la posibilidad de ver mucho más que las luces del Puente de Palmas y la misma Puerta de Palmas que coronaba, -y aún lo hace-, uno de los extremos del puente. Por suerte, tanto una cosa como la otra estaban muy cerca del hotel en el que iba a pasar la noche, así que no dudé en acercarme y hacer algunas fotos, aunque sin trípode, por lo que tuve que agudizar el ingenio y el pulso.

No pude ver nada del río Guadiana más allá de alguna imagen cercana a las farolas de la orilla, pequeñas islas con vegetación y piedras, también algún árbol. Si no es por eso, y por haber podido ver los muros de la alcazaba en el trayecto en coche hasta llegar al hotel, muy poco es lo que habría visto.

Puerta de Palmas - @JMPhotographia

Al día siguiente conocí el Parque de Castelar y la Avenida de Cristóbal Colón, donde desayuné por un precio que me pareció muy módico para los estándares habituales. Tras un paseo en coche por la ciudad y dejar el coche en un aparcamiento subterráneo próximo a la Alcazaba comenzó la visita al barrio histórico. La idea era visitar la propia Alcazaba, -aunque no toda por falta de tiempo-; la Plaza Alta, la Torre de Espantaperros y la Plaza de la Soledad, donde hay un edificio que tiene empotrada una réplica o casi de La Giralda de Sevilla.

Y fue precisamente eso lo primero que vi. El edificio La Giralda de Badajoz data de 1935 cuando Abel Pinna y el arquitecto Martín Corral realizaron este proyecto que conjuga arquitectura neoárabe con estilo regionalista andaluz. Se trata de una réplica a escala casi exacta, coronada por una pequeña estatua del dios Mercurio, símbolo del comercio.

Edificio La Giralda - @JMPhotographia

Desde su origen el edificio fue la sede de Almacenes La Giralda, empresa de Manuel Cancho Moreno, que fue el promotor de la construcción. Los almacenes cerraron en 1978, momento en el que el edificio pasó a ser propiedad de Telefónica, que lo ocupó durante 20 años y que lo ha vendido recientemente a un empresario de jamones ibéricos.

Tras dejar la Plaza de la Soledad me dirigí a la Plaza Alta. Había visto fotos y me había parecido un sitio peculiar, muy rojiblanco y a la vez algo que recordaba de un modo obvio a la Mezquita de Córdoba. Una plaza singular. Al llegar allí aquella belleza imaginada estaba intacta, si bien, creo, la hora de la visita deslucía un poco lo que debe ser la plaza. El sol también caía a plomo. Curiosamente creíamos que la climatología iba a sernos adversa todo el viaje, pero sucedió lo contrario.

La plaza ha sido rehabilitado hace poco, por lo que su aspecto es inmejorable. Se trata de una plaza semiporticada que siempre fue lugar de celebración de mercados, reuniones y festejos de toda índole. La Plaza Alta tiende a ser rectangular aunque no lo consigue. Uno de sus lados está porticado y quiere ser regular y el otro se estrecha y pierde su “porticación”, si se me permite acuñar este neologismo arquitectónico. Es seguramente la parte más antigua de la ciudad cuando esta se autoexpulsó, -me permito también esta floritura-, de los límites de la Alcazaba.

El lado más regular, porticado y decorado se debe a una reforma integral que se llevó a cabo a finales del siglo XVII y que no pudo concluirse por estallar en 1703 la Guerra de Sucesión. No se pudo, por tanto, realizar por completo la renovación de la plaza y quedó para siempre así, como si en el lugar coexistieran dos plazas distintas en una única plaza.

Plaza Alta - ©JMPhotographia

Muy cerca del arco de acceso a la plaza por el norte, llamado Arco del Peso, hay un acceso a la Alcazaba, la razón de ser de la ciudad de Badajoz. Esta fortaleza defensiva fue construida por los almohades en el siglo XII, si bien hay que buscar su origen quizá unos tres siglos antes en una cerca que se construyó en los tiempos en los que se fundó la ciudad misma. La extensión que abarcan sus muros es de 8 hectáreas y la longitud de estos muros es de un kilómetro y cuarto.

La Alcazaba es Monumento Histórico-Artístico desde 1931. En el recinto se halla el Palacio de los Duques de la Roca, dentro del cual está el Museo Arqueológico Provincial. Dentro del espacio también estuvo el Hospital Militar que, actualmente, acoge a la Biblioteca de Extremadura y a la Facultad de Ciencias de la Documentación y de la Comunicación de la Universidad de Extremadura.

Mi visita fue tan rápida y tan de meterme dentro de la propia construcción que no pude hacer fotos un poco más alejadas que pudieran mostrar la completud o enteridad, -hoy estoy con los neologismos y palabros al límite-, de la Alcazaba.

Interior de la Alcazaba de Badajoz - ©JMPhotographia

Al lado de la Alcazaba, y como un elemento más de la misma, está a Torre de Espantaperros, también llamada Torre de la Atalaya. Esta torre es lo que se llama una torre albarrana, que es una construcción defensiva, una torre como cualquiera otra, pero con la particularidad de que no está inserta en los propios muros de la fortificación sino exenta, fuera del perímetro defensivo pero unida a él por una pasarela o paso almenado.

Las torres albarranas suelen ser torres de destacada importancia y altura comparadas con las torres adosadas en los muros. La Torre de Espantaperros fue construida en 1169 y mide 20 metros hasta la terraza principal. Sobre el cuerpo principal se levantó otro cuerpo de forma cuadrangular. Su planta poligonal es muy típica de la época almohade, lo cual puede verse en lo bastante que recuerda a la Torre del Oro sevillana, que no es otra cosa que otra torre albarrana.

Según una tradición, esta torre recibió el nombre de Espantaperros por hallarse en ella antiguamente, -entre los siglos XVI y XIX-, una campana que tañía fuertemente para llamar a los servicios religiosos cristianos y que espantaba a los infieles que vivían en la ciudad, llamados en aquella época con el evocador nombre de “perros”. Por cierto, los restos de esta campana pueden verse en el Museo Arqueológico Provincial situado en la Alcazaba que hemos mencionado hace un poco.

Torre de Espantaperros desde el suelo - ©JMPhotographia

Tras esta visita a la zona más antigua de la ciudad fue ya momento de volver a coger el coche y hacer una breve visita a la otra parte de la ciudad, la que está en el lado norte de la orilla del Guadiana. No es que hubiera algo muy particular allí, -que por otra parte estoy convencido de que lo hay-, sino por ver la ciudad desde otro punto de vista.

Venga, va, no voy a mentiros, nos largábamos ya de la ciudad en dirección a Mérida pero nos confundimos en una rotonda y acabamos al otro lado del río, jajajaja. Pero bueno, debe concedérsenos el mérito de haber sabido aprovechar esta circunstancia y no simplemente deshacer el error. Nos acercamos al río para contemplar la majestuosidad del río Guadiana y de los puentes que tiene la ciudad, concretamente el de Palmas, que es el más antiguo y sugestivo.

Allí estaban, como esperándonos, una numerosa congregación de patos que, en su actitud, parecían estar haciendo alguna actividad deportiva, o tal vez taichí, y que un malvado perro les echó a perder al dirigirse hacia ellos como con una urgente necesidad de estropear lo que sea que estuvieran haciendo los alegres y simpáticos patitos.

Puente de Palmas sobre el río Guadiana - ©JMPhotographia

Y nada más sobre Badajoz. A mí me gustó. Creo que todo el mundo debería conjugar el conocimiento del mundo con el conocimiento de su país. Yo lo trato de hacer así. España es un gran país si sabes apreciarlo. Continuamos pronto esta tourné por Extremadura acercándonos a la ciudad de Mérida, donde os lo aseguro, hay mucho que ver y contar.

Galería de fotos de Badajoz:

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