Mi nombre es Javier Moraleda. Desde hace ya bastante años siento una atracción inconcebible hacia la fotografía y desde unos pocos años cuento con una cámara réflex que me ha dado muchas alegrías y que he ido acompañando de otros “aparatos” que me han ido convirtiendo poco a poco en un fotógrafo.
Gracias a que mi hermano, Carlos Moraleda, cursó “Imagen y sonido” en su adolescencia, siempre hubo en casa cosas tales como las características fundas negras de carretes, apuntes con números y tablas extrañas y libros como el famoso Langford: “La fotografía paso a paso”. No obstante, lo más aparatoso que hubo alguna vez en casa fue una ampliadora en una caja con todo lo que se necesita para revelar un carrete en blanco y negro: un tanque de revelado con sus espirales, cubetas, pinzas, químicos tales como Rodinal y, claro, lo más importante, una ampliadora como las que ya no quedan. Todo ello lo conservamos con su caja de cartón original y todavía de vez en cuando salimos al campo y hacemos unas fotos con su vieja cámara Ricoh y las revelamos nosotros mismos.
Mi formación es muy distinta. Yo soy filólogo clásico, especializado en latín, y he participado en varios congresos internacionales y mis trabajos han sido publicados en prestigiosas revistas especializadas. En fotografía soy un autodidacta con mucho entusiasmo que un día se dio cuenta de que le encantaba capturar la luz y las sombras, un obsesionado por conseguir “la foto” que un día consideró que tenía la calidad suficiente como para ganar dinero con su pasión.
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