Paseos por España: Segovia

En el último viaje por España que publiqué, a la cercana ciudad de Toledo, avisé de que la siguiente ciudad que iba a visitar sería Segovia, un lugar que hacía años que no visitaba y que tenía poco conocido más allá del famosísimo acueducto. Tenía que ponerle solución a eso y  aprovechando el magnífico tiempo primaveral decidí acercarme a una ciudad que no dista ni 100 kilómetros desde mi casa.

De Segovia, y cuando todavía estaba preparando mi itinerario en el papel, me sorprendió la cantidad de puntos de interés que me iban saliendo. La creencia usual sobre Segovia, -al menos la mía-, era que no había mucho que ver en la ciudad más allá del acueducto, del alcázar y de la catedral. La realidad es bien distinta: Segovia es una ciudad muy agradable, sin demasiadas cuestas, -eso sí, las que hay son bastante tremendas-, con muchos espacios naturales y con un casco histórico muy medieval que recuerda a un pueblo pequeño que se hizo ciudad.

En esta ocasión salí de casa ya de día, ya que no estaba planificada ninguna foto a la salida del sol. Llegar a Segovia desde Madrid es extremadamente fácil: autopista A-6, puerto de Navacerrada, San Rafael y allí tomar la carretera N-603 que va directamente a Segovia. Las autopistas están muy bien para ir lejos, pero para llegar a ciudades cercanas las carreteras convencionales, -las de toda la vida-, son mejor opción, ya que le permiten a uno ver el paisaje que rodea el destino.

Había mirado unos cuantos aparcamientos gratuitos en los que poder dejar el coche todo el día y eliminar preocupaciones, pero, tal como me imaginaba, todos estaban llenos, por lo que tuve que seguir hacia adelante y buscar un lugar que tuviera las mismas condiciones. Lo conseguí justo al lado del aparcamiento de autobuses del Alcázar de Segovia. No era un mal sitio para empezar a rodear la ciudad.

Digo “rodear la ciudad” porque mi plan era ese, rodear la ciudad y ver todo con más distancia, y después entrar hacia dentro para disfrutar de los detalles. No obstante, lo primero que se me puso delante, obviamente, era el Alcázar, pero hablaré de él después, cuando el itinerario programado me lleve de nuevo hacia allí.

La primera imagen del itinerario, el Alcázar de Segovia - ©JMPhotographia

A pocos metros del lugar donde aparqué el coche nace la carretera CL-607, una pequeña carretera convencional que va hasta la autopista A-601 y que pasa únicamente por una localidad, Zamarramala. En esa carretera encontramos el primer punto de interés del viaje: la Iglesia de la Vera Cruz.

La Iglesia de la Vera Cruz fue construida en el siglo XII por la Orden de los Caballeros del Santo Sepulcro, motivo por el que anteriormente fue conocida como Iglesia del Santo Sepulcro. Es una iglesia de estilo románico temprano y cuenta con una planta octogonal, en claro homenaje a la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. Por otra parte tiene un campanario cuadrado y una cúpula de caliza que los que saben dicen que tiene ciertas reminiscencias de la mezquita de Córdoba. 

En su interior guarda una reliquia de la Vera Cruz que fue traída por los cruzados desde Palestina en el mismo siglo XII. Además hay una serie de capillas laterales con frescos y esculturas, así como una cripta.

Iglesia de la Vera Cruz - ©JMPhotographia

Vista la Iglesia de la Vera Cruz, tocaba deshacer los pocos metros andados y doblar hacia la izquierda para seguir rodeando Segovia. Las calles de San Marcos y del Marqués de Villena nos conducen al Monasterio de Santa María del Parral.

Fue fundado en 1447 por orden de Enrique IV de Castilla con un estilo gótico-mudéjar. Este monasterio es importante y destaca sobre otros muchos que hay en España porque fue usado como residencia por dos reinas: Isabel la Católica y su hija, Juana I, de la cual ya sabéis el apodo que le ha dado la historia. En el siglo XIX fue desamortizado y convertido en prisión, hasta que el 1954 fue devuelto a la Iglesia.

Dentro del monasterio destaca su impresionante claustro plateresco del siglo XVI, obra de Rodrigo Gil de Hontañón, el retablo de la iglesia, obra de Juan Rodríguez y varios sepulcros históricos, entre ellos el de Alonso Fernández de Portugal y el de Fernando de Antequera, rey de Aragón y de Sicilia.

No muy lejos del Monasterio, y ya al otro lado del Eresma, está la Casa de la Moneda, y para acceder a ella hay un puente que no sé si se llama Puente del Parral o Puente de la Casa de la Moneda o de las dos formas.

La Casa de la Moneda de Segovia es un edificio importante y singular dentro de la historia de la ciudad, ya que se trata, ni más ni menos, de la primera ceca mecanizada de España y la primera que perteneció directamente a la Corona. Se trata, por tanto, de uno de los primeros edificios de arquitectura industrial construidos en Europa, ya que fue levantada por orden de Felipe II en 1583.

Puente del Parral sobre el río Eresma y justo detrás la Casa de la Moneda - ©JMPhotographia

El complejo de la Casa de la Moneda es ahora mismo un centro cultural que alberga exposiciones y otros eventos, pero en el pasado también fue un hospital militar y un colegio universitario. Sin embargo, en los tiempos de su creación, fue la Casa de la Moneda más grande de Europa y, al ser un encargo de la Corona, se erigió en un emblema del poder de la Monarquía Hispánica. Arquitectónicamente hablando, es una obra del conocidísimo Juan de Herrera.

Continuamos nuestra visita a Segovia caminando por la Alameda del Parral, manteniéndonos en la orilla izquierda del Eresma. En otras circunstancias, hubiera sido un paseo muy agradable y evocador, el río está al lado y a una altura razonable, no hay que sortear piedras ni grandes escalones para acercarse y tocar el agua, los árboles dan una magnifica sombra, el lugar es espacioso y abierto, pero sucedía en aquel momento que llovían, literalmente, gramíneas del cielo. Soy particularmente alérgico en esta época del año, unas veces me tocan grandes sufrimientos y otras veces sobrellevo la alergia de mejor manera, pero si tiento a la suerte, me pongo malísimo. Como siempre llevo una mascarilla, hice uso de ella. La verdad es que viene fenomenal, no entra nada en la boca y aunque los ojos quedan expuestos, la sensación de estar recibiendo de pleno la alergia es menor.

Terminada la Alameda del Parral se cruza un puente y cambiamos de orilla del río. Justamente al cruzar el puente, y aunque no está especialmente bien señalizado, sale un camino que corre paralelo al río: es la llamada Senda de los Molinos.

La Senda de los Molinos es un hermoso camino que sigue el curso del río Eresma a través de los antiguos molinos y azudes de la ciudad. En algún punto el camino es algo complicado, -de hecho hay un árbol plantado en medio de un lugar bastante estrecho y escaleras hechas con piedras muy irregulares-, pero cualquier persona que no sea muy anciana o tenga problemas serios de movilidad puede completarla. En esta zona el río está lleno de piedras, pero es una delicia caminar junto al agua, con el sonido del río como compañero e imaginándose la actividad industrial de la molienda de trigo allá por el siglo XV

Senda de los Molinos - ©JMPhotographia

De la Senda de los Molinos se sale por unas escaleras que van a dar al Puente de San Lorenzo. A partir de este punto ya estamos en el casco histórico de Segovia y nos adentramos en una zona en la que si nos torcemos un tobillo la gente podrá escucharnos y ayudarnos. La calle que cruza el Puente de San Lorenzo se llama curiosamente la calle del Puente de San Lorenzo. Siguiéndola hacia el sur llegamos a la Plaza de San Lorenzo y a la Iglesia de San Lorenzo. Se nota demasiado que estamos en el barrio de San Lorenzo, ¿verdad?

La Iglesia de San Lorenzo fue construida en el siglo XII y ha sufrido numerosas reconstrucciones a lo largo de los años. Se trata de una iglesia románica tardía con una fachada añadida posteriormente, en el siglo XIII, en estilo gótico. Tiene tres naves y una torre campanario de estilo mudéjar y en su interior hay varios retablos y altares de factura barroca, entre los que destacan, cómo no, el retablo mayor y el del Cristo de la Paciencia.

Al llegar a la Plaza de San Lorenzo tuve la primera visión del Acueducto. Aquí vamos a hablar siempre del Acueducto con mayúsculas, porque el Acueducto lo merece. Si queréis ver cómo vi el Acueducto desde la Plaza de San Lorenzo tendréis que ir a la galería de imágenes que acompaña a este texto más abajo: también veréis un camión de cervezas Mahou.

Dejé la Plaza de San Lorenzo y tomé la Cuesta Catalina, y como aquella vía hace honor a su nombre, empecé a subir y a sufrir mis primeras experiencias con las cuestas. Cuando termina esa calle se llega a una avenida ancha, la Avenida de la Vía Roma, donde volví a ver el Acueducto. Os remito una vez más a la gallería porque, aunque tengo ganas, no puedo poner aquí una foto cada vez que me he encontrado con el Acueducto.

No tomé esa avenida, sino que seguí subiendo un poco más para tomar la calle de San Gabriel. Seguí cogiendo altura y dirigiéndome al principio de la arquería del Acueducto. A mi derecha surgió un parque que lleva el curioso nombre de Alamedilla del Conejo. Allí había una buena imagen del Acueducto, así que sí, ahora sí, la pongo aquí.

El Acueducto desde la Alamedilla del Conejo - ©JMPhotographia

Mi idea era rodear la ciudad para poder ver el Acueducto desde la lejanía. Eso ya lo había hecho, ahora venía la fase II, que empezaba por ir al lugar donde empieza a levantarse la arquería del Acueducto.

La calle de San Gabriel tiene su continuación, tras pasar la Glorieta de Dionisio Duque, en la Avenida del Padre Claret. En esa calle, caminando hacia el sureste desemboca la calle de los Cañuelos y justo allí están los arcos más pequeños de la arquería y el llamado segundo desarenador del Acueducto. Hay un truco para saber qué es romano y qué no es romano en lo referente al Acueducto de Segovia: todos los arcos que veáis que sean ojivales y no de medio punto, son arcos reconstruidos en la época de los Reyes Católicos, ya que parte del Acueducto, (menos mal que fue la menos monumental), fue dañada a finales del siglo XI por fuerzas musulmanas.

Continué un poco más por la Avenida del Padre Claret para llegar hasta el inicio de la arquería del Acueducto. He estado todo el tiempo hablando de la arquería del Acueducto porque es la forma correcta de referirse a él. El resultado de hablar del “Acueducto de Segovia” en referencia únicamente a la arquería lleva a menudo a muchos a pensar que un acueducto romano es una sucesión de arcos levantados para conducir por la parte superior el agua. Sin embargo, ese agua viene de alguna parte, y no es precisamente el principio de la arquería. En concreto, en el caso del Acueducto de Segovia, el agua venía, como siempre en el caso de los romanos, de manantiales de agua con unos altos estándares de calidad que se encontraban en las cercanías del río Acebeda, a unos 11 kilómetros hacia el sureste, lo cual no es, ni mucho menos, una gran distancia para lo que acostumbraban los romanos, quienes en más de una ocasión llegaron a construir acueductos de más de 100 kilómetros de recorrido.

Muy cerca del inicio de la arquería, en la calle del Coronel Rexach, se encuentra el Monasterio de la Humilde Encarnación. Este monasterio de clausura de las Madres Agustinas es bastante austero a simple vista y sin tener el ojo arquitectónicamente entrenado uno puede percibirlo. Fue fundado en el siglo XVI fruto de la fusión de dos conventos, el de la Encarnación y el de la Humildad, hecho que se dio en 1592. También recibe el nombre de Monasterio de Santa Rita.

Por la calle Larga y girando a la derecha para volver a la calle de los Cañuelos regresé a la arquería del Acueducto y ya iba a seguirlo hasta llegar al punto más conocido y monumental del Acueducto, que es la Plaza del Azoguejo. De nuevo apareció ante mis ojos el segundo desarenador, un punto en el que uno puede subirse para ver el grosor del cauce del acueducto y sorprenderse de lo estrecho que es.

Y es que, en efecto, el Acueducto no transportaba una gran cantidad de agua y, siento enfriar los ánimos, más que una obra práctica es una obra de presunción. Podríamos decir que la historia conspiró para que Segovia tuviera un acueducto con una arquería monumental porque, en realidad, dicha arquería no era en ningún caso necesaria y la vaguada de la Plaza del Azoguejo podía haber sido superada, como en tantas otras ocasiones, por un simple sifón invertido y dejando actuar a la física de los vasos comunicantes. Si ayer se levantó la arquería y hoy la podemos contemplar fue gracias a las ganas o a la necesidad de algún noble romano por publicitarse, quizá para ganar unas elecciones.

El Acueducto haciéndose grande en la calle de Almira - ©JMPhotographia

Supongo que nunca podré sentir lo que siente un ingeniero moderno al ver una obra de tan gran calado arquitectónico y de altísima ingeniería como el Acueducto de Segovia. Uno se pone a pasear por ahí, viendo cómo la arquería se va haciendo grande y sólo puede admirarse al ver cómo la ciudad puede subir o bajar pero el Acueducto se mantiene constante, en una invisible decadencia de unos pocos centímetros por kilómetro a lo largo de más de 10 kilómetros consiguiendo que el agua que transportaba viajase con fuerza y constancia. Los romanos hacían cosas como estas, proezas de ingeniería que no hemos vuelto a disfrutar como civilización hasta hace poco más de 100 años.

En el ámbito académico hay ciertos medievalistas que quieren alejar de nuestras mentes la idea de que le Edad Media fue un retraso para la Humanidad, un período oscuro y fundamentalista. Puede que algo de razón tengan, pero es un hecho que los romanos, así como otros pueblos de la Antigüedad, disfrutaban de agua de gran calidad traída desde cientos de kilómetros, baños públicos, letrinas totalmente salubres y limpias, sistemas de alcantarillado y algunos, los más pudientes, tenían hasta agua corriente en el interior de sus casas, mientras que en la Edad Media y en la Edad Moderna, y hasta en muchos casos el siglo XIX, la gente tenía que ir al río a buscar agua, o quizá a una fuente situada en una plaza, y tenían que bañarse en los ríos, y nadie podía soñar con tener grifos en sus casas de los que saliera agua limpia y de gran calidad.

Acueducto de Segovia - ©JMPhotographia

El Acueducto de Segovia fue construido en el siglo II de nuestra era. Durante bastante tiempo los estudiosos estuvieron convencidos de que era más antiguo, pues lo databan en torno a la mitad del siglo I, en el reinado de Claudio. Sin embargo, las nuevas técnicas de datación han confirmado que fue construido un siglo después, bajo el reinado de Trajano. Fue construido con más de 20 mil sillares de granito perfectamente trabajados y sin ningún tipo de argamasa para unir sus piezas sino con un dominio impresionante de las fuerzas de empuje. Su altura en el punto más alto ronda los 28 metros y tiene un total de 167 arcos y 120 pilares.

El recorrido del Acueducto se divide tradicionalmente en tres partes, un primer tramo extraurbano, un segundo tramo periurbano y, finalmente, un último tramo urbano, donde se levanta la famosísima arquería o arcuatio, como se dice en latín. El Acueducto recoge las aguas del manantial de Fuenfría, a unos 17 kilómetros de la ciudad, cerca del río Acebeda, en la Sierra de Guadarrama. El agua pasa por diferentes desarenadores o decantadores, donde se van depositando los sólidos y, por tanto, donde se depura el agua, aumentando así su calidad, o mejor dicho, volviendo a recuperar su calidad. Como ya he dicho antes, las pendientes de un acueducto son muy poco acusadas, casi nunca superan el 1%.

El canal por el que circula el agua está en el llamado ático, la parte más alta del edificio, y tiene unas medidas de 180 x 150 cm., que son medidas realmente modestas para lo que estilaban los romanos. No hay que olvidar que Segovia nunca fue una ciudad grande en la Antigüedad, y sus necesidades de agua no podían compararse con las que había en otras ciudades del Imperio como Tiro, Constantinopla, la Cartago romana o la misma Roma, ciudades donde llegaban varios acueductos o un único acueducto con 6 o 7 canales hechos con tuberías de madera, de cobre, de plomo o de otros materiales, y a veces con una mezcla de dos de ellos. 

Arcos y cadenas - ©JMPhotographia

Me resulta bastante impresionante que hasta 1992 estuviera permitido el tráfico de vehículos a través de Acueducto. Es cierto que los coches han crecido un poco en tamaño en relación con hace unos años, pero viendo el hueco que hay entre los pilares uno llega a imaginarse que se habrá producido más de un coche de vehículos contra los pilares, quizá por culpa de algún despistado o quizá de algún borracho. Con buen criterio, y después de una importante intervención para conservar el monumento, se prohibió tanto la circulación de vehículos a motor como los conciertos y eventos multitudinarios y de grandes decibelios en las cercanías. Durante 8 años toda la zona estuvo patas arriba para perjuicio de los comerciantes, aunque reinó el bien común y los comerciantes tuvieron que adaptarse a los nuevos tiempos y a la nueva realidad.

El visitante de la ciudad no ignorará la presencia de una figura de la Virgen del Carmen en un nicho en las alturas de la arquería. La talla que se ve hoy es una réplica colocada allí en 2019 para substituir a la talla original, que aguantó a la intemperie 500 años y estaba ya muy machacada. Hoy, ya restaurada, puede verse en el museo de la Casa de la Moneda. En el hueco que hay al otro lado de la arquería se puso también, en época de los Reyes Católicos, otra talla de San Sebastián, sin embargo, hoy esa talla ya no está allí presente.

Otro dato que impresiona es que el Acueducto de Segovia estuvo en funcionamiento hasta 1973. Hasta hace dos días, como quien dice. Supongo que con el debido mantenimiento, a pesar de que ya no estaban los romanos para mantenerlo en perfecto funcionamiento. Os dejó aquí un video de Alberto Garín en el que da unas muy buenas pinceladas sobre la historia, el por qué, y el futuro del Acueducto.

Después de bichear por la Plaza del Azoguejo, lo que mucha gente hace, y yo hice, es subir las escaleras que conducen al llamado “Mirador del Acueducto”, que pone al visitante casi a la altura del canal por el que antaño circulaba el agua, una altura que se corresponde con la otra parte del barranco que salva la arquería. Por ahí, a esa altura continúa la ciudad, o empieza, ya que allí surge la muralla que rodea la parte más eminente de Segovia.

La calle del Obispo Gandasegui nos lleva a la calle de Juan Bravo, que es una de las calles más importantes de toda la ciudad y que los segovianos siempre han llamado Calle Real. Esta calle es importante porque parte la ciudad en dos justo en el centro, conectando la zona de la Plaza del Azoguejo con la Plaza Mayor. Justo ahí nos encontramos con la Casa de los Picos, un edificio histórico, del último tercio del siglo XV, cuya denominación nace de su fachada, decorada con 617 picos de granito. Parece ser que este empeño decorativo proviene de Italia y ha tenido su aplicación en varios edificios históricos de Europa, como pueden ser la Casa de las Conchas de San Sebastián, la Casa de los Bicos de Lisboa, el Palazzo dei Diamanti de Ferrara, y el que yo considero el más parecido, la Iglesia del Gesú Nuovo, de Nápoles, del que hablamos en el capítulo que dedicamos a aquella ciudad.

La casa fue construida por orden de Pedro López de Ayala para servir como casa-fuerte, ya que una de las puertas de la muralla, la de San Martín, derribada en 1883, estaba en sus inmediaciones. Posteriormente el hijo de éste se la vendió a Juan de la Hoz, ya en el siglo XVI, que fue quien cubrió la fachada con los famosos picos de granito. Antes de recibir su actual nombre se la denominaba Casa del Judío, porque al parecer, fue el lugar de morada del verdugo de la ciudad, que era judío. Actualmente es la sede de la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Segovia.

La calle de Juan Bravo nos va a conducir a la Plaza de Medina del Campo, pero antes, apartándonos muy poquito, nos encontramos con el Palacio de Cascales y con el antiguo almacén de grano.

El Palacio de Cascales, también llamado Palacio del Conde Alpuente, fue construido en el último tercio del siglo XV por Alonso Cascales, aunque también vivió en él el Conde de Alpuente, de ahí sus dos nombres, al que puede unirse un tercero, el de Palacio Aspiroz. Actualmente es la sede de la Consejería de Fomento en la ciudad de Segovia. Se trata de un palacete de estilo mudéjar con elementos característicos como un patio de vidrieras y el esgrafiado segoviano de su fachada, herencia del propio mudéjar que dejaron los musulmanes y que copian hoy en día las construcciones nuevas que se hacen en Segovia.

El antiguo almacén de grano, también conocido como La alhóndiga, es otro edificio histórico del siglo XVI, construido en el reinados de los Reyes Católicos para almacenar grano y poder socorrer a los más necesitados en los tiempos en los que se producían hambrunas en la ciudad. Es un edificio de estilo gótico industrial que ha conservado su planta y en el que hoy se realizan exposiciones de arte y donde hace unos años estuvo el Archivo Histórico de Municipal.

Continuando hacia el noroeste por la calle de Juan Bravo nos topamos con la Plaza de Medina del Campo y con la Iglesia de San Martín. En la plaza, además de la iglesia, se encuentra el Torreón de Lozoya y una estatua de Juan Bravo, que es el personaje histórico que da nombre a la calle, célebre por su participación en la Guerra de las Comunidades de Castilla como regidor y jefe de las milicias sublevadas de Segovia.

Iglesia de San Martín y estatua de Juan Bravo - ©JMPhotographia

La Iglesia de San Martín es un templo católico realmente antiguo. Data de los primerísimos años del siglo XII, ya que hay testimonios que afirman que el 1117 ya estaba construida. Se trata de una iglesia de origen mozárabe construida en estilo románico. Aunque ha sufrido alguna modificación, como es lógico, hoy es un templo de tres naves, crucero con cimborrio y cabecera tripartita. Lo que me resultó más destacable de esta iglesia fue su galería porticada, típicamente románica con arcos de medio punto y capiteles románicos.

A la plaza de Medina del Campo se asoma también el llamado Torreón de Lozoya. Éste es otro de los edificios más emblemáticos de la ciudad, aunque más que un edificio es un grupo de edificios que conforma un complejo palaciego que consta de dos torres, un patio y un jardín con galería porticada. Al igual que la Casa de los Picos, el Torreón de Lozoya es una casa-fuerte, un tipo de construcción muy usual en la Segovia de los siglos XIII y XIV. La torre más grande tiene una dimensión de planta de 8 por 9 metros y 25 metros de altura, y por ella se da entrada al resto del complejo. Su nombre, por otra parte, proviene de la última familia segoviana que lo habitó.

Segovia, igual que Toledo, es una ciudad comunera, como lo es también Valladolid. En Toledo hay una famosa estatua de Juan de Padilla, héroe del levantamiento comunero, por ser esa su ciudad de nacimiento. En Segovia el homenajeado es Juan Bravo que, si bien nació en Atienza, está muy relacionado con Segovia por haber tomado la ciudad y organizado después su milicia. Tanto Padilla como Bravo murieron decapitados en Villalar, el día después de la batalla en la que vencieron las tropas realistas de Carlos I.

Siguiendo en dirección noroeste por la calle de Juan Bravo, y tras un leve serpenteo, llegamos a la Playa Mayor de Segovia, lugar abierto donde vamos a encontrar cuatro edificios importantes: la Catedral de Segovia, el Ayuntamiento, el Teatro Juan Bravo y la Iglesia de San Miguel. Todo ello rodeando a una plaza rectangular con un templete o quiosco central y restaurantes dotados de gran cantidad de sillas, mesas y sombrillas.

Plaza Mayor y Catedral de Segovia - ©JMPhotographia

La Catedral de Segovia es más reciente que otras catedrales españolas, pero no por ello es menos imponente. Su nombre oficial es el de Santa Iglesia Catedral de Nuestra Señora de la Asunción y de San Frutos. Fue construida entre 1525 y 1768, por lo que es una de las catedrales góticas más tardías no sólo de España sino también de toda Europa.

Este hecho tiene explicación. La catedral se erigió tras la destrucción por un incendio de la vieja catedral románica, hecho que aconteció en 1520. Es un templo de tres naves con capillas laterales y cabecera en semicírculo con girola diseñado por Juan Gil de Hontañón. En su fachada principal está la Puerta del Perdón, obra de Juan Guas. Sus dimensiones son 105 metros de largo, 50 de ancho y 33 metros de altura en la nave mayor. La torre, por su parte, asciende hasta los 88 metros de altura y es, por supuesto, la mayor altura de toda la ciudad.

El edificio del ayuntamiento de Segovia ocupa el número 1 de la Plaza Mayor. Es un edificio también histórico, construido entre 1610 y 1620, y obra de Pedro de Brizuega, arquitecto que también participó en la construcción de la catedral.

En el costado oriental de la Plaza Mayor está el Teatro Juan Bravo, construido en 1917 bajo los planos del arquitecto Francisco Javier Cabello y Dodero. Fue inaugurado un año después, el 26 de octubre de 1918.

Por último, antes de abandonar la plaza rumbo al Alcázar, tenemos que hablar de la Iglesia de San Miguel, un lugar histórico imprescindible de la ciudad de Segovia. Esta iglesia fue construida en el siglo XVI en el lugar donde anteriormente se hallaba una iglesia románica anterior. Arquitectónicamente es una gran nave gótica de gran altura con cabecera plana y capillas situadas entre contrafuertes. ¿Y por qué digo que es un lugar histórico imprescindible? Pues porque junto a este lugar, estando en pie la antigua iglesia románica, fue proclamada reina de Castilla Isabel la Católica en 1474.

De camino hacia el Alcázar, nos topamos antes con otra iglesia con una gran torre, una que vimos al principio del recorrido, cuando estábamos junto a la Iglesia de la Vera Cruz. Estamos hablando de la Iglesia de San Andrés, otra iglesia antigua de la ciudad, construida en el siglo XII, que dio nombre a la Puerta de San Andrés, que no se haya lejos de allí. Es un templo románico de dos ábsides con ventanas de medio punto, columnas, capiteles y molduras bizantinas. La torre a la que hemos hecho mención, y que aparecía sobresaliente entre árboles desde muy cerca de la Catedral, tiene tres cuerpos y una considerable altura.

Iglesia de San Andrés - ©JMPhotographia

El siguiente punto del recorrido era ya el Alcázar de Segovia, pero había que andar y hacer algún que otro zigzagueo todavía, y subir alguna que otra cuesta. Las calles de Adolfo Sandoval, de Velarde, la Cuesta del Doctoral y el Paseo de San Juan de la Cruz me llevaron, por fin, a las inmediaciones del Alcázar de Segovia. Es una zona elevada, por lo que permite unas magníficas vistas de la parte norte de la ciudad, lo que incluye la Iglesia de la Vera Cruz y el Monasterio de Santa María del Parral.

Antes de llegar al Alcázar, que nos presenta la parte de la torre del homenaje por este lado, encontramos la Plaza de la Reina Victoria Eugenia, un espacio ovalado y ajardinado con un monumento a los Héroes del 2 de mayo en su centro. Hay otro monumento en un costado, frente a la  Casa de la Química, que rinde homenaje a Joseph Loius Proust, un químico francés muy relacionado con España y con Segovia en particular.

Pero hablemos ya del Alcázar de Segovia, uno de los monumentos más famosos y más visitados de España. Igual que sucede con otras construcciones de la ciudad, fue construido en el siglo XII. El lugar que ocupa ha sido una fortaleza desde época romana, pero a lo largo de la historia ha desempeñado también las veces de Palacio Real, Tesoro Real, prisión del Estado, Real Colegio de Artillería y Archivo General Militar. Por su interior han pasado 22 reyes y, como es natural, ha sido el lugar de celebración de varias bodas reales.

Es conocida la historia de que el Alcázar de Segovia sirvió de inspiración para el castillo de la película de Blancanieves de 1937, producida por Walt Disney. Lo cierto, -lo que sí es real y no entra en el mundo de los rumores-, es que fue escenario para la película “Campanadas a media noche” de Orson Welles.

Alcázar de Segovia con la torre del homenaje en primer término - ©JMPhotographia

La planta de este castillo, llamado alcázar aunque nada tuvo que ver con los musulmanes, es tan irregular como el terreno del cerro en el que se asienta. La torre del homenaje es cuadrada y tiene cinco torreones, y fue levantada por Juan II. En lo que respecta al interior, está dividido en dos partes claramente diferenciadas y separadas por un patio. Por un lado está la torre del homenaje o parte exterior, y por el otro dependencias interiores con varias salas nobles, como la Sala del Trono, el Salón de la Galera, el Salón de las Piñas, el Salón de los Reyes y otras más, todas ellas visitables.

Dentro de las dependencias del Alcázar de Segovia se han filmado escenas de numerosas películas y series nacionales e internacionales. A la ya citada película de Orson Wells podemos añadir otros ejemplos como Cristóbal Colón: el descubrimiento, de John Glenn; La princesa de Éboli, de Terence Young; Camelot, película-musical de 1967; Isabel y Águila Roja, ambas series de producción española, la serie La rueda del Tiempo, producida por Amazon, y podríamos contar más ejemplos, pero creo que con decir que ha salido hasta en Los Simpsons, es suficiente.

Nos alejamos de la zona del Alcázar por la Ronda de Don Juan II, que se asoma al lienzo sur de la muralla y a la Senda de los Suspiros, que circula por debajo, pero no tan abajo como el Valle del Clamores, el arroyuelo que fluye por la parte sur de la ciudad y que se une al Eresma no lejos del Alcázar.

Esta Senda de los Suspiros sigue el camino que recorrían los judíos de la ciudad cuando como cortejo fúnebre caminaban, tras la muerte de un miembro de su comunidad, hacia el antiguo cementerio judío de la aljama hebrea. Desde esta posición uno se encuentra, más o menos, entre la zona de la Catedral y del centro de la ciudad y la zona del Alcázar, por lo que se tiene una visión bastante privilegiada tanto de la torre de la catedral como de las torres del propio Alcázar de Segovia.

Sin cruzar la Puerta de San Andrés, que aparece ante nuestros ojos en nuestra marcha hacia el este, tomamos la calle de la Judería Nueva y volvemos a las calles aledañas de la catedral, cruzamos de nuevo la Plaza Mayor y gracias a la calle de Valdeláguila llegamos a la Plaza de San Esteban, donde nos espera otra iglesia con una gran torre y el conspicuo Palacio Episcopal.

Iglesia de San Esteban - ©JMPhotographia

La Iglesia de San Esteban es otro templo románico presente en la ciudad, y otra iglesia que data del siglo XII. Lo que más entra por los ojos es la torre, que fue, ni más ni menos, la torre románica más alta de toda España con 56 metros, eso sí, hasta que perdió el chapitel barroco que la coronaba; no obstante, si uno mira para abajo ve lo que se puede ver en otras muchas iglesias románicas de Segovia, la belleza de un pórtico columnado románico con diez arcos. El interior de la iglesia es más moderno y de estilo barroco, ya que debió ser reconstruido en el siglo XVIII debido a un incendio.

Casi enfrente de la Iglesia de San Esteban está el Palacio Episcopal de Segovia. Este palacio es más reciente, ya que data de 1755, pero fue construido en el mismo lugar que el antiguo Palacio de los Salcedo, de estilo renacentista, y aprovechando su fachada y su portada. Como su nombre indica, es el lugar donde viven los obispos, aunque ya no lo hacen desde hace no muchos años. Ahora es un lugar donde se exponen obras de arte, pinturas, esculturas y joyas que pertenecen a la diócesis y donde también puede verse mobiliario de los siglos XVII, XVIII y XIX.

Seguimos nuestro camino hacia el este encontrándonos primero con la Iglesia de San Quirce, también del siglo XII, abandonada y convertida en pajar y adquirida por el ayuntamiento en 1927 para instalar en ella la sede de la Universidad Popular Segoviana y poder salvarla de la ruina, y luego con la Iglesia de San Nicolás, con una historia similar a la anterior, también del siglo XII, actualmente sin culto, propiedad de ayuntamiento y sirviendo como taller de teatro.

Nuestra siguiente visita es también una iglesia sin culto que, en este caso, alberga un museo. La Iglesia de San Juan de los Caballeros fue construida entre los siglos XI y XIII, como es evidente, en estilo románico, por lo que cuenta con una torre mudéjar y un pórtico con columnas. Actualmente, como decimos, tampoco tiene culto y se usa como sede del Museo Zuloaga.

Iglesia de San Juan de los Caballeros - ©JMPhotographia

Junto a la Iglesia de San Juan de los Caballeros hay un ameno y refrescante jardín en el que pude descansar los pies y la espalda unos momentos. Es también un balcón que da una vista aérea de la parte norte de la ciudad, la Segovia más moderna, o parte de ella, como quien dice, entre el cerro en el que se asienta el centro de la ciudad y el río Eresma, y también más allá. Justo por ahí está también el antiguo Postigo de San Juan de los Caballeros, una pequeña portezuela en la muralla de la ciudad que, sinceramente, a mí me paso totalmente desapercibida, no voy a engañaros.

La calle de Luis Martín Marcos nos acerca de nuevo a la zona de la arquería del Acueducto, pero antes pasamos por el Palacio Quintanar y por la Casa de las Cadenas. Y ya con la visión del Acueducto nos encontramos con una simpática estatua de Diablo que sostiene un teléfono móvil en actitud de hacerse un selfi… o de que te lo hagas con él.

El Palacio Quintanar es un edificio renacentista del siglo XVI donde realiza sus actividades un centro cultural multidisciplinar de la Junta de Castilla y León creado para desarrollar una amplia programación en el ámbito del diseño gráfico, diseño industrial, interiorismo y fotografía. En él también hay actividades culturales tales como conferencias, seminarios, talleres, congresos y exposiciones.

La Casa de las Cadenas, por su parte, es otro ejemplo de casa-fuerte, es decir, de construcción defensiva, situada junto a una de las puertas de la ciudad, para guarda de ésta. En este caso, la puerta a guardar, era la Puerta de San Juan, hoy desaparecida.

El Diablo se hace un selfi - ©JMPhotographia

Bajando por la calle de San Juan volvemos a pisar la Plaza del Azoguejo y cruzamos la arquería del Acueducto para poder alejarnos y verlo desde el otro lado. Para ello usamos la Avenida del Acueducto, donde vamos a encontrar otras dos iglesias románicas. Lo hacemos con la lentitud de quien admira lo bello y lo colosal, lo que es bello porque es bello y a la vez lo que es bello porque es útil.

La Avenida del Acueducto es peatonal, pero podemos encontrarnos por las mañanas algún que otro camión de reparto. No fue mi caso, yo bajé por ahí recién comido. Mi plan era ir hacia el suroeste para llegar a la Cuesta de los Hoyos y completar mi circunvalación de la ciudad.

La primera de las dos iglesias que aparecen delante de nuestro ojos es la Iglesia de San Clemente, románica, por supuesto, con ábside semicircular de tres arcos pareados, con el típico pórtico románico. La imagen que vemos por fuera responde, en su mayor parte a una construcción antigua, con una torre bastante bajita, efectuada entre los siglos XII y XIII, pero por dentro tiene altares barrocos y churriguerescos.

La segunda es la Iglesia de San Millán que, a simple vista, parece más grande. La torre es más antigua que el propio templo, ya que se considera prerrománica, del siglo XI. La verdad es que tampoco sobresale mucho del conjunto y es de una hechura bastante sencilla. El resto del edificio es un remozamiento de la iglesia mudéjar anterior, conformado entre 1111 y 1126, durante el reinado de Alfonso I, llamado “el Batallador”. Como curiosidad, los expertos han detectado en la iglesia influencia del románico aragonés, ya que su planta es igual que la planta de la catedral del Jaca.

Yo, sin entender nada de arquitectura románica, veo una iglesia tipo de lo que un iletrado puede entender como una iglesia románica, con una torre y un pórtico con muchas columnas y arcos de medio punto. Cuando vaya a Jaca algún día podré comparar.

Iglesia de San Millán - ©JMPhotographia

Y con esto ya podemos decir que hemos visto prácticamente todo lo que quería ver. Seguí caminando hacia el suroeste y luego hacia el noroeste por la calle de Santo Domingo de Silos. Había visto una cosa rara en Google Maps donde abundaba el color y el abigarramiento en el centro de una plaza en una zona menos histórica y tenía curiosidad por ver lo que era. En la Plaza de Fernán González hay instalada una pirámide de colores. Más que una pirámide egipcia, limpia y contundente, es una pirámide truncada al estilo del Templo Mayor de Tenochtitlán. En la galería podréis ver un par de fotos.

La Cuesta de los Hoyos, en sentido noroeste, me llevó de nuevo al lugar donde había dejado el coche, junto al aparcamiento de autobuses del Alcázar. Antes de llegar al coche, quise acercarme a ver el Arco de la Fuencisla, de estilo barroco y erigido en el siglo XVIII, junto al Santuario de Nuestra Señora de Fuencisla, patrona de la ciudad. A un lado el arco tiene el río Eresma y al otro las escarpadas Peñas Grajeras. El santuario, por su parte, empezó como pequeña ermita en el siglo XIII y ha terminado siendo un notable santuario después de dos ampliaciones.

Tras volver al coche y recordar lo que hice en mi visita a Toledo, ya sabéis, dar una segunda vuelta más pequeña pero esta vez anclando el teleobjetivo a la cámara, decidí, a pesar del cansancio grande que ya me aquejaba, hacerlo. Así pues, liberado ya del peso de la mochila, que dejé en el coche, marché a fotografiar con otro punto de vista los principales atractivos de la ciudad. Lo cierto es que el primer recorrido tuvo una longitud de 12,3 km. y el segundo superó por muy poco los 5 km.

Así pues volví a rodear la ciudad antigua por completo, aunque esta vez eludí la Senda de los Molinos, el barrio de San Lorenzo y los comienzos del Acueducto. Crucé la Puerta de Santiago y recorrí el lienzo norte de la muralla para dirigirme, más o menos recto, a la Plaza Mayor, por tercera vez ya. Después me dirigí de nuevo a la Plaza del Azoguejo por la calle paralela a la calle de Juan Bravo, pasando por detrás de la Iglesia de San Martín y bajando por las escaleras que dan acceso al mirador del Acueducto. Tras despedirme del Acueducto volví a bajar por la Avenida del Acueducto, pero esta vez hasta la rotonda que hay en el Paseo de Ezequiel González, y desde ahí tomé a mi derecha la avenida hasta la Cuesta de los Hoyos, que volví a recorrer otra vez hasta llegar al lugar donde tenía aparcado el coche.

La parte más occidental del Alcázar desde la Cuesta de los Hoyos - ©JMPhotographia

Y ya, llegando al coche por segunda vez había terminado mi recorrido por la ciudad de Segovia, una ciudad que había visitado en varias ocasiones antes, pero de la que únicamente recordaba el Acueducto, ¿os pasa eso también a vosotros?

Tuve suerte fotográficamente hablando. Hizo buen día, por la mañana cielos despejados y por la tarde una capa de nubes muy fina suavizó la luz ofreciendo al fotógrafo un material bastante bueno con el que trabajar. Yo diría que el 98% de las fotos las pude hacer a F8 con pequeños ajustes, lo cual me facilitó la tarea de dedicar mayor tiempo a los esfuerzos de encuadrar y componer las imágenes.

Terminé cansado como hay que terminar cansado en ocasiones como estas. No obstante, ya estoy deseando salir a conocer otra ciudad española, o quizá un pueblo más pequeño, ¿quién sabe? El Acueducto, por otra parte, me ha dado vigor y ganas de hacer un capítulo de este blog dedicado a la ciudad de Roma. Lo voy a hacer, pero no sé si seré capaz de condensar en un único capítulo todo lo que vi en Roma y contarlo de una manera que no sea muy pedante y sin citar a Virgilio o a Horacio cada dos por tres.

Aquí os dejo la galería de las mejores fotos que hice en Segovia. Espero que os incite a visitar vuestro entorno. La verdad es que la vida está en los viajes, y la vida es corta, demasiado corta. Aprovechadla, aunque sea en solitario:

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