Mi primera y única visita al Gran Cañón se produjo en mi primer viaje a Estados Unidos, producido en el junio de 2015, sin cámara réflex y sin una idea clara de lo que iba a encontrarme en cualquier lugar. A la hora de afrontar ese viaje me venían a la cabeza las ideas que nos influyen el ánimo, las icónicas imágenes de Los Ángeles, de Las Vegas o de San Francisco de las películas de Hollywood, y si, también otras cosas como los parques naturales repartidos por todos esos estados de California, Arizona, Nevada y Utah.
Si, iba armado con una muy modesta cámara compacta Nikon Coolpix con la que tuve un pequeño percance, una pequeña caída que rompió el cierre de la tapa de las pilas y que hizo que tuviera que hacer fotos ocupado siempre de mantener cerrado el habitáculo de las pilas para que aquel aparato funcionara. La calidad de la camarita era bastante limitada, un calidad que en aquel momento me parecía servible, pero que mirada con los ojos de hoy está muy por debajo de mis estándares. Me he dado cuenta de este hecho al hacer la selección de fotografías que quiero mostrar en este reportaje, ya que no resisten la comparación con las fotos que actualmente soy capaz de producir.
Por primera vez, y no será la última, las circunstancias me llevan a realizar un reportaje sobre un viaje vivido en primera persona con las fotos de otro, en este caso mi hermano, Francisco Moraleda, más conocido como Patxi. Así pues, todas las fotos son suyas, y la edición mostrada aquí de todas esas fotos, mía. Algunas pocas fotos están hechas incluso con su teléfono móvil, un HTC One que fue en su momento de lo mejorcito que se podía tener en Smartphones y que tenía una cámara bastante buena.
El Parque Nacional del Gran Cañón es uno de los primeros parques nacionales que fueron creados en los Estados Unidos, y para los más despistados, aclaro que aquí “Gran Cañón del Colorado” se refiere al río Colorado, que transcurre por varios estados, entre ellos Colorado; no al estado de Colorado. El parque tiene una extensión de cerca de 5 mil kilómetros cuadrados y su gran atracción, como indica su nombre, es la garganta del río Colorado.
El cañón, como es lógico, se puede visitar por ambos lados, es decir, por el borde norte y por el borde sur, si bien este último es claramente el más visitado por ser el lugar donde hay mayor número de carreteras, mejores vistas y donde se han acumulado los servicios como el Visitor Center y Gran Canyon Village, que es donde se encuentran las oficinas centrales del parque. Sólo hay un punto en el que ambos lados se conecten, el Puente Navajo. La mayor parte del Gran Cañón es un lugar tremendamente accidentado con puntos sin ningún tipo de accesibilidad y a los que únicamente se puede llegar en mula o a través de caminos forestales, algunos de ellos no aptos para principiantes.
Ni siquiera visitando el Gran Cañón y recorriendo varios de los puntos establecidos como miradores uno puede hacerse una idea clara y precisa de lo inmenso que es: ocupa una distancia de alrededor de 450 kilómetros de largo entre los lagos Powell y Mead y una anchura que varía entre los 5,5 y los 30 kilómetros. En cuanto a su hondura, tiene una profundidad media de 1.300 metros, alcanzando un máximo de 2.000 metros. Sin embargo, la fama del Gran Cañón no se debe a su profundidad, ya que hay otros cañones o gargantas más profundas. Lo que hace notable al Gran Cañón son sus vistas y el hecho de que estas mismas vistas permitan una magnífica visión de los diferentes estratos geológicos que relatan la historia del subcontinente norteamericano. Lo que se ve en el Gran Cañón es la constatación de una muy larga historia de erosión que ha ocasionado a lo largo de millones de años el propio río Colorado. La comprobación empírica de este fenómeno es la presencia en la zona de algunas rocas que se cuentan entre las más antiguas del planeta, datadas en 1.700 millones de años.
Una de las cosas que más fácilmente le pasan desapercibidas a los visitantes es la fauna que vive y sobrevive en el parque. Hay contadas 355 especies de aves, 89 de mamíferos, 47 de reptiles, 9 de anfibios y 17 de peces, sin contar innumerables especies de invertebrados. Entre los mamíferos que viven a una y otra orilla destacan el puma, el lince, el coyote y la cabra de las Montañas Rocosas, pero es difícil que un visitante llegue a poder avistar a cualquiera de estos animales. También hay especies el severo peligro de extinción como el cóndor de California, uno de las mayores aves que existen, que fue reintroducido en este hábitat en los años noventa.
También es notable en el Gran Cañón la presencia de fósiles, -incluso algunos muy antiguos que se remontan al Precámbrico-, consistentes en restos de algas y esporas. En el Gran Cañón se han hallado pelos, esqueletos y excrementos de animales que hoy en día ya no existen como los famosos mamuts y mastodontes.
Conocemos el Gran Cañón -y ahora estoy hablando como Occidental y hombre blanco- desde que el capitán García López de Cárdenas se topó con él en un viaje de exploración desde México cuyo objetivo último era encontrar las famosas siete ciudades doradas de Cibola. El Gran Cañón detuvo su exploración, ya que el explorador español renunció a cruzarlo por lo dificultad de poder realizarlo. Después de eso la zona quedó bastante olvidada hasta que un veterano de la Guerra de Secesión llamado John Wesley Powell, -¿os acordáis del Lago Powell?-, exploró la zona con una expedición de 9 hombres que costó la vida a tres de ellos. El relato de Powell atrajo, desde ese momento, la atención de los geólogos primero, y de los enamorados de la naturaleza después.
Respecto a la historia más moderna, hay que mencionar que en el siglo XX llegaron los cazadores y el ferrocarril, los hoteles y después las declaraciones del gobierno, primero en 1908 como Monumento Nacional y después en 1919 como Parque Nacional. Después llegaron las presas, la de Hoover y la de Glen Canyon. Finalmente, en 1979, el parque fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Fue el 14 de junio cuando conocí, -los dos sitios el mismo día-, el Parque Nacional del Cañón y Monument Valley, lugar del que haré un reportaje muy pronto. Un día caluroso, como no podía ser de otra manera en junio, y soleado, en el que son buenos compañeros un sombrero y unas gafas de sol. Habíamos llegado a Estados Unidos el día 10 por la tarde a Los Ángeles y habíamos pasado conociendo esta ciudad los dos días siguientes. El día 13 cogimos nuestro coche alquilado y nos dirigimos hasta la ciudad de Williams, en Arizona, parando en Barstow y haciendo un largo y discontinuo viaje conociendo muchos lugares de la historia de Norteamérica en la histórica ruta 66, que unió Santa Mónica con Chicago. Hicimos paradas en Outman, Kingman, la antigua gasolinera de Hackberry y Seligman.
Muchos de los visitantes del borde sur del Gran Cañón lo hacen desde la ciudad de Williams, a través de la Ruta Estatal de Arizona 64. Esta carretera gira a la derecha para seguir su recorrido dejándonos de frente la entrada al parque, por lo que si uno sigue de frente llega rápidamente al Visitor Center, donde hay un gran y a veces abarrotado aparcamiento y donde esté el que para muchísimos visitantes es el primer punto de observación del Gran Cañón: Mather Point.
La primera impresión que uno tiene del Gran Cañón es la que queda. Todas las ideas que uno lleva consigo de antemano quedan pequeñas cuando uno se asoma a aquel abismo. No es que te haga de repente creer en Dios, pero si logra ponerte ciertamente en perspectiva de lo que un simple hombre es en comparación con lo desaforada e inabarcable de la Naturaleza. Lo primero que te preguntas es dónde está el río, porque no se ve tan fácilmente. Lo cierto es que está bastante lejos de ahí, a más de 4 kilómetros de distancia, y que si logras agudizar la vista seguramente conseguirás verlo en algún punto donde la física de los objetos lo permita.
En seguida el visitante se da cuenta de lo atrayente que resulta el lugar para otras personas. En nuestro caso, no es que no se pudiera andar, pero si que puede resultar molesto para algunas personas obtener la mejor posición para admirar con hondura todo aquello.
Hay en el parque un servicio de autobuses gratuitos, -su pago entra con la entrada-, que consta de un total de cuatro líneas, si bien dos de ellas son las que te llevan a los puntos de visión o miradores, una hacia el este y otra hacia el oeste. En nuestra planificación habíamos previsto acercarnos a los puntos de visión del oeste en autobús y hacer lo propio con los puntos del este ya parando en cada uno usando el coche.
Una de las grandes ventajas de Mather Point es que su área de observación es bastante grande, algo que resulta muy lógico teniendo en cuenta que está en la principal entrada al parque. Desde el mirador se puede ver el cercano punto de Yavapai Point.
Y precisamente allí nos dirigimos después, a Yavapai Point, y lo hicimos andando, si no recuerdo mal, para tomar allí el autobús de la línea roja con el que recorreríamos todos los miradores situados hacia el oeste del Visitor Center. Es un mirador pequeño en lo que respecta a infraestructura, -aparcamiento vamos-, aunque si hay una pequeña estación de observación que vende libros y muestra información sobre geología e historia del Gran Cañón.
Yavapai Point es uno de los puntos de observación más cercanos al río Colorado, lo que permite vistas hacia arriba y hacia abajo del desfiladero.
Así pues, la primera vez que nos bajamos del autobús fue en Maricopa Point, que es uno de los miradores más frecuentados de todo el parque. A mí, particularmente se me hace imposible aconsejar un punto sobre otro, porque las vistas que podemos disfrutar en cada uno de ellos son distintas e igual de excitantes.
En Maricopa Point el borde del Gran Cañón forma un promontorio bastante estrecho que acaba cayendo verticalmente, aunque continúa mucho más abajo como una delgada cresta. La vista es amplia y se ven muchos kilómetros de diferentes senderos. Hacia el oeste se encuentran los restos de la Orphan Mine, una mina de cobre, plata y vanadio fundada en 1893 en la que a mitad de los cincuenta se encontró uranio, lo cual la hacia muchísimo más provechosa que anteriormente. No obstante, el miedo a los residuos radioactivos hizo que algunos senderos tuvieran que ser desviados.
La siguiente parada fue Hopi Point, un mirador mucho más abierto que el de Maricopa, que se halla situado en una estrecha estribación, por lo que las “paredes” del propio cañón se encuentran mucho más cerca del observador. Hopi Point es un sitio muy concurrido, pero sobre todo cuando ya cae el sol y la luz dorada de los últimos momentos de la tarde pinta las áridas crestas de un dorado mágico. Es un espectáculo ese que no pudimos vivir, ya que nuestra visita se produjo por la mañana.
Hopi Point es además el punto más septentrional de esta parte del borde sur del Gran Cañón. La visión panorámica es, como decimos, muy grande, y los ojos pueden abarcar más de 30 kilómetros de distancia, permitiendo alcanzar con la mirada Havasupai Point y la Gran Divisoria Escénica. Justo enfrente, en el borde norte, hay un grupo de mesetas prominentes que reciben nombres que honran al antiguo Egipto: se llaman Templo de Isis, Templo de Horus y Templo de Osiris, nombradas así por el escritor Clarence Dutton en la década de 1880.
En Mohave Point disfrutamos de un paisaje similar al de Hopi Point, ya que no está muy lejos. Desde allí podemos ver los acantilados que rodean The Abyss y continúan hasta Pima Point, a unos tres kilómetros más hacia el oeste. Debajo de esos acantilados hay una buena vista del río, del que se pueden ver unos 800 metros.
Justo debajo de Mohave Point hay una meseta de arenisca roja con bordes irregulares conocida como The Alligator.
El último de los miradores que visitamos de este lado oeste fue Pima Point, que puede usarse como un lugar para sentarse y descansar un poco, ya que cuenta con tienda de regalos y con cafetería con baño.
Una vez de vuelta al aparcamiento del Visitor Center, recogimos nuestro coche de alquiler y nos dirigimos hacia el este por la Desert View Drive, donde nos esperaba en primer lugar Grandview Point. Es cierto que hay otros puntos de observación donde podíamos haber realizado paradas y echar un vistazo, pero tuvimos que elegir sólo algunas de ellas porque nos esperaba después Monument Valley, y teníamos que llegar hasta allí antes de que se hiciera demasiado de noche: de lo contrario no nos hubieran dejado entrar al recorrido que hay allí.
Grandview Point es el punto más meridional del borde sur del Gran Cañón y se asoma sobre una amplia curva que hace a la izquierda el río Colorado desde nuestra perspectiva. Éste es un punto considerablemente alejado de Mather Point, y también del propio río, que está a unos 6’5 kilómetros de distancia. Este alejamiento del río comporta que los barrancos tienen una extensión mayor y con bordes menos empinados, lo que contribuye a que los senderos que tienen su origen por esta parte del borde sur sean mucho más practicables y asequibles para senderistas menos experimentados, si bien una vez llegado al borde del río la cosa se escarpa muchísimo.
El mirador está ligeramente obstruido por los árboles allí presentes, pero a poca distancia por el sendero Grandview se pueden obtener las mejores vistas que podemos tener en este punto de observación. Grandview Point está también más elevado, por lo que recibe más lluvias y la vegetación es más rica y los bosques más densos. Fue también uno de los puntos de esta parte del Gran Cañón que se desarrolló antes en lo que se refiere a instalaciones y servicios para los turistas: ya hubo allí un hotel construido en 1895.
El siguiente punto en el que paramos fue Lipan Point. Este punto está separado casi un kilómetro de la Desert View Drive, pero merece la pena, -el esfuerzo se hizo en coche-, porque ofrece una magnífica vista panorámica, únicamente empañada por un bosque de pinos en el lado este. Allí comienza el sendero Tanner, que recorre una distancia de casi trece kilómetros.
Desert View Watchtower fue el final de nuestro recorrido por el Parque Nacional del Gran Cañón. Este punto es lo primero que ven los visitantes del Gran Cañón que acceden a él por el este. Presenta un panorama bastante diferente al que se puede observar en otros miradores, puesto que un tercio de lo que se vislumbra son las llanuras de Painted Desert, en el lado este del río Colorado, que ya casi ha girado hacia el norte. La carretera que nos había llevado hasta allí, la Desert View Drive, ya no puede seguir acompañando al río en este punto y se separa de él en dirección sureste por la presencia del río Pequeño Colorado, que cerca de allí tributa sus aguas a su hermano mayor. No obstante, hoy otros puntos de observación a los que se puede tener acceso mediante sendero, como Comanche Point.
En Desert View Watchtower hay bastantes instalaciones y servicios entre los que se incluyen una gasolinera, una librería, una tienda, un restaurante, un camping, una estación de los agentes del parque y, como no, la histórica torre de vigilancia que da nombre y sentido al lugar, construida en 1932 justo al borde del acantilado. Allí comienza un sendero que llega a Comanche Point atravesando el Painted Desert y llega, tras casi veinte kilómetros a Cape Solitude, justo donde el Pequeño Colorado le entrega sus aguas al “Gran Colorado”.
Las vistas desde Desert View Watchtower abarcan muchos kilómetros de cañón, innumerables picos y barrancos y varios kilómetros del río. Es el punto preferido por los fotógrafos, según dicen, para hacer fotos por la mañana temprano, cuando el sol ilumina por primera vez los acantilados que están en el lado de enfrente.
Y ya está, he terminado. Es una pena no haber tenido dos o tres días para haber podido explorar con tranquilidad millas y millas de senderos que seguramente nos hubieran llevado a sitios maravillosos, pero me consuela el hecho de simplemente haber podido estar allí, admirando aquel pedazo del corazón de la Naturaleza delante de mí, de haber estado frente a abismos que inquietan el alma y de cielos que al mismo tiempo la tranquilizan.
El Gran Cañón del río Colorado es, hasta el día de hoy, una huella profunda que no solamente ha sido producida en la tierra, sino también en mis recuerdos y vivencias. Me gustaría volver algún día y detenerme allí, hacer mejores fotos, aprovecharme de todos los conocimientos y de todo el equipamiento que poseo ahora, aunque sé, -y eso me tranquiliza-, que seguramente eso no va a producirse nunca.
En muy poco tiempo continuaré este relato con la visita que realizamos seguidamente a esta, ya cuando caía la tarde, a Monument Valley, otro lugar que impresiona, de esos que al verlos enseguida adviertes por qué a lo largo de la historia humana han sido considerados como sitios de poder, como tótems que nos relacionan con la misma Naturaleza indómita de la que procedemos y de la que a veces se nos olvida que pertenecemos.
¡Hasta la vista! Os dejo con todas las fotos que realizó mi hermano en el Gran Cañón del río Colorado: