Esto viene de tiempo atrás, pero continúo aquí relatando el viaje que hice hace unos meses por Extremadura. Ya os hablé de mi paso por Trujillo y por Badajoz, y ahora, sin movernos de provincia, os voy a hablar de Mérida, una ciudad imperial que, durante mucho tiempo fue la ciudad más importante de toda la península ibérica, es decir, de Hispania.
La ciudad de Mérida fue fundada 25 años antes del nacimiento de Jesucristo con el nombre de Colonia Iulia Augusta Emerita por orden de Octavio Augusto. Su nombre, Emerita, por el que es conocida, denota que su fundación tenía como propósito dar un lugar en el que vivir a soldados licenciados del servicio activo, milites emeriti (“soldados licenciados con honor”), procedentes de dos legiones que habían participado en las guerras sostenidas contra los cántabros: la Legio V Alaudae y la Legio X Gemina.
La ciudad se ubicó cerca o en el mismo lugar que ocupó una población prerromana, y desde el principio debió ser una ciudad de población mixta, ya que albergaría tanto pobladores romanos como gente de origen indígena. Emerita Augusta fue la capital de la Lusitania romana y contó con edificios magníficos que denotaban ese status de capital provincial y cuyos restos son hoy en día la esencia misma de la ciudad: el teatro, el anfiteatro, templos, puentes, acueductos. La importancia de Emerita Augusta fue tal durante el Imperio que según Ausonio tendría más importancia que la mismísima Atenas.
En el año 412 la ciudad dejó de pertenecer a Roma al ser conquistada por los alanos y unos pocos años después administrada por los vándalos. Con Roma fuera de juego, la ciudad sufrió un período muy convulso con incursiones bárbaras y cambio frecuente de dueño. En el siglo V estaba bajo el imperio de los suevos, que la hicieron su capital. Más tarde fue también capital del reino visigodo y, por ende, de toda Hispania. En el año 713 los árabes conquistaron la ciudad, y también la hicieron capital de una cora, la más importante de toda la península. En 1230 Alfonso IX la conquistó para el Reino de León.
Los avatares de la historia han convertido a Mérida en una ciudad rica en patrimonio romano y árabe. Los principales monumentos de la ciudad son el teatro, el anfiteatro, el circo, dos puentes romanos, un acueducto, el templo de Diana y el arco de Trajano, aunque hay muchos otros restos de menos envergadura. Los árabes unieron a este patrimonio la alcazaba.
Aparcamos el coche cerca de la Plaza de España, donde está el ayuntamiento de la ciudad. Después de comer nos dirigimos a ver el Arco de Trajano primero, y después, por la calle de Sagasta, caminamos hasta el lugar donde nos aguardaban el Teatro y el Anfiteatro Romanos. Por el camino pudimos ver el Templo de Diana y el Pórtico del Foro Municipal.
El Arco de Trajano no es majestuoso, aunque si derrocha amplitud en su tamaño. No se trata de un arco de triunfo, como se pensó en un primer momento, pero si de un arco monumental que, con mucha probabilidad, nada tiene que ver con el emperador Trajano que le da nombre. Estamos hablando de un arco de medio punto de 15 metros de alto. Si ponemos un metro desde el suelo, contaremos 13 metros, y eso se debe a que actualmente hay 2 metros del basamento que se encuentran bajo el pavimento.
El Arco de Trajano parece que estaba en el cardo máximo y que marcaba algún tipo de hito municipal, porque para ser un arco que no es triunfal, es un arco intimidantemente grande. Desgraciadamente lo que podemos admirar hoy debe ser una mínima parte de lo que fue y hay que tener imaginación para vislumbrar el Arco de Trajano como una importante vía de acceso al Foro Provincial.
El Templo de Diana fue construido en el siglo I como edificio integrante del otro foro de la ciudad, el Foro Municipal. A pesar de su nombre, el templo estaba dedicado al culto imperial y debió ser uno de los edificios religiosos más importantes de la ciudad. Su ubicación no podía ser más central, ya que se encuentra muy cerca del cruce de las dos principales vías que tenían las ciudades romanas: el cardo y el decumano.
El templo es haxástilo, tiene seis columnas en su parte frontal y el doble más una, -es decir 11-, en cada uno de los dos laterales. Los capiteles son de orden corintio y la piedra empleada para su construcción fue el granito. Se sabe que estaba inserto en un espacio abierto y ajardinado con dos estanques a cada uno de los lados del templo.
En Mérida hubo dos foros y dos ruinas de foros hay en la actualidad. Por un lado estaba el Foro Municipal, el de la ciudad, más antiguo y seguramente menos majestuoso; y por otro lado el Foro Provincial, construido a partir del año 50 y rodeado de edificios más importantes y vistosos. Respecto al Foro Municipal, que quedaba en nuestro camino, los restos consisten en un pórtico del que quedan visibles unas cuantas columnas y estatuas e indicios de un revestimiento de mármol y multitud de hornacinas.
La joya de la corona de Mérida se hace esperar, pero ya casi estamos allí. Para entrar al recinto del anfiteatro y del teatro hay que pagar una entrada, pero se puede pagar una entrada combinada que también da acceso a otros monumentos de la ciudad como la alcazaba o el circo. Una vez dentro del recinto lo primero que se ve, si se sigue el itinerario recomendado, es el Anfiteatro Romano. Cualquiera que haya estado en otro anfiteatro, como el de Pompeya, si no ya el de Roma, reconoce el edificio ante el que está.
Por fortuna para el visitante contemporáneo, ahora podemos ver un edificio próximo a lo que fue en la Antigüedad. Fue inaugurado en el año 8 antes de Cristo y abandonado a su suerte cuatro siglos después. Y su suerte fue quedar enterrado y olvidado durante muchísimos siglos, dejando ver únicamente la parte superior de la cavea, que además fue usada como cantera para extraer piedra para otras construcciones. El edificio desapareció hasta tal punto que en un principio se creyó que era un edificio especial para hacer naumaquias, dada su proximidad con un acueducto que hubo en la zona. Las excavaciones restablecieron la identidad del edificio y nosotros podemos disfrutarlo.
Pero no nos engañemos, el Anfiteatro es un aperitivo, el edificio que se lleva todas las miradas y honores es el vecino Teatro Romano, construcción famosa mundialmente. Su inauguración tuvo lugar el año 16 o 15 antes de Cristo por promoción de Marco Vipsanio Agripa, y es Patrimonio de la Humanidad desde 1993 dentro del Conjunto arqueológico de Mérida.
Ya en la Antigüedad el teatro sufrió un par de remodelaciones, la primera en el siglo I de la que data el frente escénico que podemos contemplar hoy en día, y otra posterior, en el siglo IV, pocos años antes de ser abandonado tras la caída del paganismo y la oficialización del Cristianismo como religión de Roma. El teatro fue demolido de forma parcial y cubierto de tierra, quedando visibles, como en el caso del anfiteatro, únicamente las gradas superiores. Fue a partir de 1910 cuando se volvió a dar vida al teatro tras su desenterramiento. Unos veinte años después ya se estaba realizando en el teatro el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.
El teatro, como fenómeno de cultura, no tuvo nunca en el mundo romano la importancia o el carácter genuino que si tuvo entre los atenienses. Se construían teatros por motivos de promoción política más que por necesidades culturales, ya que los gustos de los ciudadanos romanos se centraban más en los espectáculos circenses, es decir, las carreras de carros; o las luchas de gladiadores y venationes con animales. Este carácter “promocional” y no cultural de los teatros hicieron de estos construcciones monumentales que aprovechaban los políticos para ganarse el favor de los ciudadanos por la magnificencia de su arquitectura más que por el posterior uso que se le daría al espacio.
En el mundo romano era muy habitual colocar este tipo de edificios para esparcimiento del ciudadano en las afueras de las ciudades, junto a las murallas. Así sucedía en Pompeya y en Ostia, por ejemplo; Mérida no fue ninguna excepción. El diseño del Teatro Romano de Mérida responde al modelo típico capaz de dar cabida a un buen número de ciudadanos, unos 6 mil concretamente.
La parte más reconocible del teatro es su fondo escénico que cuenta con una estructura monumental de gran riqueza decorativa de 17 metros de altura. El espacio está lleno de líneas rectas y curvas que proporcionan una sensación muy dinámica. Muchos no sabrán que este fondo escénico está parcialmente reconstruido, ya que las columnas superiores son producto del siglo XX, aunque se supone con muy buenos argumentos de que estuvieron allí colocadas en los tiempos en los que fue levantado y usado como teatro. Las columnas son de orden corintio y sobre ellas hay un entablamento con arquitrabe, friso y cornisa, todo ello acompañado con un juego cromático muy logrado de mármoles grises y blancos.
Todo este conjunto queda enriquecido por numerosas estatuas que se alzan en los intercolumnios, por lo menos ahora, ya que las posiciones de estas estatuas son supuestos, ya que se desconoce donde se ubicaban realmente. Detrás de este fondo de escenario hay unas habitaciones que usaban los actores para descansar y cambiarse, -unos camerinos vaya-, llamados postscaenium.
Tras abandonar el recinto de teatro y anfiteatro volvimos por nuestros propios pasos y recorriendo de nuevo los caminos en los que habíamos visto los monumentos anteriormente mencionados hasta llegar de nuevo al nuestro punto de partida, la Plaza de España. Ese punto está muy cercano al río Guadiana y, por tanto, del Puente Romano y de la Alcazaba, también de la Estatua de la Loba Capitolina que hay allí instalada.
