De nuevo teníamos una salida a la carretera con El Jardín de María. En esta ocasión viajábamos a un lugar conocido, como anticipamos en una anterior publicación: Campo de Criptana. No pudimos llegar antes del anochecer por varias circuntancias, pero si se cambian los planes, por lo menos hay que cambiarlos bien.
Antes de salir de Rivas tuve tiempo de dar una vueltecita, así que me puse a hacer lo que hago. Finalmente salimos de Rivas-Vaciamadrid sobre las 17.00 del viernes sabedores de que habría tráfico a la salida de Madrid. Es sorprendente cómo Google sabe estas cosas y uno no, y además uno se empecina en emendar la plana a Google y eso siempre acaba saliendo mal. No siempre, pero casi siempre. El caso es que Google me hacía unas rutas muy raras para salir de Madrid, por carreras secundarias entre Rivas y la A-4: tenía sus razones, obviamente.
Al llegar a la A-4 por la M-50 comprendí enseguida el porqué de esas extrañas rutas. Obviamente, ya era tarde. ¡Atasco! Mil coches -mil se queda muy corto- y cientos de camiones rodando a 15 km/h durante un buen rato. Y nosotros entre Pinto y Valdemoro. Mejoró la carretera un poquito después de esa localidad, aunque no llegamos a viajar a un ritmo adecuado en ningún momento, si hay que decir la verdad.
Cansado de ese ritmo de carretera con bastante tráfico decidí salirme de la autovía y coger carreteras más pequeñas (y tranquilas). Ya era de noche y se nos ocurrió ir a El Toboso a visitar a nuestro amigo Víctor, que sabíamos que estaba allí. Víctor es un tipo curioso, ya que es una de las pocas personas que conozco, si no la única, que no tiene teléfono móvil, así que no podíamos localizarle para decirle que íbamos a verle. Así pues, nuestro plan era plantarnos en su pueblo y preguntar. Allí casi todo el pueblo le tenía que conocer, estábamos seguros: es el hijo del peluquero.
Tras dejar la A-4 justo después de pasar Madridejos, cogimos la CM-400 y pasamos por Camuñas y Villafranca de los Caballeros. Allí nos desviamos y tomamos la CM-3130 dejando a nuestra izquierda las lagunas grande y chica y atravesamos Quero y Miguel Esteban mientras a Carlos y a mí la Naturaleza nos llamaba. En Miguel Esteban la nomenclatura de la carretera cambia y pasa a llamarse CM-3162 y El Toboso está ya a un paso. Me gustan las carreteras secundarias, no sé si se nota; y no sé si me gustan más las carreteras secundarias o conducir de noche.
Llegamos a El Toboso y tras mirar las caras de la gente de dos o tres bares desde fuera nos decidimos por entrar en uno llamado Marjal. Allí respondimos a la llamada de la Naturaleza y repusimos fuerzas con unos pichitos de tortilla. Carlos preguntó y ¡zas! a la primera dimos con un hombre llamado Carre que conocía a Víctor. A partir de ahí empezamos un tour por todo el pueblo buscándole: primero en un bar llamado “La Competencia” (no estaba allí); luego en su casa (tampoco estaba allí); finalmente en la peluquería de su padre (¡BINGO!).
Y allí estaba Víctor, en manos de su padre recortándose el pelo. La peluquería era impresionante. Muy pequeña, eso si, pero todo en ella parecía de otro tiempo, clásico, tradicional, austero, casi espartano; con un encanto que sólo puede decirse “de pueblo”. Su padre lleva cortando y arreglando el pelo desde hace más de 60 años. No se sabe la cantidad de cabezas que habrán pasado por sus manos.
De la peluquería volvimos al Marjal, donde volvimos a hidratarnos y endulzarnos la vida. Y allí Carlos se encontró con otro antiguo amigo, Andrew. Un amigo que, curiosamente, estaba allí la primera vez que aparecimos en el Marjal, pero que Carlos no reconoció y Andrew tampoco a Carlos.
Tras hacer las fotos de rigor volvimos al coche y a la carretera. Campo de Criptana estaba a sólo 14 kilómetros por la TO-2999, una carretera que pierde su buen asfalto y su nombre al entrar en la provincia de Ciudad Real, que media entre El Toboso y Campo de Criptana. Reducimos la velocidad y continuamos por la CR-1101 hasta llegar a la CM-420 que nos llevó en un par de kilómetros a Campo de Criptana.
Nuestro destino final era el Moet Criptana, en el polígono industrial Pozo Hondo. Y ya nos tocaba trabajar: descargar, montar y probar sonido. Volvíamos a ser músicos.
La experiencia que tienen Carlos y David les ayuda y las pruebas de sonido cada vez son más fáciles y más cortas. Tampoco necesitan más. Un ratito de montaje y trabajo y a cenar y descansar un poco hasta el comienzo de la actuación. Aprovechamos y nos fuimos a cenar -dentro del coche, eso si- a la zona en la que están los molinos de viento. Se puede subir allí con el coche. Hacía frío, era noche muy cerrada y las nubes tapaban cualquier Luna que quisiera asomarse.
Tras descansar volvimos al Moet y Carlos y David se pusieron a tocar. Y yo a hacer fotos. El local es amplio, tiene un espacio para la barra, otro donde hay sillones con mesitas y otro pequeño sitio que es una especie de semiterraza o terraza techada con lona. El público estuvo mayoritariamente en la barra, cantando, bailado y acompañando con las palmas durante buena parte de la hora y tres cuartos que duró el concierto.
Tras él hubo un breve karaoke a cargo de David Hurtado, que se puso su traje de animador de cotarro por un momento. Su lista de reproducción es la adecuada y por eso siempre funciona.
Eran las 3 de la madrugada cuando tras cargar todo en el coche salimos camino hacia Madrid. Da mucha tranquilidad saber que te vas a enfrentar a la noche y no al tráfico de la autopista. Cambiamos de itinerario, ya que en lugar de regresar por la A-4 lo hicimos por la A-3 a través de Miguel Esteban, Quintanar de la Orden, Villanueva de Alcardete, Villamayor de Santiago, Pozorrubio, Horcajo de Santiago y Fuente de Pedro Naharro, hasta llegar a Tarancón.
Llegamos a casa sobre las 4.45 de la madrugada. Pronto volveremos a las andadas por esas mismas carreteras o parecidas para tocar en Alcaraz, provincia de Albacete.
¡Nos vemos!