Turno ya para adentrarnos en el barrio de Valdeacederas. En esta ocasión no vamos a seguir desde el punto final del capitulo anterior, ya que físicamente es imposible. Vamos a comenzar en la parada de metro de Valdeacederas, que nos viene al pelo, siendo el barrio a recorrer precisamente ese, Valdeacederas. Pero antes, hablemos un poco del barrio.
Dije en las conclusiones del capítulo anterior que el barrio de Valdeacederas era el barrio de las casas desacopladas y también dije que en este capítulo explicaría por qué. Bueno, pues allá va. Lo de las casas desacopladas va porque cualquiera que recorra las calles de este barrio verá que es frecuente y común encontrar fachadas de edificios que están en diferentes profundidades. Dicho de otro modo, en medio de muchas calles podemos encontrar que la línea general de la fachada de los edificios se retrotrae hacia dentro formando espacios más anchos en las aceras. Pero como una foto a veces sirve mucho mejor para entender conceptos, mirad esta:
El barrio en sí presenta edificios bastante avejentados. Podría ser una especie de Ventilla que no ha sido aún rehabilitada. Hay, por tanto, escasez de edificios nuevos y modernos, aunque eso no quiere decir que los edificios que hay estén en mal estado o dejados en la incuria. Las calles son todas estrechas, de un solo carril para la circulación y más o menos rectas, ya que no hay muchos recovecos o calles que puedan considerarse curvas. En el eje este-oeste no hay mucha diferencia de altura, pero en el eje norte-sur encontramos algunas calles que tienen grandes cuestas, algunas impresionantemente pronunciadas que han obligado a construir en forma de apoyo pequeñas escaleras en las aceras.
Como ya dijimos en alguna parte, el barrio de Valdeacederas es el segundo barrio más grande de todo el distrito de Tetuán, y muy cerca además del barrio más grande, que es el de Cuatro Caminos. Tiene una población de un poco menos de 27 mil habitantes y su extensión y su población dan una densidad de población de 228 habitantes por hectárea.
Empezamos nuestro recorrido en la estación de Metro de Valdeacederas, a la cual llegamos andando, dada la cercanía de mi casa y la existencia de coronavirus. Hace mucho que no cojo el metro y no tengo previsto cogerlo en los próximos meses mientras pueda evitarlo. Vamos a empezar la primera parte de nuestro capítulo recorriendo toda la calle de Pinos Alta, desde la calle de Bravo Murillo hasta el Paseo de la Dirección, casi en el otro extremo del barrio.
La calle de Pinos Alta es un buen ejemplo de lo que he dicho sobre la tipología del barrio. Es una calle más o menos recta, con altibajos, pero no con grandes cuestas, ya que va del este al oeste, y contiene un buen número de casas desacopladas. Justo nada más empezar a recorrer esta calle, y dándonos la vuelta, descubrimos una de esas cosas raras de desacoples que tiene este barrio: un trozo de casa raro, un pedazo de edificio que parecería que no debiera estar ahí, pero está, formando además un recoveco de lo más curioso.
Más o menos a mitad de camino vamos a encontrar un parque y una iglesia que aparecerán a nuestra izquierda. El parque recibe el nombre de Jardín de Luis Javier Benavides. Este jardín, anejo a la mencionada iglesia, recibía hasta 2017 el nombre de Jardín de Pinos Alta, pero en ese año el pleno del distrito aprobó unánimemente cambiar el nombre del parquecillo para homenajear a Luis Javier Benavides, uno de los abogados laboralistas que murieron asesinados en la tristemente famosa Matanza de los abogados de Atocha, de la que ya hablamos en el segundo capítulo dedicado al barrio de Embajadores al tratar la escultura que rinde homenaje y recuerdo a este grupo de abogados asesinados por un grupo de extrema derecha. Luis Javier Benavides estaba relacionado con la Asociación Vecinal de Valdeacederas a la que asesoraba en los temas relacionados con la rehabilitación del barrio.
La iglesia que ya hemos mencionado dos veces recibe el nombre de Parroquia de San Ignacio de Loyola. Se trata de una parroquia pequeña, normalita, de las iglesias de barrio de toda la vida, no tiene nada de especial, ni fachadas de piedra decoradas ni torres que puedan llamar la atención. Yo diría que es una iglesia bastante reciente, quizá construida hace menos de 10 años.
La calle de Pinos Alta termina en el Paseo de la Dirección, que es una vía a la que, sin duda, le gustan las curvas. Esta vía tan poco recta, comienza en la Glorieta de Rocío Dúrcal, o mejor dicho, casi comienza ahí, porque realmente comienza en la calle de Francos Rodríguez, pero muy cerca de dicha glorieta. Desde ahí serpentea y serpentea por el barrio de Berruguete, -que veremos en el próximo capítulo y con el que terminaremos el distrito de Tetuán-, hace un giro muy extraño de casi 90 grados justo al lado de la propia calle de Berruguete para dirigirse hacia el norte con una recta, se ensancha por un breve momento, cruza la calle de Sor Ángela de la Cruz y vuelve a hacerse de nuevo más estrecha y a volver a serpentear en torno al Parque de Agustín Rodríguez Sahagún hasta terminar desembocando en la Avenida de Asturias. Es una calle larga y rara, pero muy divertida también, supongo.
Justo al llegar al Paseo de la Dirección desde la calle de Pinos Alta giramos hacia la izquierda para dirigirnos hacia el oeste, porque en el Paseo de la Dirección hay que tomar una dirección, evidentemente. Esto nos permitirá bajar al parque, ya que desde ese punto sólo podremos mirar al Parque de Agustín Rodríguez Sahagún desde lo alto, contemplando su extensión, que no es pequeña. Este parque tiene forma de bumerán y está atravesado, más o menos por el medio, por la calle del Capitán Blanco Argibay, que utilizaremos después para regresar hacia la calle de Bravo Murillo.
La extensión total del parque alcanza hasta las 18 hectáreas y dentro de él se pueden encontrar zonas dedicadas a las personas mayores y a los niños, así como a los perritos. Destacan mucho, por su tamaño y ubicación, las instalaciones deportivas. Hasta donde recuerdo, hay un campo de futbol-7 de hierba artificial en la parte alta y varias pistas multideportivas en la zona más baja. Hay muchos senderos para pasear y uno de ellos tiene un carril bici que ayuda bastante a quienes deciden pasear en familia con la bicicleta.
Quizá lo más característico del parque es lo que yo llamo “la rueda gigante del hámster”, que en realidad es un reloj de agua, un ingenioso sistema que además, obviamente, es una fuente, ya que se trata de una rueda con diferentes escalones en los que se ha marcado la hora del día y que va moviéndose de tal modo que el agua que cae desde una posición más elevada lo hace sobre el escalón que tiene impresa la hora que en ese momento es. No es un reloj muy preciso, pero te indica someramente qué hora es, si ves que el agua cae sobre el escalón de las 12 sabes que estás en un momento indeterminado entre las 12.00 y las 12.59.
Salimos del Parque de Agustín Rodríguez Sahagún por la parte más meridional. La calle del Aligustre, con una buena cuesta, por cierto, nos conduce en dirección noreste hasta la calle del Capitán Blanco Argibay, que vamos a tomar hacia el oeste para regresar hacia la calle de Bravo Murillo. La calle del Capitán Blanco Argibay es muy parecida a la calle de Pinos Alta, en general recta, muy comercial, con varias casas desacopladas, con tiendas de barrio, etc.
Nuestro destino más inmediato es llegarnos a la Plaza de la Remonta. Cualquiera que vea un plano de la zona se podrá preguntar qué hace de repente entre tanta calle estrecha un espacio más o menos cuadrado tan grande. Pues hay respuesta para eso, por supuesto. La Plaza de la Remonta, -que por cierto, es la plaza porticada más grande de Madrid con 11 mil metros cuadrados, superando a la Plaza Mayor-, se edificó en el terreno en el que había un antiguo cuartel de caballería que dejó de tener su uso en 1982.
Se trata de una plaza que frecuenté mucho en mi adolescencia, ya que estudié allí todo el B.U.P. y el C.O.U, en el I.E.S. Nuestra Señora de la Almudena, situado en la fachada oeste de la plaza, junto a la comisaría de Policía Nacional que hay allí situada. En mis tiempos no había tantos socavones y los coches patrulla de la comisaría no ocupaban con tanto garbo casi un cuarto de la plaza.
Recuerdo muy agradablemente esos años, cruciales para cualquier chaval y que te forjan como ya casi adulto. Recuerdo la soledad de los primeros días y el mal trago de dejar tu zona de confort, el colegio que conoces de toda la vida, para adentrarte en una nueva etapa de tu vida, con experiencias totalmente nuevas y que a esa edad te desafían. Pronto hice amigos, los amigos correctos, por cierto, y empecé a disfrutar la enseñanza secundaria. Digo que hice los amigos correctos, porque si en lugar de meterme en 1ºB me hubieran puesto en 1ºA, con varios repetidores y alborotadores, -cosa que estuvo a punto de ocurrir-, mi vida ahora podría ser completamente distinta.
Un cuarto de la plaza, el que está situado hacia el sureste, es totalmente distinto al resto de la plaza, ya que está arbolado, mientras que el resto de la plaza es diáfano, con la adición del templete que ocupa aproximadamente el centro de la plaza. Ha habido varios intentos de reformar la plaza para adecentarla pero ninguno de ellos ha llegado a buen puerto, el último, supongo que motivado por la pandemia. La plaza está llena de socavones y reina la incuria, pero esto mismo resulta muy llamativo, puesto que en la misma plaza se suelen celebrar las fiestas del distrito, aunque creo que se han buscado ya otro sitio.
En la plaza, toda rodeada por edificios con ladrillo visto, hay, como hemos dicho, un instituto de educación secundaria y una comisaría de Policía Nacional, un centro de mayores, un supermercado y un pequeño centro comercial con pequeñas tiendas y numerosos negocios de restauración, es decir, bares y restaurantes. Debajo de todo hay un aparcamiento para residentes.
Dejamos la Plaza de la Remonta y volvemos a la calle de Bravo Murillo. Ya nos queda poco para terminar nuestro recorrido por el barrio de Valdeacederas. Un poco más al sur está el Centro de Especialidades y Centro de Salud de Atención Primaria José Marvá. Éste es el ambulatorio, -dependiente del Hospital de La Paz-, donde, cuando era pequeño, me enviaban sin desayunar para hacerme análisis de sangre y donde cualquier habitante de la zona es enviado a consultas especiales como las del oftalmólogo, el dermatólogo, el otorrino, etc.
El edificio de este ambulatorio destaca entre los demás edificios que lo rodean, que son de naturaleza residencial con comercios en sus bajos, de alturas medias y de apariencia de ladrillo visto. En su puerta siempre hay gente, bien esperando dentro alguna cola para pedir cita, bien esperando algún transporte o bien alguna ambulancia descargando a algún paciente. Y no falta el vendedor de la ONCE, por supuesto.
La Comunidad de Madrid cuenta actualmente con 31 centros de especializades de este tipo, centros que suponen la puerta de entrada habitual del ciudadano a la atención médica especializada. Todos ellos cuentan con al menos tres especialidades de consulta externa más unidades de radiología.
Terminamos ya nuestro recorrido un poco más hacia el sur, llegando a la calle de Sor Ángela de la Cruz. Ahí está, -más bien en la calle del Marqués de Viana, que toma ese nombre desde la calle de Bravo Murillo hacia el oeste-, el Mercado Municipal de Tetuán, recientemente remozado y repensado, como la mayoría de los mercados madrileños que hemos ido visitando en nuestros recorridos.
El Mercado de Tetuán comenzó a ser construido en el año 1947 con el objetivo de ubicar a una colectividad de vendedores de carácter estable que se habían ubicado en la calle del Marqués de Viana con notorios tenderetes. El mercado era la solución a los conflictos que solían suceder en los días de tormenta, y es que, -según cuentan-, cuando corría el aire, la lluvia y los rayos el género de los tenderetes podía terminar rodando calle abajo hasta donde empieza el Parque de Agustín Rodríguez Sahagún, que no es corto viaje.
El lugar elegido para construir el mercado fue la esplanada donde anteriormente hubo una plaza de toros que duró allí hasta 1935. En esa zona también se excavaron unos refugios aéreos que fueron descubiertos con ocasión de las obras del mercado. Durante la construcción, que duró hasta 1952 por diferentes problemas, se cayó la cúpula que estaba pensada, por lo que hubo que volver a hacer cálculos y cambiar el concepto que se había realizado.
En 1974 se construyeron edificios de viviendas circundantes y en su subsuelo se abrieron unos locales que el Ayuntamiento quiso que fueran a utilizar los comerciantes, para dejar libre el propio mercado y desarrollar en el el edificio otros usos. Los comerciantes del mercado se negaron y el Ayuntamiento tuvo que pensar otra cosa, por lo que finalmente se usaron esos locales subterráneos para un aparcamiento público que, a día de hoy, sirve también a los clientes del propio mercado.
En el año 1985 se terminó la concesión que tenía la empresa constructora y la Asociación de Comerciantes compró los derechos de explotación, hecho que dio lugar a una gran renovación del mercado, que vio arreglados sus techos, sus suelos, renovadas sus puertas y la implementación de una plataforma de evacuación de residuos, así como un montacargas que llevaba el género entre las dos plantas que tiene el inmueble. A partir de ese momento las reformas y mejoras no terminaron: en 1995 se renovó la oficina, en 1996 se colocaron puertas automáticas, en 2001 se informatizó la Administración, etc. Hace no mucho hemos visto como ha sido repintado en su parte exterior.
Hasta aquí el barrio de Valdeacederas, el barrio de las casas desacopladas. Es un barrio con sabor antiguo, con pocas calles anchas, y algunas bastante empinadas, con un sentido caótico de las construcciones, con sabor a siglo XIX o a principio del XX, un barrio residencial donde habitan generalmente personas humildes. Desde un punto de vista arquitectónico podríamos decir que Valdeacederas es muy parecido al barrio de Almenara, pero con muchísimos menos inmuebles rehabilitados. Hemos recorrido principalmente calles, pero hemos visitado el Parque de Agustín Rodríguez Sahagún, que ocupa una buena porción del barrio, la Plaza de la Remonta, que es la única plaza que hay en Valdeacederas y el Mercado Municipal de Tetuán, con el que hemos cerrado este capítulo.
En el siguiente capítulo, con el que terminaremos nuestro recorrido por el distrito de Tetuán, conoceremos el barrio de Berruguete, que es bastante parecido a Valdeacederas. No será un capítulo largo, al igual que en este caso, haremos un recorrido esencialmente de calles más que de lugares. Recorreremos las calles del Marqués de Viana, de Panizo, de Tablada, la Plaza del Canal de Isabel II, que está en plena calle de Bravo Murillo, y proseguiremos por las calles de Lope de Haro, de Villaamil, por el Paseo de la Dirección y terminaremos en la calle de Ofelia Nieto, cerca de la Plaza de Rocío Dúrcal. Uno más y terminamos Tetuán, ¡vamos!
Todas las fotos del recorrido fotográfico por el barrio de Valdeacederas:
Todos los días una nueva foto en color del proyecto en Instagram. JMPhotographia en las redes sociales:
Muy bueno!