El Puente Romano de Mérida permite cruzar el río Guadiana desde hace más de 2 mil años, ya que su construcción, -al igual que el teatro y el anfiteatro-, data de los tiempos en los que se fundó la ciudad. El puente romano está situado en plena Vía de la Plata, quizá la más famosa calzada romana de la Hispania Romana, que cruzaba la península por la parte oeste desde Astorga, llamada Asturica Augusta, hasta Mérida. Desde un punto de vista logístico, casi todo el que quisiera moverse entre las principales ciudades de Hispania tenía que cruzar este puente si quería llegar a Olissipo (Lisboa), Toletum (Toledo), Caesaraugusta (Zaragoza), Tarraco (Tarragona) o Carthago Nova (Cartagena), por ejemplo.
El puente romano sobre el Guadiana es considerado por lo general el puente romano más largo construido y preservado. En su origen tenía una longitud de 755 metros y para recorrerlos contaba con 62 arcos. La longitud actual es un poco menor, 721 metros, y tiene sólo 60 arcos, aunque 3 de ellos están ocultos en las orillas.
Las arquerías del principio y del final del puente son las originales, pero el resto del puente ha tenido que ser reconstruido en varias ocasiones debido a conflictos bélicos y destrozos ocasionados por las crecidas del río. La última gran intervención sobre el puente fue en el siglo XIX.
Por el puente pasaron vehículos, -primero de tracción animal y después automóviles-, durante la mayor parte de su historia, hasta hace apenas unos años, como quien dice, ya que sólo desde 1991 es estrictamente de paso peatonal, gracias a la construcción del cercano Puente de Lusitania.
La Estatua de la Loba Capitolina es una de las varias que el Ayuntamiento de Roma ha regalado a otras ciudades fundadas o colonizadas por los romanos en toda Europa. Está situada en una modesta rotonda en el Paseo de Roma, -lugar muy acertado-, y es una representación de la loba que amamantó a los gemelos Rómulo y Remo tras ser expuestos en el río Tíber por orden de Amulio, usurpador del trono de Alba Longa. Se trata de una copia de la tradicional estatua conservada en los Museos Capitolinos de Roma que el consistorio romano suele regalar a las ciudades con pasado romano.
Al lado del Puente Romano y de la estatua está la entrada de la Alcazaba. Ya vimos al visitar la alcazaba de Trujillo, que estamos ante una fortificación de carácter defensivo. Fue construida por Abderramán II en el siglo IX con el objetivo de servir para controlar la ciudad, que por aquellos tiempos era muy levantisca respecto al poder del emir. Es la alcazaba más antigua de toda la península ibérica.
La Alcazaba de Mérida tiene forma cuadrada contando con unos 130 metros en cada uno de sus cuatro lados. Como me gusta introducirme en los sitios oscuros, no perdí ocasión de meterme a ver el aljibe que está situado en el centro de la construcción y que extrae su agua del cercano río Guadiana.
Las murallas, de sillares de granito en su mayor parte, tienen 10 metros de alto y casi 3 metros de ancho. En las murallas había cuatro grandes torres en cada esquina y entre ellas numerosas torres más pequeñas.
Después de ver la Alcazaba cogimos el coche y nos dirigimos a la otra parte de la ciudad para ver el Acueducto de los Milagros. Este acueducto suministraba a Mérida el agua que necesitaba llevando a la ciudad el líquido elemento desde el embalse de Properpina, situado a unos 12 kilómetros de distancia. La mayor parte de la conducción está bajo tierra y sólo puede verse cuando hay necesidad de atravesar algunos arroyos. La parte de acueducto que llega a la ciudad, y que es la más conocida y admirada, se levantó para salvar las aguas del río Albarregas.
Son unos 830 metros de arquerías, –arcuationes en latín-, con una altura de 25 metros en la parte más profunda del río Albarregas. En los pilares se alternan cinco hiladas de sillares de granito con otras cinco hiladas de ladrillo. Su nombre proviene del milagro que supuso para las generaciones anteriores a la nuestra que dichos pilares se levantaran aún en pie de forma tan resolutiva y elegante. Se estima que el acueducto data del siglo I d. C.
Antes de abandonar la ciudad con destino a Cáceres, hicimos una pequeña y rápida parada en el Circo Romano, al este de la ciudad. Este circo data también del siglo I d.C. Fue construido, como casi todos los monumentos y utilidades de la ciudad, poco tiempo después de la fundación formal de la ciudad. Tiene una planta ovalada de cerca de 440 metros de longitud y 115 de ancho.
Dentro de los circos con los que contaba Roma, éste de Mérida era uno de los más importantes y funcionó a buen rendimiento durante, al menos, tres o casi cuatro siglos, hasta que cayeron en declive este tipo de entretenimientos populares. Desde 1993, el Circo Romano de Mérida es Patrimonio de la Humanidad.
Y hasta aquí llegó mi viaje a la ciudad de Mérida. Joven soy y tiempo tengo para volver.
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