Seguimos con nuestro paseo por el Parque del Retiro. Habíamos terminado el capítulo anterior en el Bosque del Recuerdo. Vamos a continuar nuestro recorrido en dirección oeste, atravesando zonas donde hay muchos árboles y muy altos que crean zonas bastantes umbrías y frescas en los meses más calurosos, hasta llegar al Paseo de Cuba. Atravesando éste, nos encontramos de frente con la parte de atrás del famoso Palacio de Cristal, que es el primer punto que vamos a visitar.

El Palacio de Cristal del Retiro fue construido hacia finales del siglo XIX, concretamente en 1887 a expensas del Ministerio de Fomento. El arquitecto encargado del proyecto fue Ricardo Velázquez Bosco. Cualquiera que se acerque a este edificio pensará al instante en la imagen de un perfecto invernadero y puede imaginárselo con facilidad lleno de plantas de todo tipo, algunas colgadas desde sus altas techumbres. Pues, en efecto, el Palacio de Cristal fue construido en hierro y cristal para dar espacio a una gran muestra de plantas exóticas traídas a Madrid con motivo de la Exposición General de Filipinas que se celebró en Madrid. La intención era mostrar la flora de Filipinas, la más exótica por entonces de las colonias españolas (ya no quedaban muchas en esa época, por cierto, quizá sólo Cuba y Puerto Rico además de Filipinas). Estamos hablando de, seguramente, el edificio más elegante y diáfano del parque.

El edificio es un claro ejemplo de la arquitectura del hierro en España y en el siglo XIX, siglo que podríamos considerar el siglo del hierro, arquitectónicamente hablando, por supuesto. Nuestro Palacio de Cristal madrileño es un trasunto del Crystal Palace londinense diseñado por Joseph Paxton y ubicado en el Hyde Park en 1851 con motivo de la Exposición Universal desarrollada en Londres en ese año.
El Palacio de Cristal tiene una planta de cruz griega, -más o menos-, a la que se suprimió uno de sus brazos para introducir el pórtico de entrada. Su construcción duró sólo cinco meses. Su altura máxima es de 22,60 metros. Fue construido sobre una base de ladrillo decorado con un friso de cerámica fina. En su entorno hay un lago artificial con árboles dentro del agua, concretamente cipreses de los pantanos.

En 1975 se llevó a cabo una restauración del edificio a cargo de Ángeles Hernández-Rubio y en los años 1984 y 1998 fue José de la Dehesa quien realizó sendas labores de conservación, consolidación y renovación.
Después de la Exposición General de Filipinas, el Palacio de Cristal fue sede de la Exposición Nacional de Bellas Artes, que se celebraba cada dos años. Actualmente es, junto con el vecino Palacio de Velázquez, -que vamos a visitar a continuación-, sede expositiva del Museo Reina Sofía.
Tras rodear el lago artificial y pasar por dentro de la gruta que allí hay instalada, sin mucho andar se llega en cuestión en segundos al Palacio de Velázquez. Este palacio lleva el nombre del arquitecto que lo diseñó, y si, los lectores más perspicaces se habrán dado cuenta de que el nombre coincide con el del arquitecto del Palacio de Cristal. Efectivamente, el Palacio de Velázquez también es obra de Ricardo Velázquez Bosco.

Fue construido un poco antes que el Palacio de Cristal, concretamente entre 1881 y 1883, y su finalidad fue servir de espacio de muestra para la Exposición Nacional de Minería, Artes Metalúrgicas, Cerámica, Cristalería y Aguas Minerales que se celebró en el mismo año de su inauguración, es decir, 1883.
Estamos hablando de un edificio de planta rectangular y cubierto de bóvedas de hierro acompañadas de cristal. Su fachada principal da al sur, es decir, hacia el Palacio de Cristal y su lago adyacente. En su construcción intervinieron Alberto de Palacio, que asumió las responsabilidades técnicas; Daniel Zuloaga, constructor; y Bernardo Asins, que se encargó de montar la estructura metálica.
Arquitectónicamente, el edificio está estructurado en tres cuerpos cuadrangulares que quedan unidos por medio de una galería. En cuerpo central es donde se ubica, -como suele ser habitual-, el pórtico de entrada, que presenta una escalera de mármol flanqueada por dos esfinges. La bóveda central es más grande que las otras dos, y todas ellas son bóvedas de cañón de zinc y cristal.

