Los pasados domingo y lunes 21 y 22 de octubre estuve visitando las principales ciudades de Extremadura. La previsión meteorológica para esos dos días no era nada buena, -bueno, de hecho era muy mala-, por lo que esperaba lluvia, viento y frío, es decir, un tiempo muy contrario a lo que necesita cualquier persona que quiera visitar sitios y hacer fotografías de lugares históricos e interesantes.
El sábado pude dormir muy poco, apenas unas 4 o 5 horas debido a mis compromisos de casi todos los sábados con la música. Me acompañó en este viaje mi hermano, Francisco Manuel Moraleda, que puso también el medio de locomoción y la propia conducción.
Nuestro plan era dormir en Badajoz, -donde ya teníamos la obligada reserva-, y visitar las principales ciudades de Extremadura, Mérida y Cáceres, además de Trujillo. Y este fue el primer destino y la visita de la que vamos a hablar en esta publicación.
Trujillo tiene casi 10 mil habitantes, -de hecho supera no mucho los 9 mil-, y está situada junto a la autovía A-5, que la comunica con Madrid por un lado y con Mérida y Badajoz por otro. Su población convierte a Trujillo en la sexta localidad más poblada de la provincia. Su importancia como ciudad ha sido cambiante a los largo de los siglos, bueno, en realidad… a lo largo de los milenios, ya que Trujillo ya fue una población prerromana llamada Turaca o Turacia. Tras la conquista romana, recibió el nombre de Turgalium, nombre del que deriva, -con alguna influencia árabe-, el actual nombre de Trujillo.
En 1528, cuando Trujillo fue la capital de la provincia de Trujillo, la población total de la ciudad ascendía a casi 49 mil habitantes. En aquellos tiempos Trujillo era una notable tierra de conquistadores con Francisco de Pizarro y Francisco de Orellana, conquistador del Perú el primero y descubridor del Amazonas el segundo, a la cabeza. Este hecho motivó que esta ciudad extremeña tenga localidades homónimas en países como Perú, Venezuela, Colombia, Chile, Argentina y Puerto Rico.
Trujillo cuenta con un notabilísimo patrimonio monumental en el que destacan su Plaza Mayor, sus numerosos palacios e iglesias y su castillo, situado en lo alto, que por haber sido construido por los árabes, suele recibir en nombre de “alcazaba”. Y es por ahí, por la alcazaba, por donde comenzó nuestra exploración de la ciudad.
Llegamos a Trujillo en torno a las 15.30 horas. No habíamos comido ni pensábamos hacerlo de momento. Habíamos tomado modesto refrigerio en una estación de servicio cercana. Eran ya cerca de las 4 de la tarde, la hora en la que podríamos visitar la alcazaba, y allí fuimos. Tras aparcar en la Plaza de Santiago no tuvimos que andar mucho -cuesta arriba-, hasta llegar a lo alto de la colina en la que está situado esta fortaleza.
La alcazaba fue construida por los árabes entre los siglos IX y X en un cerro que permite divisar muchísimos kilómetros de la llanura que circunda la ciudad. Ese hecho propicia que a su vez, la alcazaba sea visible desde muchos kilómetros de distancia a la redonda. Como cualquier lector puede imaginarse, a lo largo de los siglos la alcazaba ha sufrido varias reformas, algunas en época histórica -tiempo en que todavía se usaba con el propósito de servir de defensa de la ciudad-, y otras ya en el siglo XX con propósitos muy diferentes relacionados más bien con el mantenimiento del patrimonio.
En el interior de la alcazaba hay dos aljibes árabes que yo tuve la destreza de visitar dado que soy muy partidario de examinar todo lo que queda bajo tierra así como todo lo que sobresale de ella. En mi recorrido no vi más que un aljibe, aunque parece ser que hay dos. También hay una pequeña capilla que está justo detrás de la figura de la virgen situada encima de la puerta por la que accedimos. Subí un momento para ver la estampa y descubrí que la figura de la virgen, que mira hacia fuera a través de un ventanal, puede girarse si los fieles así lo quieren por el módico precio de 50 céntimos con un sistema que podríamos comparar con el famoso giratutto que estuvo tan de moda en los años 90, si no recuerdo mal.
En la Alcazaba de Trujillo se han rodado tomas de la película de Ridley Scott “La conquista del paraíso” y, más recientemente, escenas de la séptima temporada de la serie “Juego de Tronos“.
Volviendo sobre nuestros pasos y llegando al lugar donde teníamos aparcado el coche proseguimos en dirección contraria a visitar la alberca. En principio no es más que una piscina resultona en la que uno se imagina a los mozos del pueblo retozando cuando llegan los calores veraniegos, pero seguramente es algo mucho más profundo que eso. Según cuentan la alberca data de tiempo romanos y fue construida con fines de hacer de abrevadero para las actividades ganaderas. Tiene bastante profundidad, unos 14 metros, y antiguamente tenía una escalera que facilitaba el acceso y la extracción de agua.
Es una piscina muy original, y aunque no parece realmente gran cosa, el hecho de que sea tan antigua hace volar la imaginación, y saber que tiene 14 metros de profundidad le dota de cierto misterio y encanto, ¿no creéis?
Vista la alberca era ya hora de dirigirse a la Plaza Mayor y buscar algún sitio en el que pudiéramos comer algo, porque ya el hambre se presentaba de nuevo en nuestros estómagos.
La Plaza Mayor de Trujillo es un conjunto arquitectónico monumental que conforma el centro neurálgico de la ciudad, pues andando por las calles de Trujillo siempre uno termina allí, a la vista de iglesias y palacios del siglo XV y XVI y bajo la sombra de la estatua ecuestre de Francisco Pizarro, hecha bronce en la ciudad de Nueva York, por cierto. La estatua pesa seis toneladas y media y está colocada sobre un pedestal de granito que tiene una altura considerable. Esta estatua, obra de Chales Cary Rumsay en 1925 tiene una copia exacta que también fue regalada a la ciudad de Lima, ciudad en la que está enterrado Francisco Pizarro.
Asomados a la plaza hay multitud de edificios, sobre todo palacios e iglesias. Junto a la estatua de Pizarro y su caballo está la Iglesia de San Martín, construida entre los siglos XV y XVI. Tiene una única nave y capillas laterales cerradas con rejas. Se caracteriza por sus dos torres desemejantes, ya que una es cuadrada, de aspecto macizo y con dos cuerpos, alojándose en ella las campanas de la iglesia; y la otra es pequeña y estrecha y no precisamente cuadrada, donde hay un mirador debajo del cual se sitúa un gran reloj.
Casi en el otro lado de la plaza está el Palacio del Marqués de la Conquista (o de los Marqueses de la Conquista), construido en el siglo XVI. Su estilo arquitectónico es plateresco tardío con influencias barrocas y su impulsor fue el hermano de Pizarro, Hernando. El palacio tiene forma trapezoidal, y destaca sobre todo por su balcón en esquina situado en el primer piso pero abarcado toda la altura de la planta baja y prolongándose hacia casi el tejado con un gran escudo con las armas de la familia Pizarro.
La Casa de la Cadena, también llamado Palacio de los Chaves y Orellana tiene una torre adosada conocida como Torre del Alfiler que termina en una varilla metálica debajo de la cual están realizados en cerámica de Talavera los escudos nobiliarios de las familias de Chaves y Orellana. En esta casa se alojó Felipe II cuando acudió a Portugal a ser nombrado rey de allí en 1583. Fue en esa visita cuando la casa se ganó su nombre, ya que el rey le concedió el derecho de asilo, cuyo símbolo es precisamente una cadena situada hoy en el dintel de la portada y antiguamente en el interior del patio.
El Palacio del Duque de San Carlos se encuentra junto a la Iglesia de San Martín. Fue mandado construir por los condes del Puerto en el siglo XVI. Este palacio también es conocido por el nombre de Palacio de los Vargas-Carvajal, que es el nombre real de la familia que está estuvo bajo la denominación de los condes del Puerto en el siglo XVI y bajo la denominación de los duques de San Carlos en el siglo XVIII. El palacio tiene una portada barroca situada frente a la iglesia. También tiene un balcón en ángulo en el que se muestra una gran águila imperial bicéfala sosteniendo el escudo de armas de la familia.
El Palacio de Piedras Albas está situado en el ángulo sureste de la plaza. También es del siglo XVI y en este caso es de estilo renacentista. Fue mandado construir por Pedro Suárez de Toledo, marqués de San Juan de Piedras Albas. Está formado por dos cuerpos, el inferior una galería porticada con influencias florentinas con cinco arcos de medio punto y el superior otra galería con tres arcos escarzanos.
En la Plaza Mayor de Trujillo hay otros edificios de interés que merecerían más espacio en esta entrada, pero considero que es mejor acercarse a contemplarlos que leer acerca de ellos, por lo que os invito a que visitéis la ciudad y, si lo deseáis, a vosotros que os gusta comer de todo, disfrutéis de su excelente gastronomía local. Yo comí un bocadillo de queso y beicon, pero es que yo no tengo el paladar refinado.
La próxima publicación compartiré con vosotros mi visita del día siguiente a Badajoz, un lugar que no había visitado nunca antes y que tenía ganas de visitar, aunque no tuve mucho tiempo para ver cosas, ya que el mismo día visité también Mérida y Cáceres, que ya anticipo que casi no vi, salvo la Plaza Mayor. ¡Nos vemos!
Aquí os dejo más fotos de mi visita a Trujillo: