[Cap. 3] Conociendo mi ciudad: Barrio de Palacio (Centro) 3ª parte

Habíamos terminado la segunda parte del recorrido por el barrio de Palacio en la Plaza de Isabel II: vamos a comenzar esta tércera y última parte justo desde ese punto y desplazándonos sin más esperar hasta la Plaza de Oriente a través de la calle de Felipe V, por la parte norte del Teatro Real.

Yo no sé a vosotros, pero a mí, desde pequeño, la forma del Teatro Real siempre me ha paracido una especie de ataúd.

Calle de Felipe V y fachada norte del Teatro Real. Al fondo el Palacio Real y a caballo el rey Felipe IV en su monumento – ©JMPhotographia
Calle de Felipe V y fachada norte del Teatro Real. Al fondo el Palacio Real y a caballo el rey Felipe IV en su monumento – ©JMPhotographia

Como dijimos en la publicación anterior, el Teatro Real fue inaugurado en 1850. En realidad, justo en el mismo lugar, estuvo ubicando otro teatro anterior llamado Teatro de los Caños del Peral, inaugurado en 1738, reinando Felipe V. Además de teatro, aquella construcción tuvo otro uso importante, al menos histórica y políticamente: acogió sesiones de las Cortes Constituyentes de Cádiz en enero de 1814.

El actual teatro tuvo muchas vicisitudes en su construcción, pues esta duró nada más y nada menos que 33 años, desde 1818 en que comenzó por impulso de Fernando VII, -quien quería un teatro de ópera que pudiera compararse con los principales teatros líricos europeos-, hasta 1850, año en que por fin pudo inaugurarse, ya bajo el reinado de Isabel II. Antes de esa fecha, volvió a convertirse en un espacio político, ya que fue sede parlamentaria del Congreso de los Diputados en 1841.

Años después, en 1925, debido a un derrumbe y a la posterior Guerra Civil, el teatro estuvo en fase de remodelación durante 41 años. El teatro se reabrió en 1966 como un auditorio, y no fue hasta al final del siglo XX que se pudo reabrir como teatro de ópera en 1991, tras otros 7 años de remodelación.

La Plaza de Oriente se inauguró unos años antes que el Teatro Real, concretamente en 1841, si bien la idea de hacer una plaza junto al Palacio Real siempre estuvo en la mente de los monarcas anteriores. Ya conocemos al artífice de la Plaza: El Rey Plazuelas. Efectivamente, fue José Bonaparte el que realizó el proyecto, haciendo lo que más le gustaba hacer, o casi lo que más: derribar edificios.

Plaza de Oriente – ©JMPhotographia
Plaza de Oriente – ©JMPhotographia

Su nombre no proviene del hecho de hallarse en el este de la ciudad, ya que en realidad está en la parte occidental; tampoco proviene del hecho de estar decorada al estilo oriental; el realidad, su nombre le viene por su situación respecto al Palacio Real.

En el centro de la plaza está el Monumento a Felipe IV. La escultura que corona el monumento está considerada la primera estatua ecuestre que representa a un caballo asentado únicamente sobre sus dos patas traseras. Los jardines que rodean este monumento han sido dispuestos de varias maneras, ya que, en un primer momento, tuvieron un diseño circular que, desde 1941, fue cambiado a un diseño en cuadrícula. Otra gran reforma en la plaza se realizó durante la alcaldía de José María Álvarez del Manzano, y consistió en el soterramiento de la calle Bailén además de la construcción de un aparcamiento subterráneo y de la peatonalización de la parte aledaña al propio Palacio.

Las estatuas de reyes hispánicos que hay en la plaza estaban en un principio destinadas a ocupar un lugar en las cornisas del Palacio Real, si bien nunca ocuparon ese emplazamiento por temor a que los techos no aguantaran el peso. Acerca de este hecho corre una leyenda sobre un sueño que tuvo la reina Bárbara de Braganza. Finalmente estas estatuas, muy numerosas, se repartieron por diferentes puntos de la plaza, de la ciudad y de España.

Plaza de Oriente
Uno de los paseos con estatuas de reyes hispánicos de la Plaza de Oriente - ©JMPhotographia

En las partes norte y sur de la plaza hay sendos jardines con nombre propio: los Jardines del Cabo Noval en la parte norte; y los Jardines de Lepanto en la parte sur. Estos jardines se distinguen claramente de los jardines centrales por contener plátanos y árboles de mayor tamaño además de monumentos escultóricos a personalidades militares.

Monasterio de la Encarnación - ©JMPhotographia
Monasterio de la Encarnación - ©JMPhotographia

Dejando la Plaza de Oriente por el norte se llega de manera inmediata al Monasterio de la Encarnación. Este monasterio de monjas agustinas recoletas se edificó en el siglo XVII por orden de Margarita de Austria, esposa de Felipe III. El edificio se puede visitar parcialmente y en él pueden verse obras de Ribera, obras hechas en bronce, marfil y coral y tallas de Juan de Mena y Salzillo. Sin embargo, lo más famoso que hay dentro del monasterio es la reliquia de la sangre de San Pantaleón que, según dicen los más creyentes, se licúa todos los años el 27 de julio.

Un siglo más tarde el edificio fue reformado tras un incendio que lo dañó sobre todo en el interior. Ventura Rodríguez participó en esta reforma, encargándose de la decoración junto a otros artistas neoclásicos. El resultado fue un importante acervo de obras pictóricas y escultóricas.

Siguiendo en dirección noreste por la calle de la Bola está el restaurante La Bola, en la esquina con la calle de Guillermo Rolland. Este restaurante es famoso por despachar el mejor cocido madrileño de la ciudad y, por ende, del mundo entero. Muchos lo han probado y han tenido esa sensación.

Se fundó como botellería a principios del siglo XIX, y no fue hasta 1870 que se transformó en restaurante, aunque con otro nombre distinto al actual. Dada su historia como botellería, La Bola tiene la particularidad de servir el cocido en pucheros de cocción de barrio individuales. Parece ser que ellos inventaron esta forma de hacerlo y todos los demás que lo sirven así lo hicieron después.

Siguiendo por la mencionada calle de Guillermo Rolland se llega rápido a la Plaza de la Marina Española, el lugar donde está el Senado y el Palacio del Marqués de Grimaldi, diseñado por Francisco Sabatini y famoso por haber sido el lugar de residencia de Manuel Godoy durante unos años. En la actualidad el palacio alberga la sede del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.

Plaza de la Marina Española, sede del Senado - ©JMPhotographia
Plaza de la Marina Española, sede del Senado - ©JMPhotographia

El edificio del Senado, también llamado Palacio del Senado, fue construido en el siglo XVI como edificio destinado a ser el Colegio de la Encarnación, espacio anexo al Monasterio de la Encarnación del que ya hemos tenido la ocasión de hablar. A principios del siglo XIX ya tuvo un uso político siendo sede de las Cortes Unicamerales en 1814, y años más tarde también, entre 1820 y 1823. Es la sede del Senado como tal sólo desde la restitución de la democracia y después de la redacción de la actual Constitución de 1978. Entre estos años el edificio fue usado para diferentes usos políticos durante la Segunda República y el régimen de Franco.

La superficie semicircular que puede verse desde la calle Bailén es un anexo que se construyó para el Senado a finales del siglo XX.

Edificio circular del Senado – ©JMPhotographia
Edificio circular del Senado – ©JMPhotographia

Cruzando la calle Bailén están los famosos Jardines de Sabatini, espacio anexo al Palacio Real al que se accede bajando por unas escaleras. Cerca de allí había un simpático mimo con un reloj colgado del cuello, integrado con el paisaje casi como si perteneciera por completo a él. Los Jardines de Sabatini, a pesar de su nombre, no tienen nada que ver con Sabatini… bueno, una cosa sí, fueron construidos en el lugar -frente a la fachada norte- donde Sabatini construyó las caballerizas del Palacio Real.

Se trata de unos jardines clasicistas que cuentan con un estanque y un puñado de estatuas que estaban destinadas a ocupar lugares en las cornisas del palacio pero que tuvieron que ser repartidas por diversos puntos para aligerar de peso los techos.

La obra data de tiempos de la Segunda República, a principios de los años 30, y terminó de ser construida tras finalizar la Guerra Civil. Las escaleras de acceso, por su parte, son posteriores, de principios de los años 70, substituyendo a otras anteriores que eran menos “monumentales”.

Jardines de Sabatini – ©JMPhotographia
Jardines de Sabatini – ©JMPhotographia

De nuevo en la calle Bailén y pasando el espacio ocupado por el propio Palacio Real llegamos a la Plaza de la Armería, un espacio entre el Palacio Real y la Catedral de la Almudena que siempre está muy concurrido por turistas.

Plaza de la Armería desde la calle de Bailén – ©JMPhotographia
Plaza de la Armería desde la calle de Bailén – ©JMPhotographia

Esta plaza fue diseñada por Narciso Pascual y Colomer, el mismo arquitecto de los Jardines del Campo del Moro y de la Plaza de Oriente, y -ya lo veremos más adelante-, del Congreso de los Diputados. Su construcción se llevó a término a finales del siglo XIX. La plaza substituyó a otra plaza anterior llamada Plaza de Palacio y después, -tras construirse un arco en dicho lugar-, Plaza del Arco de Palacio.

El Palacio Real, como ya hemos tenido ocasión de decir, substituyó al antiguo Real Alcázar que se quemó en 1734. Aquel Real Alcázar tuvo su origen en una fortaleza musulmana del siglo IX que fue paulatinamente ampliándose y mejorándose a lo largo de los siglos. Durante todo ese tiempo albergó multitud de obras de arte que, desgraciadamente, no pudieron ser salvadas en muchos casos.

De los objetos voluminosos, -que fueron los últimos que se intentaron salvar-, destaca la suerte de Las Meninas de Velázquez: el cuadro pudo ser salvado al ser arrojado por una ventana.

Sobre las ruinas del Real Alcázar se construyó el actual Palacio Real. El edificio comenzó a construirse tan sólo cuatro años después del incendio del Real Alcázar y su construcción se demoró más de tres decenios. El palacio, como tal, es el más grande de Europa Occidental y uno de los más grandes del mundo, casi doblando en extensión a los palacios de Buckingham y de Versalles.

Actualmente ningún rey vive en el Palacio Real, -el último en hacerlo fue Alfonso XII-, por lo que está destinado para actos solemnes y recepciones oficiales de Estado. También reúne, como fue el caso del Real Alcázar, un valioso patrimonio histórico-artístico de obras pictóricas, escultóricas, de tapicería y de instrumentos musicales. Dentro del palacio está la Real Biblioteca o Biblioteca de Palacio, un lugar en el que he tenido el privilegio de trabajar -como investigador-, para mi tesis doctoral.

El siguiente y último punto de mi recorrido por el barrio de Palacio es la Catedral de la Almudena, llamada oficialmente Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Santa María la Real de la Almudena. Fue consagrada en 1993 por el papa Juan Pablo II.

A pesar de su exterior neoclásico, su interior reúne objetos decorativos modernos y de colores llamativos, aunque vinculados al neogótico, estilo en cierto modo opuesto al neoclásico del exterior.

Interior de la Catedral de la Almudena – ©JMPhotographia
Interior de la Catedral de la Almudena – ©JMPhotographia

La Catedral de la Almudena comenzó a ser construida en 1883, por lo que se tardó en terminar de construir más de un siglo. Su orientación es peculiar, ya que no es este-oeste como la inmensa mayoría de las catedrales, sino norte-sur. Esto se debe a que quiso ser integrada en el conjunto monumental que incluye a la propia catedral y al Palacio Real.

Se puede visitar la cúpula y el Museo con una misma entrada combinada. La subida a la cúpula, según dicen, no ofrece vistas magníficas, si bien otros afirman lo contrario, -supongo que será cuestión de gustos-; el museo expone objetos de valor histórico y religioso de la Diócesis de Madrid.

A la cripta se accede por la calle Mayor, está situada debajo de la catedral con las mismas dimensiones de su planta y es una visita menos habitual pero no por ello menos imprescindible. Si vas a visitar la catedral, aunque seas total y completamente ateo como yo, en la cripta descubrirás algunas cosas. La cripta presenta un tercer estilo arquitectónico dentro del conjunto catedralicio, ya que si es exterior es neoclásico y el interior neogótico, aquí tenemos un estilo neorrománico muy diferente al resto, principalmente por las 400 columnas y 20 capillas que podremos contemplar. Encontrarás muchísimas tumbas, unas de gente rica que está en los suelos y que pisarás aún no queriendo, y otras de gente muy rica que están escoradas en las capillas, que no podrás pisar ni aunque quieras.

Y así terminamos el recorrido fotográfico por el barrio de Palacio. Ha resultado ser toda una aventura y he aprendido muchísimo sobre mi ciudad. Este barrio se ha convertido en mi parte preferida de Madrid, pero no voy a pararme aquí. El siguiente recorrido fotográfico me llevará al barrio de Embajadores, la parte sur del distrito de Centro, con el Rastro, la zona de Lavapiés, la plaza de Tirso de Molina y un icono de la modernidad: el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Si hay alguna información errónea, por favor, comentádmelo. Asimismo, sería para mí un placer que comentarais qué os gusta más del barrio de Palacio, qué zona preferís para pasear, etc. También sería muy bienvenida cualquier información que no haya aparecido en estas tres entradas y que consideréis que merece atención por su relevancia o belleza. ¡Gracias!

Todas las fotografías de este tercera y última parte del recorrido por el barrio de Palacio:

Todos los días una nueva foto en color del proyecto en Instagram. JMPhotographia en las redes sociales:

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