Actualmente, -tras estar cerrado entre los años 2005 y 2010-, es, como ya hemos dicho, sede expositiva del Museo Reina Sofía.
Justo al lado del Palacio de Velázquez hay un espacio para el refrigerio. Es una terraza para descanso del disfrutante del parque, aunque un poco cara para mi gusto, pero puede ser un oasis para un sitibundo. En la parte de atrás del Palacio de Velázquez está el Paseo de Venezuela. Caminando por este paseo hacia el este y a la izquierda hay un monumento bastante curioso.
Estoy haciendo referencia al Monumento a Ramón y Cajal, inaugurado en 1926 y obra del escultor Victorio Macho. Se trata de un conjunto escultórico de 12,50 metros de ancho y 5,60 metros de altura construido en granito y bronce. El monumento fue inaugurado por Alfonso XII en una ceremonia a la que el propio Cajal se negó a asistir. Aquí viene la anécdota: a Santiago Ramón y Cajal no es que no le gustara su escultura sino que le horrorizó. Le disgustó tanto que no sólo no asistió a la inauguración, sino que desde ese momento nunca jamás volvió a entrar en el Parque del Retiro.
Su estatua está situada en el centro de un estanque mostrando su figura reclinada y vestido con una especie de toga que lo muestra como una especie de hombre romano o griego, recordando a las ilustraciones de los sarcófagos etruscos. Aparece con el torso desnudo, como un héroe clásico, que fue el principal motivo de disgusto de Ramón y Cajal, quien expresó que él jamás se había desnudado delante de otro hombre en toda su vida. En la parte de atrás del estanque hay una figura femenina que representa a la Ciencia Médica y dos fuentes a los lados que representan a la Fuente de la Vida y a la Fuente de la Muerte (Fons Vitae / Fons Mortis, en la inscripción latina), ambas decoradas con relieves que representan la alegría de una madre por el hijo que ha nacido y la pena de una madre por el hijo que ha muerto.

Este monumento, a pesar de no haber gustado a su propio homenajeado, es considerado como la mejor obra de Victorio Macho y una de las creaciones más novedosas y originales de la escultura de España en el siglo XX, hasta tal punto que apareció en los billetes de 50 pesetas de la República emitidos en 1935.

Cerca de allí, caminando un poco en dirección norte, encontramos otro monumento, éste un poco más clásico y tradicional. El Monumento al General Martínez Campos, ubicado en la Plaza de Guatemala, es obra del insigne escultor Mariano Benlluire, nombre que ya hemos mentado en muchas ocasiones en estos capítulos de «Conociendo mi ciudad». El monumento se constituyó por deseo del Marqués de Cabriñana tras una subscripción popular iniciada en diciembre de 1904 y en la que participaron la Casa Real, el ejército y un buen número de familias cubanas.
Arsenio Martínez Campos fue oriundo de Segovia, donde nació en 1831. Participó ya muy joven en la Primera Guerra de África, combatiendo bajo las órdenes del general Prim. Más tarde estuvo en las Guerra de México, de Cuba y en la última guerra Carlista.

El monumento está realizado en bronce, mármol y piedra caliza y consta de un pedestal de piedra con representaciones de escenas de batallas y trofeos militares.
Enfrente del monumento a Martínez Campos está la zona del llamado Florida Retiro, que tradicionalmente se ha venido llamando Florida Park. Hablamos de una sala de fiestas con glamour que, por lo que he leído e investigado, no es últimamente muy recomendable. El origen de este espacio está en la llamada «Casa del Contrabandista», un pequeño capricho de carácter recreativo del rey Fernando VII que fue construido en 1817. En su interior había una colección de autómatas que representaban escenas folclóricas andaluzas. De una de estas figuras automatizadas, un contrabandista, recibió su nombre.

Pasó a desempeñar las veces de una especie de balneario entre 1890 y 1929, un lugar de sanación en el que eran bienvenidos dos pobres cada día que no debían pagar entrada para disfrutar de las aguas sanadoras. Más tarde, en 1935, se convirtió en el Viena Park, un concurrido salón de té. No fue hasta los años 50 cuando se convirtió en la sala Florida Park, lugar desde el que José María Iñigo retransmitía sus programas de televisión.
Tras un periodo en el que todo estaba prácticamente desmantelado, el Florida renació con la principal novedad de tener cuatro espacios gastronómicos diferenciados: los quioscos, una especie de mercado gastronómico que consta de siete puestos con temáticas diferentes; la galería, con cocina mediterránea, tapas y raciones; el pabellón, un restaurante a la carta; la sala, escenario de diversión y gastronomía para vivir una cena con espectáculo.
Tras dejar el Florida Park y caminando en sentido norte llegamos a la esquina noreste del Parque del Retiro. Allí vamos a encontrar las tres últimas visitas que vamos a realizar en este capítulo.
En primer lugar, la Casita del Pescador, otro capricho de Fernando VII, gran reordenador del parque tras la Guerra de la Independencia. En la parte del parque de la que estamos hablando se creó un jardín para uso exclusivo de la corte que se denomino «El Reservado». En ese espacio se construyeron casitas para recreo con materiales pobres que se denominaban caprichos. La Casita del Pescador es el único de estos caprichos que ha logrado sobrevivir como tal al paso del tiempo.

Alrededor de la casita hay un estanque en el que solía pescar Fernando VII. El aspecto actual de la Casita del Pescador es muy diferente al que tuvo en origen, ya que ha sufrido numerosas restauraciones, siendo la más importante la que se llevó a término en los años 60.
La construcción en sí es una casa modesta -de ahí su nombre-, cubierta con un chapitel de zinc rematado con una bola de metal. Por dentro y por fuera está decorada con pinturas que recuerdan mucho al estilo pompeyano y se ven hornacinas que debieron alojar esculturas de pequeño tamaño.
Al lado de la Casita del Pescador están las ruinas de lo que fue la Ermita Románica de San Pelayo y San Isidoro. En su día fue una iglesia románica del siglo XI de única nave cubierta con armazón de madera y con un ábside semicircular. Pero se me ha olvidado decir una cosa importante, esta pequeña iglesia fue construida en Ávila, no en este emplazamiento dentro del Retiro. Tras la desamortización quedó totalmente arruinada y fue derruida, vendiéndose sus restos a un particular.

En 1866 los restos fueron cedidos al Ayuntamiento de Madrid, que ese mismo año decidió colocarlos en su emplazamiento dentro del Parque del Retiro. Las ruinas que hoy podemos ver se componen de un paredón recto de mampostería de ladrillo visto con un arco de medio punto.
Justo al lado de la Casita del Pescador y de las ruinas está la Montaña Artificial, un lugar que, cuando yo realicé la visita al parque, estaba cerrado y vallado, lo cual hacía imposible no sólo el acceso o acercamiento sino la realización de fotografías dignas de llamarse así. La Montaña Artificial del Retiro es otra obra de Fernando VII dentro de su «Reservado». Se construyó con ladrillos y se cubrió después con bloques de piedra sin trabajar que se ocultaron bajo un manto de hierbas y arbustos. La montaña es hueca por dentro y gracias a eso se han desarrollado en su interior exposiciones. Al pie hay una ría con patos y peces que contaba con una noria que subía el agua para alimentar una cascada, -hoy la noria ha sido substituida por una bomba-, y en la cumbre de la montaña se levantó otro de esos caprichos de Fernando VII, en concreto una casa rústica o persa que tenía unas pequeñas torrecillas que desde lejos parecían un tintero, motivo por lo que dicho capricho recibió el nombre de Escribanía.
Y ya está, ya hemos terminado el segundo capítulo dedicado al Parque del Retiro. Hemos admirado la elegancia del Palacio de Cristal, la sobriedad del Palacio de Velázquez, y contemplado los monumentos dedicados a Santiago Ramón y Cajal y a Arsenio Martínez Campos. Ha sido un paseo muy ameno en el que el tiempo además nos ha acompañado.
En el siguiente capítulo terminaremos de recorrer el Parque del Retiro visitando el Estanque Grande y sus barcas y las columnas del Monumento a Alfonso XII, pero no pasaremos por alto cosas más pequeñas como el Teatro de Títeres o la Fuente de los Galápagos. Saldremos del parque por el Parterre y pasando por debajo del árbol más antiguo de Madrid, el famoso ahuehuete al que los madrileños llaman «El Abuelo». Después, otro capítulo más allá, completaremos el distrito de Retiro visitando el barrio del Niño Jesús. Y después cambiaremos de distrito. ¡Espero que también queráis seguirme!
Todas las fotos de la cuarta parte del recorrido fotográfico por el barrio de los Jerónimos:
Todos los días una nueva foto en color del proyecto en Instagram. JMPhotographia en las redes sociales: