[Cap. 1] Conociendo mi ciudad: Barrio de Palacio (Centro) 1ª parte

Comienza aquí y ahora mismo el proyecto fotográfico “Conociendo mi ciudad” con el que iré recorriendo pacientemente todos y cada uno de los barrios de Madrid contenidos en todos y cada uno de los distritos de la ciudad empezando por el primero, el distrito de Centro; y terminando por el vigésimo primero, el distrito de Barajas. En total serán 131 barrios, que son los que, a día de hoy, tiene la ciudad de Madrid, lo que se traducirá en un número de capítulos que se acercará a los 150.

El barrio de Palacio es el barrio más grande del distrito de Centro. Contiene unos 22 mil habitantes con una densidad de casi 155 habitantes por kilómetro cuadrado. Se trata de la parte más antigua de la ciudad, conocida como “El Madrid de los Austrias”. Contiene edificios emblemáticos como el Palacio Real o el Teatro Real, lugares castizos como las Cavas, la antigua Morería o la famosa Plaza de la Villa.

En la cabeza de los madrileños y de los que visitan Madrid, el corazón del distrito de Centro es la Puerta del Sol, -no en vano muchos madrileños la llaman “El Foro”. En el distrito de Centro hay, obviamente, de casi todo, desde calles eminentemente comerciales como la Gran Vía o la calle de Fuencarral, por poner un par de ejemplos, hasta zonas populares de restauración y de diversión como Malasaña, conocida por su ambiente bohemio, sus calles llenas de vida y sus bares alternativos.

Otra zona que también ha alcanzado la fama a nivel internacional es el llamado “Barrio de las Letras”, conocido por ese nombre por albergar las casas de literatos de carácter universal como Miguel de Cervantes o Lope de Vega. El distrito de Centro es también un distrito que contiene los mejores museos de la ciudad, ya que, aunque el Museo del Prado no esté en el distrito de Centro, si está justo en su límite. No obstante, además, podemos citar otros importantes museos como el Museo Thyssen-Bornemisza o el Centro de Arte Reina Sofía, y otras más pequeños y de pretensiones más modestas como el Museo del Romanticismo o el Museo de Artes y Tradiciones Populares.

El distrito de Centro, en definitiva, es, con toda seguridad, la zona más animada y cosmopolita de la ciudad, repleta siempre de turistas de dentro y de fuera, donde se escuchan muchísimas lenguas de todo el mundo, y donde uno puede disfrutar de todo tipo de ofertas, tanto de ocio como gastronómicas y culturales.

Comencé mi recorrido en metro, haciendo un viaje desde la estación de Chamartín hasta la estación de Príncipe Pío, curiosamente dos estaciones de metro inscritas en estaciones ferroviarias y muy relacionadas entre sí. La estación de Príncipe Pío pertenece barrio de Casa de Campo, en el distrito de Moncloa-Aravaca, por lo que hablaré sobre ella, -al igual que sobre la Glorieta de San Vicente-, en otro momento. En este caso sólo fue el punto de partida de mi andadura por el barrio de Palacio.

Vista del Palacio Real desde la entrada a los jardines - ©JMPhotographia

El primer punto marcado para la visita eran los Jardines del Campo del Moro. Se trata de un lugar de Madrid que nunca antes había visitado; es más, pensaba que era algo así como un lugar privado o que al menos costaba dinero su entrada. Nada más lejos de la realidad, la entrada a los Jardines del Campo del Moro es gratuita y sólo se puede hacer por la puerta del Paseo de la Virgen de Puerto.

El nombre de este lugar procede del siglo XIX, cuando los promotores de la obra recurrieron a un hecho histórico para nombrarla.

El “moro” en cuestión es Alí Ben Yusuf, caudillo moro que tras la muerte de Alfonso VI hizo un intento de reconquistar la ciudad y para tal fin, con el objetivo de tomar el antiguo Alcázar de Madrid, que ocupaba el sitio en el que hoy se alza el Palacio Real, acampó en los terrenos de los que estamos hablando. Corría el año 1109.

El campo que estaba entre el Real Alcázar y el río Manzanares siempre fue un terreno difícil, con un gran desnivel y siempre estuvo en los planes de los reyes su transformación o urbanización, pero varios proyectos no pudieron llevarse a cabo por estas dificultades y por la escasez de dinero. Felipe IV, que lo usaba como coto de caza, fue el primero que comenzó a cambiar su aspecto al ordenar la plantación de un buen número de olmos.

