Tras nuestro paso por el barrio de Gaztambide nos toca continuar el recorrido por el vecino barrio de Arapiles. Este nuevo barrio es ligeramente más grande que el anterior, claro que eso no es noticia en realidad, ya que en el distrito de Chamberí vamos a ir siempre desde el barrio más pequeño hasta el más grande. El barrio de Arapiles tiene una extensión de 57,82 hectáreas y una población de poco menos de 25 mil habitantes. Ambos datos combinados nos dan una densidad de población de 427 habitantes por cada hectárea.
Al igual que el vecino barrio de Gaztambide, Arapiles continúa siendo una zona de calles eminentemente rectas con una planificación viaria muy similar. Es un gran damero de calles que se cruzan y que constituyen manzanas de una extensión similar en la mayoría de los casos, pero que, de forma ocasional, se ve interrumpido por las necesidades de la ciudad y produce espacios más grandes, como es el caso de la manzana que alberga el Parque Móvil del Estado, que ocupa dos manzanas. La calle de Alberto Aguilera, que busca una diagonal, también produce varias manzanas de mayor tamaño.
El nombre del barrio procede de la calle de Arapiles, que va desde la Glorieta de Quevedo hasta su encuentro con la calle de Meléndez Valdés, justo en el cruce con la calle de Vallehermoso. Por su parte, Arapiles es un municipio de la provincia de Salamanca, famoso por haberse producido allí una batalla de la Guerra de la Independencia. En esa localidad, precisamente, entre sus cerros, se dieron cita las tropas españolas, portuguesas e inglesas al mando de duque de Wellington con el ejército francés comandado por Auguste Marmont en un caluroso día de julio del año de 1812.
Comenzamos nuestro recorrido por el barrio de Arapiles viajando por la calle de Alberto Aguilera en dirección sureste. Esta calle va desde la Glorieta de Ruiz Giménez, en la calle de San Bernardo, hasta la calle de la Princesa. Antes de recibir su nombre actual se llamó Paseo de los Areneros. Tiene su origen esta vía en los llamados “bulevares” que se diseñaron a finales del siglo XIX para dotar a la ciudad de vías modernas que mejoraran la comunicación que se trazaron sobre las antiguas rondas que, a su vez, seguían el trazado de la Cerca de Felipe IV de la que ya hemos hablado en varios capítulos de “Conociendo mi ciudad”. En la Glorieta de Ruiz Giménez estuvo ubicada precisamente una de las cuatro puertas principales que tenía esa cerca, la llamada Puerta de Fuencarral.
La calle lleva el nombre Alberto Aguilera y Velasco (Valencia, 1840-Madrid, 1903), abogado que estuvo muy vinculado a la administración local y provincial de Madrid, -fue alcalde de Madrid en tres ocasiones distintas, concretamente entre 1901 y 1902, 1906 y 1907 y 1909 y 1910-, y que, en lo que respecta a la política nacional, fue ministro de la Gobernación en el gobierno de Mateo Sagasta.
Pasadas tres calles a nuestra izquierda, justo cuando la calle de Vallehermoso comienza su camino hacia el norte, se encuentra el Hotel Leonardo, y delante de este hotel, una estación de servicio con historia y con alto valor arquitectónico. Actualmente es conocida como Gasolinera Gesa, pero anteriormente recibió el nombre de Gasolinera Porto Pí y Estación de Servicio para Automóviles.
Junto con la Casa del Marques de Villora, de Rafael Bergamín, en el barrio de El Viso, esta gasolinera está considerada como el origen de la arquitectura racionalista madrileña. La estructura se mostraba en su origen con toda sinceridad y mostraba los tres elementos esenciales que conforman desde entonces la tipología arquitectónica de las estaciones de servicio para automóviles: una gran marquesina, la caseta de venta y el tótem publicitario. Esta gasolinera tenía dos marquesinas, una principal de hormigón armado y otra secundaria y superior en altura que era mas pequeña. El interior tenía espacio para una pequeña oficina y una minúscula vivienda que usaba el empleado de la gasolinera, además de una zona destinaba a la exposición de vehículos.
La obra fue pionera porque se adentraba en un estilo “sin estilo”, con referencias al pasado, guiños a la arquitectura de Gaudí, adornos art déco, resultando de todo ello una mezcla que daba al conjunto un estilo marcadamente vanguardista y expresionista, algo único para la época en la que fue creada.
Fue obra del arquitecto Casto Fernández-Shaw en 1927, tardándose sólo 50 días en completarse. Fue derruida parcialmente en 1977, lo que ocasionó la pérdida de las partes más significativas y desvirtuó su esencia por completo, por desgracia. En 1996 fue reconstruida como réplica exacta de la gasolinera original.
Se levantó por encargo de Ignacio Fuster Otero para Petróleos Porto Pi, Sociedad anónima, empresa que por aquel entonces ostentaba el monopolio del refinado y la venta del petróleo proveniente de la Unión Soviética en España. Petróleos Porto Pi fue expropiada ese mismo año por un Real Decreto que establecía la otorgación del monopolio de petróleos a la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos, Sociedad Anónima. Si juntáis todas las primeras letras de ese nombre sale algo así como… CAMPSA.
Justo detrás de la Gasolinera Gesa está el Hotel Leonardo, perteneciente a la cadena Leonardo Hotels, que es el nombre de la división europea, con sede en Berlin, del grupo hotelero israelí Fattal Hotels. Este grupo israelí fue fundado en 1998 por David Fattal, y a fecha de hoy dispone de más de 200 hoteles en Israel y en Europa. Los hoteles Leonardo, de categoría de tres y cuatro estrellas, están presentes en Alemania, Bélgica, Suiza y últimamente están aterrizando en las principales lugares atractivos de Europa. Actualmente, en España y después de poco más de cinco años de presencia, hay siete hoteles Leonardo, tres en Madrid, tres en Barcelona y uno en Granada, pero nuestro país está en el foco principal de los planes de expansión de Leonardo Hotels, aunque esos planes seguramente han sido trastocados por la pandemia del Coronavirus (Covid-19).
El hotel que tenemos delante fue incorporado al catálogo de la empresa en 2016, después de una completa renovación de sus instalaciones por cuenta del prestigioso decorador alemán Andreas Neudahm. Diseño moderno, cuidado y acogedor, detalles singulares y llamativos e imágenes emblemáticas de Madrid es lo que ofrece este inmueble al cliente, que cuenta con tres categorías de habitaciones: confort, superior y deluxe. Un total de 153 habitaciones que oscilan entre los 19 y 25 metros cuadrados, algunas de ellas con balcón.
Una vez que dejamos el hotel atrás y proseguimos por la calle de Alberto Aguilera nos topamos con el Monumento a los Héroes de Baler. Se trata de una gran escultura que rinde merecido homenaje al destacamento español que todos conocemos mejor con otro nombre, el de “los últimos de Filipinas”: un grupo de hombres que entre julio de 1898 y junio de 1899 defendió la iglesia del pueblo de Baler, en la isla de Luzón, de las tropas filipinas que la asediaban.
Este monumento, en bronce, es obra de Salvador Amaya, que siguió un boceto del pintor Augusto Ferrer Dalmau que representaba al teniente Saturnino Martín Castillo empuñando un arma y vigilando en lontananza. La estatua tiene 3 metros de altura sobre un pedestal en el que se pueden leer muchas cosas: la fechas entre las que se llevó a cabo aquella resistencia, los nombres de los 54 soldados que resistieron aquel asedio y palabras en su recuerdo.
Podemos verlo en este emplazamiento desde el 13 de enero de 2020,fecha en la que fue donado al Ayuntamiento de Madrid por la Fundación Museo del Ejército con motivo del 120º aniversario del evento histórico.
El monumento sirve, prácticamente, de puerta de entrada a la Plaza del Conde del Valle de Súchil, un nombre bien rimbombante que siempre me hizo gracia y me pareció bastante curioso. El condado del Valle de Súchil es un título nobiliario español creado por Carlos III en 1775 y concedido en favor de José del Campo Soberón, rico empresario de minas y latifundista de Súchil, en Nueva Vizcaya, que actualmente está en México. El título duró realmente poco, ya que cayó en desuso con el fallecimiento del segundo conde. Sin embargo, el rey Alfonso XIII lo revivió en 1919, otorgándoselo a José María de Garay y Rowart. El título sigue hoy vivo y está en manos del quinto conde, llamado Ramón de Garay y Despujol.