Pero fue el arquitecto Juan de Villanueva quien llevó a término un diseño que conectada por debajo el Real Alcázar con la Casa de Campo mediante un pasadizo subterráneo sobre el cual se construyeron los jardines. Medio siglo más tarde el diseño de los jardines fue completado por Narciso Pascual y Colomer, arquitecto mayor de palacio. El nuevo diseño consistía en una avenida peatonal que unía la fachada oriental del ya construido Palacio Real con el Paseo del Puerto con dos fuentes, una traída de Boadilla del Monte y otra desde el Real Sitio de Aranjuez. Para salvar el enorme desnivel existente en esa zona se usaron los escombros procedentes de la remodelación de la Puerta del Sol.

Fuente de las Conchas, diseñada por Ventura Rodriguez - ©JMPhotographia

Estas dos fuentes principales son, por una parte, la Fuente de las Conchas, que es la que fue traída desde Boadilla del Monte. Es obra de Ventura Rodríguez y data del siglo XVIII y está situada, más o menos, en el centro de los jardines. Fue labrada en mármol blanco de Macael y su diseño consta de cuatro cuerpos: el primero es el más ancho, donde está el pilón circular, y que contiene las esculturas de tres tritoncillos que sujetan cada uno una concha. Inmediatamente después, en el segundo cuerpo, hay tres tritones ancianos, que sujetan el plato más grande. En el tercer cuerpo hay tres ninfas que, a su vez, sujetan un segundo plato más pequeño. El cuarto y último cuerpo consta de un no abrazado a un delfín, del que brota un surtidor.

Después de tanto tritón resulta curioso que la segunda fuente, la que está más cerca de la fachada oeste del Palacio Real, se llame Fuente de los Tritones, que es la fuente que se trajo del Real Sitio de Aranjuez en 1848. Esta fuente tiene un par de particularidades: la primera es que se desconoce su autor, y la segunda es que se la considera la fuente monumental más antigua que se conserva en la ciudad de Madrid. Se trata de una pieza de arte confeccionada también en mármol blanco y contiene tres plataformas a modo de escalera. En la base hay tres tritones ancianos, hecho que justifica su denominación. Los dos primeros cuerpos están decorados con figuras femeninas mientras que el tercero contiene un amorcillo.

Además de  estas dos grandes fuentes, hay una tercera fuente, mucho más pequeña, la Fuente de la Almendrita, así como otro grupo de fuentes circulares pequeñas junto al Museo de Carruajes, que es otro punto de visita importante que se encuentra en el Campo del Moro.

El Museo de Carruajes fue diseñado en 1960 por el arquitecto Ramón Andrada como una estructura de módulos hexagonales que permiten futuras ampliaciones. Su contenido, como podréis imaginar, consta de carruajes que pertenecieron a la Corona Española a lo largo de los siglos. Algunos de estos carruajes son muy antiguos, como la “Carroza de Juana la Loca” o la litera de su hijo, Carlos I.

En mi cabeza tenía la idea de que por allí se paseaban libremente los pavos reales del mismo modo que sucede en el Jardín del Príncipe de Aranjuez. La verdad es que los vi de casualidad, llevado por mi curiosidad sobre las cosas, cerca de lo que se llama el Chalé del Corcho, en unas jaulas edificadas para ellos, aunque algunos estaban plácidamente acomodados encima de la propia jaula, en libertad.

En líneas generales, creo que los jardines del Campo del Moro no están precisamente en un período de mucho lustre. Se trata de unos jardines muy plácidos, poco concurridos y muy tranquilos y agradables para pasear, pero el Chalé del Corcho y el Chalecito de la Reina los encontré cerrados y en estado semi-ruinoso. Sin embargo, es obvio que es una visita obligada de Madrid y que he tardado demasiado tiempo en visitar, como tantos otros lugares de mi ciudad.

Restos de la muralla árabe junto a la Catedral de la Almudena - ©JMPhotographia

Tras dejar atrás estos jardines, -usando la misma puerta por la que los conocí-, me dirigí por el Paseo de la Virgen del Puerto hasta la Ermita de la Virgen del Puerto. Esta iglesia se contruyó entre 1716 y 1718 bajo los planos del joven arquitecto Pedro de Ribera por orden del por entonces alcalde de Madrid, -por aquellos tiempos llamo corregidor-, el Marqués de Vadillo, quien pretendía embellecer todas las zonas aledañas al Palacio Real. Parece ser que es uno de los primeros ejemplos de barroco español. 

El nombre de Virgen del Puerto proviene de la patrona de la ciudad de Plasencia, de la que el Marqués de Vadillo fue también previamente corregidor entre 1689 y 1696. La ermita fue construida para guardar en su interior la talla de la Virgen del Puerto que por aquel entonces se albergaba en el Colegio Imperial. Sin embargo, esta talla original fue destruida, así como la mayor parte de la iglesia, durante la Guerra Civil, por lo que tras finalizar la guerra tuvo que volver a tallarse una nueva, obra del escultor Víctor González Gil, y reconstruirse la ermita casi por completo por intervención del ingeniero Carlos Mendoza, quien también fue autor de la canalización del río Manzanares, desde 1945, año en el que fue declarada monumento nacional, hasta 1951 en que terminaron las obras de reconstrucción.

Desde allí continué por el paseo hasta llegar a la calle Segovia, una de las calles históricas de Madrid más importantes, ya que era una de las entradas a la ciudad. Su trazado sigue un barranco bastante pronunciado por el que solía pasar un pequeño arroyo, el Arroyo de San Pedro. Su nombre primigenio fue Calle Real Nueva, pero posteriormente tomó el nombre de Segovia, ya que el camino del que provenía conducía hasta esa ciudad.

Quedó a mi derecha el Puente de Segovia, que veremos en otro capítulo, y a mi izquierda el Parque de Atenas, por el que caminé hasta llegar a la Cuesta de la Vega en dirección a la calle Bailén y su viaducto.

El Parque de Atenas es uno de los parques más grandes del distrito de Centro, contiene abundantes árboles y zonas de césped. En primavera y verano los árboles están muchísimo más tupidos que en inverno, por lo que la estampa general varía bastante.

Cuando termina el Parque de Atenas nos encontramos con la Cuesta de la Vega que sirve para salvar la distancia en altura de uno de los barrancos que rodean el Palacio Real. Su nombre deriva de un antiguo acceso a la ciudad, la Puerta de la Vega, en la antigua muralla árabe.

Cuando hemos subido toda la cuesta y nos encontramos a la altura de la catedral, nos toparemos con un parquecito muy ameno, donde podremos contemplar los restos de la muralla árabe de Madrid, en lo que hoy en día es el Parque del Emir Mohamed I. La muralla árabe es, con mucha probabilidad, la construcción vestigial más antigua de Madrid, ya que data del siglo IX, época en la que la ciudad estaba bajo la dominación musulmana y servía como protección del alcázar y de la almudayna de la Mayrit de aquel entonces. El parque en el que se asienta este trozo de lienzo lleva el nombre del emir que ordenó su construcción, Mohamed I.

El siguiente punto del recorrido, pasado el Viaducto, eran los Jardines de las Vistillas. Estos jardines son el realidad dos plazas bien diferenciadas -o una plaza en dos partes, si se prefiere-, situados en un entorno elevado sobre el antiguo cerro del Campo de las Vistillas. Su nombre, como se puede adivinar, indica la bonanza de las vistas sobre la parte oeste de la ciudad que ofrecen.

Las dos plazas reciben los nombres de Plaza de Gabriel Miró y Parque de la Cornisa, llamado así por estar al borde del barranco.

La calle de San Buenaventura une Las Vistillas con la Real Basílica de San Francisco el Grande. Este templo destaca por su cúpula, la tercera más grande de todas las iglesias cristianas, y también por su pinacoteca, que incluye pintores como Goya o Zurbarán. Fue edificado sobre un convento franciscano que, según una leyenda, fue fundado por San Francisco de Asís en el siglo XIII. En 1706 los franciscanos decidieron derribar la ermita para construir un templo más grande.  En 1836 los propios franciscanos fueron expulsados del templo por la Desamortización de Mendizábal, pasando el templo a titularidad del Estado.  Años más tarde se consideró convertirlo en lugar de descanso de personajes ilustres, llegando a llevarse allí los cuerpos de Calderón de la Barca, Quevedo, Garcilaso o de El Gran Capitán, aunque más tarde los cuerpos fueron devueltos a sus lugares de origen y se recuperó el culto religioso. En 1962 fue nombrada por el papa Juan XXIII basílica menor.

Basílica de San Francisco el Grande, la tercera cúpula en tamaño de la Cristiandad - ©JMPhotographia

Bajando por la Gran Vía de San Francisco hacia el sur y girando a la derecha para llegar a la Ronda de Segovia llegué a la llamada Cerca de Felipe IV. Esta cerca, usada para usos administrativos y de control de entradas y salidas y no como construcción defensiva, substituyó a la más antigua Cerca de Felipe II que en tiempos de Felipe IV, nieto de éste, ya se había quedado pequeña. Como cerca que era, con toda lógica, rodeaba la ciudad, aunque hoy sólo puede verse un pequeño fragmento en la Ronda de Segovia, cerca (jajaja) de la Puerta de Toledo.

Puerta de Toledo - ©JMPhotographia

La Puerta de Toledo formaba parte de la Cerca de Felipe IV, y curiosamente, la que hoy podemos ver, es la cuarta Puerta de Toledo que existe en Madrid, ya que hubo tres anteriores situadas en lugares más interiores sobre el antiguo camino que iba hasta Toledo. La actual data del siglo XIX, erigida en honor de Fernando VII a modo de arco triunfal para conmemorar la victoria final contra los franceses en la Guerra de la Independencia.

Iglesia de la Paloma - ©JMPhotographia

Para finalizar esta primera parte del recorrido sobre este barrio de Palacio, (tendrá 3), tomé la calle de la Paloma hasta la Plaza de la Paloma, donde se sitúa la Iglesia de la Paloma.

Habría que comenzar por decir que la iglesia no se llama así, sino Iglesia de la Parroquia de San Pedro el Real. El nombre por el que es conocida esta iglesia es un nombre popular. Dentro de ella se encuentra el cuadro “Nuestra señora de la Soledad“, conocido como “Virgen de la Paloma”.

Según una tradición, el cuadro en cuestión fue hallado por unos niños que jugaban en un corral situado en la calle de la Paloma y entregado a una vecina, llamada Isabel Tintero, que lo limpió y decidió enmarcarlo y exhibirlo en el portal de su casa. A partir de ahí el cuadro comenzó a ser venerado por los vecinos de la zona y luego por toda la ciudad, incluidos miembros de la realeza.

La calle recibió el nombre de calle de la Paloma por otra leyenda que decía que una paloma se había criado allí mismo y que voló sobre la Virgen de las Maravillas cuando la trasladaron al convento de la calle de la Palma.

En 1796 se decidió erigir una pequeña capilla para albergar el cuadro, y esa pequeña capilla fue el germen de la actual iglesia, construida justo 100 años después, en 1896. La nueva iglesia es de estilo neomudéjar con elementos neogóticos, y curiosamente fue inaugurada el día de mi cumpleaños, concretamente el 23 de marzo de 1912.

En la segunda parte seguiré mi recorrido por el barrio de Palacio de Madrid. Subiremos hacia el norte para visitar lugares tan castizos como las plazas de los Carros y de la Paja, las Cavas Alta y Baja, el Mercado de San Miguel, las plazas de Puerta Cerrada y de la Cruz Verde, y también la Plaza de la Villa, donde se asentó durante tantos años el ayuntamiento de la ciudad; y terminaremos en la Plaza de Isabel II o de Ópera.

Todas las fotos de esta primera parte del recorrido del barrio de Palacio:

Todos los días una nueva foto en color del proyecto en Instagram. JMPhotographia en las redes sociales:

1 comentario en “[Cap. 1] Conociendo mi ciudad: Barrio de Palacio (Centro) 1ª parte”

  1. Muchos madrileños, enamorados de nuestra ciudad de origen, sentimos tarde o temprano el deseo de conocer en profundidad la misma, recorriéndola y documentando sus principales rincones que son muchos y bellos, cargados de la historia que los fue creando y adornados con la tradición de las vivencias que en ellos tuvieron lugar. “Conociendo mi ciudad” se me ha anticipado en esa intención y me está deleitando con su lectura, y será fuente importante de inspiración el día en que me decida a afrontar por mí mismo la atractiva aventura de conocer y divulgar Madrid.

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