En cuanto a la plaza, su característica principal es que es alargada, muy alargada, si tenemos en cuenta su largura por su estrechez. Su nombre viene, precisamente, por el tercer conde del Valle de Súchil, que además de abogado y político, fue también alcalde de Madrid. La plaza puede ser fácilmente dividida en dos partes, una norte, entre las calles de Arapiles y Rodríguez Sampedro que tiene dos grandes edificios residenciales enfrentados a uno y otro lado que además son idénticos y entre los que media un jardín y un amplio aparcamiento de superficie; y otra sur, entre las calles de Rodríguez Sampedro y de Alberto Aguilera, que consiste en un parque ajardinado con una fuente en el centro mediando edificios no idénticos que asoman a cada uno de los lados.
El lugar en el que está la plaza ocupa el sitio del antiguo Cementerio General del Norte, que fue construido en 1804 y desmantelado en 1884. Fue éste el primer cementerio de Madrid y estaba ubicado en la zona norte de la ciudad, justo al otro lado de la Cerca de Felipe IV. En 1994, durante unas obras de construcción de un aparcamiento, se encontró una fosa común con 320 cadáveres. Los edificios que rodean la plaza son notablemente altos, de 9 alturas, comparados con el resto del barrio, que no suelen pasar de siete. La plaza, como tal, fue inaugurada en 1958, siendo alcalde de Madrid don José Finat y Escrivá de Romaní.
En la plaza, o en sus inmediaciones, hay varios sitios que tenemos que destacar. Vamos a por ellos de uno en uno. A nuestra izquierda se alza el Gran Hotel Conde Duque. Estamos ante un elegante establecimiento hotelero de cuatro estrellas, de corte sobrio y distinguido que tiene como principal activo su ubicación a tiro de piedra del centro de la capital o las zonas de compras más reconocibles de Madrid. El edificio que alberga este hotel está declarado como de carácter singular desde 1952, algo justificable por su sencillez en los estampados y tapices, la sobriedad en su decoración y por su tenue iluminación, algo que todo en conjunto logra recrear esa atmósfera tan característica de los hoteles del principio del siglo XX.
Dentro de este hotel se pueden encontrar espacios dedicados a la gastronomía como un salón-buffet o un bar-cafetería, rincones lúdicos como la llamada Olvidoteca, que no es otra cosa que una biblioteca que da cobijo a libros que los viajeros dejaron olvidados en su paso por el hotel y un Salón de Té decorado al estilo francés de primeros de siglo donde el viajero puede probar variedades exclusivas de todas las partes del mundo.
Relacionado con esto último, una cosa muy curiosa de este hotel es que el huésped puede elegir, en el momento de la reserva, entre una selección de aromas naturales que tendrá su habitación: bambú y té verde, madera y especias, romero, huerto mediterráneo, etc.
A la derecha tenemos una librería que ha sido importante para mí, ya que está especializada en lo mío, la filología. Nos estamos refiriendo a la Librería Marcial Pons, el espacio especializado en ciencias humanas más importante de Madrid, por lo menos a mi entender. Palabra de filólogo. Esta librería lleva abierta ya más de 70 años, no sólo como librería propiamente dicha, sino como punto en encuentro entre profesionales y apasionados del Humanismo entendido como actividad intelectual humana y como espacio editorial propio que incluye cuatro vectores de actividad hasta el momento: ediciones jurídicas y sociales, ediciones de historia, ediciones de Argentina y ediciones do Brasil.
El fundador de la librería fue el zaragozano Marcial Pons Abejer (Calatayud, 1915 – Madrid, 2011), que tras muchos años de experiencia profesional en el sector librero decidió establecer su propia librería en 1948 en la zona de la Plaza de Callao primero y en calle de Bárbara de Braganza más tarde. Marcial Pons, desde el principio, y gracias a esa experiencia en el sector, apostó por la especialización como herramienta para dar un mejor servicio a todos aquellos profesionales y no profesionales que necesitaban de sus servicios. No se equivocaba, como lo demuestra el hecho de que fuera distinguido con la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo y la Medalla de Honor de la Universidad Carlos III.
Marcial Pons posee dos tiendas en Madrid. La que tenemos delante está especializada en Humanidades y Ciencias Sociales, la otra, en la calle de Bárbara de Braganza, número 11, es la que tienes que visitar si buscas bibliografía en materia de Derecho, Economía y Empresa.
También en la parte derecha, pero andando un poquito más hacia el norte, encontramos el Hospital Universitario de Madrid, ahora llamado HM Madrid, un hospital antiguo rehabilitado en 1990 y convertido en el primer hospital de HM Hospitales, un grupo hospitalario privado de los más importantes de la Comunidad de Madrid.
Este hospital dispone de todas las especialidades médicas y de un servicio de urgencias de carácter permanente y da servicio desde hace más de 30 años tras rehabilitar y modernizar el edificio del antiguo Hospital de San Pedro. El centro dispone de 99 camas repartidas en UCI de adultos y habitaciones de hospitalización de carácter individual, laboratorio de análisis clínicos con Microbiología, Hematología y depósito de sangre, laboratorio de Anatomía Patológica, endoscopia digestiva, broncoscopia diagnóstica y terapéutica, entre otras instalaciones.
Hoy en día, buena parte de la población ve con malos ojos la sanidad privada, -no es mi caso-, pero según he podido saber, todos los médicos que trabajan en este hospital son copropietarios de la empresa, junto con otros accionistas particulares no vinculados a la medicina, por lo que, como médicos, según dicen, son los primeros interesados en que los beneficios obtenidos se vuelvan a reinvertir en una buena dotación tecnológica y humana que repercuta en la calidad de servicio que da el propio hospital.
Justo en mitad de la plaza, pero en su lado izquierdo, hay un curioso arco que no sé si tiene nombre. Yo lo llamaré el Arco de la calle de Rodríguez San Pedro. Resulta que encima de ese arco hay nada menos que siete plantas pertenecientes a un edificio, que en realidad tiene 9 plantas, -como ya hemos dicho antes-, pero lo que ocurre es que el arco rompe las dos primeras alturas.
La calle de Rodríguez San Pedro está dedicada a Faustino Rodríguez San Pedro y Díaz Argüelles (Gijón, 1833 – Gijón, 1925), político asturiano que en su quehacer profesional llegó a ser alcalde de Madrid, y que fue famoso en su época por su longevidad y por la longitud de sus discursos. En cuanto a la calle, va desde la calle de San Bernardo hasta la calle de la Princesa, siendo una vía de un único sentido desde nuestro arco hasta su final.
Saliendo de la Plaza del Conde del Valle de Súchil por el norte y girando a la izquierda por la calle de Arapiles llegamos a la calle de Vallehermoso y caminando una manzana al norte no tardamos en llegarnos al Mercado Municipal de Vallehermoso, situado en la esquina de la calle de Fernando el Católico.
Construido en 1930 e inaugurado en 1933, el Mercado de Vallehermoso fue notorio por lo novedoso de su estructura arquitectónica, ya que era con mucho diferente a la de los demás mercados de abastos de la época. Desde 2017, como otros muchos mercados municipales que ya hemos visitado, entró en la moderna propuesta de ser un mercado fijo de productores, donde uno además de comprar carne, pescado o huevos puede también comer y cenar en diferentes establecimientos que ofrecen propuestas culinarias diversas.
Son 62 los puestos que refieren al mundo la oferta de productos que tiene el mercado, alimentos de buena calidad a buenos precios, entre los que se encuentras tiendas tradicionales como carnicerías, pescaderías, fruterías, pollerias y panaderías, pero también otras especializadas en productos italianos, en especias o en tés, por ejemplo. La galería de productores, situada en la planta baja, reúne 22 pequeños negocios artesanales dedicados a la alimentación desde una producción tradicional, respetuosos con el medio ambiente y procedentes del área local más cercana.
Tomando la calle de Fernando de los Ríos hacia el oeste llegamos sin demora al Teatro de La Abadía, que se llama así por una razón. Y es que el Teatro de La Abadía fue fundado en 1995 en el edificio de la antigua Iglesia de la Sagrada Familia, llamada así desde la finalización de la Guerra Civil lo que, desde su concepción iba a ser un hospital de epidemia, si, como el Isabel Zendal. El teatro que hoy tenemos es la capilla y el salón de actos de dicha iglesia.
Su fundador fue José Luis Gómez, oriundo de Huelva y con una amplia formación y experiencia en los teatros de toda Europa. Su primer espectáculo fue Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte de Valle-Inclán. Desde entonces el Teatro de La Abadía ha sido no sólo una escuela para actores sino un laboratorio de investigación que realiza estudios de teatro y de técnica teatral, produciendo varios montajes por temporada entre los que han destacado obras de Brecht, de Alberto San Juan, de Gorki o de Alfredo Sanzol, todas ellas galardonadas con premios Max.
La calle de Galileo nos conduce rápidamente hacia el norte y hasta el límite norte del barrio de Arapiles, marcado por la calle de Cea Bermúdez. Justo antes de llegar a esa calle pasamos por delante de la sala Galileo Galilei. Yo diría que casi todo el mundo, aunque no haya ido nunca a un concierto, conoce el nombre de esta sala, inaugurada en octubre de 1985 en el antiguo local del Cine Galileo. Yo, la verdad, no sé si he estado dentro alguna vez, tengo la duda, pero si me tengo que decantar por una u otra opción, diría que no he estado nunca. Parece ser que por dentro la sala tiene una decoración inspirada en un templo griego, “inspirada”, no “basada en”, por lo que he podido ver en las fotografías de su interior.
En sus inicios, a los dos o tres conciertos que albergaba cada semana había que sumar las charlas, las copas, las partidas de billar que se daban como en cualquier pub de la noche madrileña, a lo que había que añadir, en otras ocasiones, interesantes exposiciones fotográficas y de pintura donde los jóvenes artistas madrileños y no madrileños podían exponer sus creaciones.
Muchos de los artistas que actualmente están consagrados dieron sus primeros conciertos sobre este escenario, así como otros que ya no están con nosotros, y no sólo hablamos de músicos, sino también de magos y mentalistas, de humoristas, de modelos y de otras disciplinas e intereses a los que también ha dado cabida la sala Galileo Galilei.
No sé cómo estará la sala ahora, tras la pandemia de Covid-19, pero antes era la típica sala con mesitas, tipo cafetín, donde uno disfrutaba cómodamente de un concierto con gran proximidad del artista a quien había ido a ver y escuchar disfrutando de una copa y de la compañía de los amigos. Habrá a quién le guste más este formato o quien prefiera desatar su pasión de pie y pegando botes, eso está claro.
Por último, no podemos pasar por alto la todavía relación de esta sala con el mundo del cine, ya que desde 1986, es decir, desde el año siguiente a la reconversión de cine a sala de conciertos, se vienen entregando tres veces al año los premios “Gustavito” que otorga la escuela de cine y de teatro Metrópolis-ce.
La calle de Cea Bermúdez, que ya hemos visitado en el capítulo anterior, y de la que hemos hablado también, nos va a servir para caminar en dirección este para encontrarnos con los próximos dos puntos de interés de nuestro recorrido por el barrio de Arapiles. Vamos a ello.
En la propia calle de Cea Bermúdez, tras pasar la calle de Vallehermoso en nuestro camino hacia el este, está situado el Parque Móvil del Estado. Éste es un organismo autónomo de carácter comercial adscrito al Ministerio de Hacienda cuyo campo de actuación es la administración y gestión de los automóviles y la prestación de servicios de transporte de pasajeros a los miembros de la administración General del Estado y otras entidades estatales.
Su sede está en una parcela de 26.700 metros cuadrados, sobre la que se levantan 6 plantas y se esconde un sótano, bajo la superficie. En total hay tres espacios cuyo finalidad es bien distinta, ya que uno está dedicado a la administración, -el edificio que da a la calle de Cea Bermúdez-, otro a hacer las veces de aparcamiento, y otro para ser ocupado por el taller de repuestos.
El taller es bien distinguible, -aunque no desde la calle-, por ser una gran nave con techo de dientes de serrucho. En realidad, el Parque Móvil del Estado está pensado como una pequeña ciudad autosuficientes con pistas deportivas, tiendas, escuelas y hasta una iglesia, ya que la Iglesia Parroquial de San Cristóbal y de San Rafael, que visitaremos más tarde, puede considerarse inserta dentro del conjunto del Parque Móvil de Estado, donde, por cierto, hay un mural de 26 metros de largo por 1,6 metros de alto, obra de Germán Calvo, títulado “Los oficios del automóvil“, pintado en 1951, en el que se representan distintas escenas del mundo del automóvil como la tapicería, la carpintería de los vehículos de madera, la construcción del propio Parque Móvil, etc. Se trata de un mural que trataba de ser émulo de los famosos murales industriales que pintó Diego Rivera a principio de los años 30 en las factorías de automóviles de Ford y General Motors en la ciudad de Detroit.
El Parque Móvil del Estado, muy a menudo abreviado con las siglas PME, fue creado por decreto en 1935, denominándose en aquella época Parque Móvil de Ministerios Civiles, Vigilancia y Seguridad, contraponiéndose a los otros parques móviles que existían, como el de Guerra y Marina y el de la Guardia Civil. Depende del Ministerio de Hacienda desde 1967 y pasó a llamarse Parque Móvil Ministerial en 1968 a través de sendos decretos. Y podéis adivinarlo, un nuevo decreto, -ya Real Decreto-, en 1999 le dio el nombre que tiene en la actualidad.
El Parque Móvil del Estado administra los servicios de automovilismo de la Administración General del Estado, organismos públicos y demás entidades de Derecho Público, vinculadas o dependientes de la Administración General del Estado, así como los de los Órganos Constitucionales del Estado. En 2015 el Parque Móvil del Estado disponía de 648 vehículos de servicio y empleaba a 925 personas, de las que 767 eran conductores, es decir, más de 4/5 partes del total de empleados.
Justo al lado del Parque Móvil del Estado están los llamados Teatros del Canal. Es éste un complejo moderno que cuenta con más de 35 mil metros cuadrados dedicados a las artes escénicas. El edificio, obra de Juan Navarro Baldeweg, fue Premio Nacional de Arquitectura, y fue inaugurado en 2009 con todos los modernismos de nuestra época, por supuesto.
Dentro de los Teatros del Canal se encuentran tres salas diferentes: la Sala Roja, la más grande, que cuenta con un aforo de 843 butacas, la Sala Verde, con 778 asientos, y la Sala Negra, la más pequeña de las tres, con una capacidad de sólo 180 localidades. Dentro de este teatro se encuentra también el Centro Danza Canal o CDC, espacio para la enseñanza de la danza en la que ensayan de modo temporal diferentes compañías de bailarines aprovechándose de 9 aulas que pone a su disposición el complejo.
La programación de los Teatros del Canal es muy variada en estilos y contenidos, ya que podemos ver desde clásicos hasta piezas modernísimas y, por supuesto, conciertos, espectáculos de danza, zarzuela, opera o cabaret. También acoge este teatro de forma regular festivales periódicos organizados por la Comunidad de Madrid como el Festival de Otoño a Primavera, Madrid en Danza, Teatralia, Suma Flamenca y Arte Sacro.
Llegamos a la calle de Bravo Murillo y giramos a la derecha para ir en dirección sur. No hay que caminar mucho para dar con un pequeño espacio a modo de placita en el que está la Parroquia de San Cristóbal y de San Rafael, un nuevo ejemplo de iglesia madrileña que comparte la advocación de dos santos en su nombre. El de San Cristóbal lo entendemos por estar ubicada esta iglesia en la que antiguamente se llamaba Colonia de San Cristóbal, constituida por el grupo de viviendas que se levantaron para dar cobijo a los trabajadores del Parque Móvil del Estado. El nombre, fue elegido, de forma obvia, por ser San Cristóbal el patrón de los conductores.
No me ha sido fácil encontrar información sobre la historia de este templo. Puedo contar que es una iglesia más o menos nueva, de principio de la segunda mitad del siglo XX, porque tengo constancia de que se celebró allí el primer bautizo el 12 de junio de 1957. Se trataba de un niño que nació en un taxi, así que no puede ser más automovilística la cosa. Dicho niño fue apadrinado por el alcalde de Madrid y por el presidente de la Cooperativa de Taxistas. Se llamó, por supuesto, Cristóbal, y recibió él y su familia una serie de regalos, como una cadena y una medalla de oro, una canastilla, dinero en efectivo que consiguieron los taxistas con sus propinas de aquel día. Lo más significativo fue el regalo del ayuntamiento: las llaves del piso que fue regalado a sus padres.
Casi enfrente de la parroquia están los Cines Verdi, especializados en películas en versión original y sobrevivientes, junto a la Sala Berlanga, de una serie de cines que había en el barrio, como el Cartago, el California, el de Arte y Ensayo, etc. todos ellos ya cerrados y únicamente vivos en la memoria de los habitantes más mayores de Arapiles.
Los Cines Verdi tienen su origen en la ciudad de Barcelona, donde ya eran una referencia en cuanto a cines que proyectan películas en versión original. Llegaron a Madrid en el año 2002. Estos cines de Madrid cuentan con cinco salas de proyección digital en 2k, cafetería y una pequeña sala que suelen usar para presentar al público modestas exposiciones. Además tienen a la venta un catálogo de películas en DVD de cineastas de gran nombre como Fassbender, Bergman o Godard, entre otros.
Llegamos ya al último punto de nuestro recorrido por el barrio de Arapiles, llegamos a la Glorieta de Quevedo, presidida por una estatua del escritor que suele estar frecuentada por palomas. En esta glorieta nace la calle de Bravo Murillo, que arranca en dirección norte hasta llegar a la Plaza de Castilla, y mueren por el sur tanto la calle de San Bernardo, nacida en las inmediaciones de la Plaza de Santo Domingo, como la calle de Fuencarral, que parte desde la Gran Vía como continuación de la calle de la Montera, -que viene de la Puerta del Sol-, y pasa también por la Glorieta de Bilbao. Además también nacen las calles de Arapiles, hacia el suroeste, y de Eloy Gonzalo, hacia el noreste.
Pero, mejor vamos a dejar este capítulo aquí y comencemos el siguiente hablando de la Glorieta de Quevedo. Si os parece nos vemos en el siguiente capítulo, dedicado al barrio de Trafalgar, que también tiene muchísimas cosas que ver y de que hablar.
El barrio de Arapiles es un poco mayor que el barrio de Gaztambide y también tiene más cosas que ver y atender. Hemos visto un monumento a los Héroes de Baler, un hecho histórico más o menos reciente y, por lo general, muy poco conocido, dos hoteles, uno más moderno y otro más clásico y estético, una gasolinera especial y con historia, otro mercado de abastos convertido a mercado gastronómico moderno de los que tanto nos gusta, dos teatros, igualmente uno con más solera y otro mucho más moderno, el Parque Móvil del Estado, edificado como una colmena de viviendas y servicios con su propia iglesia. También hemos recorrido calles importantes y singulares como las de Alberto Aguilera, de Cea Bermúdez, de Bravo Murillo, de Vallehermoso o de Galileo.
En el próximo capítulo nos moveremos al barrio de al lado, a Trafalgar, donde hay muchas cosas que merecerán nuestra atención. Hablaremos de unas cuantas plazas o glorietas, la de Quevedo, la de Ruiz Giménez, la de Bilbao, la de Alonso Martínez, la de Olavide, la del Pintor Sorolla y la del General Álvarez de Castro, Visitaremos una iglesia rumana, un teatro, una sala de fiestas, otra de conciertos, una estación de metro que ya no se usa y unas cuantas parroquias. Así que no será un capítulo corto. Nos vemos en el barrio de Trafalgar.
Todas las fotos del recorrido fotográfico por el barrio de Arapiles:
Todos los días una nueva foto en color del proyecto en Instagram. JMPhotographia en las redes sociales: