El barrio de Embajadores ha sido impresionante, pero no me voy a parar aquí, ni mucho menos. Vamos a seguir con el tercer barrio del distrito de Centro: el barrio de Cortes, donde vamos a encontrarnos de todo.
El barrio de Cortes está delimitado por las calles de Alcalá y Gran Vía por el norte, por las calles de Sevilla y de la Cruz por el oeste, por el Paseo del Prado por el oeste y por la calle de Atocha por el sur. Está habitado por un poco más de 10 mil personas. Recibe su nombre del hecho de que alberga dentro de sí el Congreso de los Diputados o Cámara Baja, si bien, también suele recibir el nombre popular de Huertas debido a la importancia de la calle de las Huertas, que a su vez recibe su denominación de las antiguas huertas que en el siglo XVII se encontraban junto al actual Paseo del Prado.
El recorrido comenzó en la Estación de Chamartín. Desde allí me desplacé, gracias a la Linea 1 de Metro, a la estación de Antón Martín, donde empieza el recorrido nada más salir de la boca de metro con el Teatro Monumental.
El Teatro Monumental de Madrid, -así es su nombre completo-, es uno de los más notables emblemas del llamado “Racionalismo madrileño”. Se abrió como cine en 1923. Tenía tres pisos y capacidad para 4.200 butacas, quizá de ahí su nombre. Fue diseñado por Teodoro Anasagasti con la idea de hacer un diseño ambivalente de cine y de teatro. Es la sede de la Orquesta de RTVE desde 1970 y actualmente está cerrado por reformas, hecho que ha obligado a la orquesta a trasladar su sede de forma temporal a la localidad madrileña de San Lorenzo de El Escorial.
Tomando la calle del León en dirección norte y justo antes de la intersección con la calle de las Huertas se levanta el edificio de la Real Academia de Historia. Esta institución se encarga del estudio de la historia de España abarcada desde múltiples puntos de vista: política, militar, científica y artística, etc. Sus origenes se remontan al año de 1735 en forma de reuniones de amigos eruditos en la casa de Julián Hermosilla. Posteriormente estos amigos pidieron el auspicio y la protección del rey Felipe V, que se la dio, fundando oficialmente la Real Academia de Historia tres años después. La sede de esta institución ha estado en la Real Biblioteca del Palacio Real, en la Casa de la Panadería de la Plaza Mayor y finalmente en esta sede de la calle del León, antigua posesión de monjes jerónimos del Monasterio de El Escorial que fueron desposeídos de ella en la desamortización de Mendizábal, si bien no se realizaron actos de la Real Academia hasta varios años más tarde, concretamente en 1874.
Girando a la izquierda por la calle de Huertas se llega en segundos a la Plaza de Matute. Curiosamente, nadie pone en duda la categoría de plaza de este lugar, si bien realmente es un pequeño ensanchamiento de la calle que lleva el mismo nombre. Se trata de una plaza diminuta en cuanto a espacio pero abrumadoramente grande si lo que miramos es la historia y los moradores de los que pudo disfrutar. Allí vivieron literatos como Cervantes, Gustavo Adolfo Bécquer o Zorrilla, y tuvo su imprenta el periódico “El Imparcial” y más tarde la revista “La ilustración de Madrid”, ambas publicaciones fundadas por el abuelo de José Ortega y Gasset; de la segunda publicación fue director el propio Gustavo Adolfo Bécquer.
Por si esto fuera poco para tan parvo espacio, en la plaza también hay un ejemplo de edificio de arquitectura modernista: la casa de Pérez Villaamil.
Por la plaza y calle de Matute volvemos a la calle de Atocha y giramos a la derecha en dirección noroeste hasta llegar al número 93 donde se levanta la Iglesia de San Sebastián.
Esta iglesia es conocida por tener en su interior los restos mortales de Lope de Vega, aunque no se sabe exactamente cuál es su ubicación. La iglesia fue construida entre 1554 y 1575 aunque se realizaron añadidos, como la torre, muchos años después. En noviembre de 1936 quedó prácticamente destruida al caer sobre ella una bomba de la aviación del bando nacional. Tras la Guerra Civil fue reconstruida por completo y también fue cambiada su orientación, motivo por el cual se perdió la ubicación exacta de los restos de Lope de Vega.
Bordeando la iglesia y tomando la calle que lleva el mismo nombre accedemos a la Plaza de Ángel, otra nueva plaza de forma triangular en la ciudad de Madrid. Esta plaza está contigua o pegada a otra plaza muy famosa de la capital, la de Santa Ana, a la que nos acercaremos un poco después. La Plaza del Ángel debe su nombre a la pintura del Santo Ángel de la Guardia que se encontraba en el antiguo Monasterio de San Felipe Neri. Este es, por tanto, uno de esos casos en los que aquello que da el nombre desaparece de la historia quedando únicamente el nombre.
A pesar de su estrombótica forma y de su aparecente encajonamiento, en esta plaza vienen a dar calles de muy importante nombre, como la propia calle de las Huerta o la de Espoz y Mina. Cuando yo llegué, aquello estaba tomado por furgonetas y camiones de reparto, por lo que cualquier fotografía estaba condenada por aquel hecho. Sin embargo, ningún objeto podía tapar la belleza de la torre del Hotel Reina Victoria con su blanca figura. En el lugar que ocupa este hotel estuvo antes el Palacio de los Condes de Montijo y posteriormente el Casino Militar.
Si atravesamos la plaza desde el espacio más abierto hasta el más cerrado daremos con un lugar ya visitado recientemente: la Plaza de Jacinto Benavente.
A esta plaza va a dar la fachada del Teatro Calderón como ya contamos en la publicación anterior. Se trata de un espacio creado en 1922 tras el derribo de varios edificios y el ensanchamiento de varias plazuelas más pequeñas, la de la Leña y la de la Aduana Vieja.
Allí se encontraba un edificio perteneciente a la asociación de los Cinco Gremios Mayores que fue comprado por el Banco de Isabel II, hecho que tras la compra del Banco de San Carlos dio origen a la primera sede del Banco de España (actualmente la Dirección General del Tesoro).
En el centro de la plaza hay una estatua con la que uno que no vaya muy atento puede tener un buen percance. Se trata del Monumento al barrendero madrileño, una escultura inaugurada hace no mucho, en tiempos de Álvarez del Manzano (2001), como homenaje a este colectivo que ha hecho y hace tanto por la ciudad. El barrendero en cuestión tiene un traje clásico con gorra usado en la década de los 60.
Tras despedirnos de tan simpática estatua, tomamos la calle de la Cruz en dirección norte sólo hasta girar a la derecha por la primera calle que encontramos, que no es otra que la calle de Álvarez Gato, una calle que la historia ha denominado “callejón”. Estamos hablando del famosísimo “Callejón el Gato”, inmortalizado por la obra Luces de Bohemia de Ramón María del Valle-Inclán, muy conocido por la existencia histórica en ese lugar de unos espejos deformantes, uno cóncavo y otro convexo, que reflejaban una imagen distorsionada de aquel que los miraba. Los espejos que podemos ver hoy son una reproducción módica de los que antaño allí se situaban y, la verdad, a mí no me hicieron mucha gracia ni lograron transmitirme ningún sentimiento de estar delante de algo que pudiera catalogarse en algún caso de objeto histórico.
Cruzar en callejón del gato nos pone en la calle de Núñez de Arce y muy cerca de la Plaza de Santa Ana. Aquí tenemos que volver a hablar inexorablemente de nuestro buen amigo José Bonaparte, “El Rey Plazuelas”, ya que la plaza fue creada por él en 1810 y por su gusto por la demolición de casas en hilera.
La plaza está caracterizada por la presencia de dos edificios notables que además están enfrentados, uno a cada lado de la plaza: por un lado el Teatro Español y por otro el Hotel Reina Victoria, del que hemos hablando hace un momento. Tampoco faltan locales de restauración antiguos y llenos de historia como el tablao flamenco Villa Rosa, la Cervecería Alemana, históricamente frecuentada por el personal de la embajada de los Estados Unidos; o la cafetería La Suiza o estatuas dedicadas a literatos españoles como Pedro Calderón de la Barca y Federico García Lorca.
El Teatro Español, previamente llamado Teatro del Príncipe, -por la calle en la que está situado-, es visible desde cualquier lugar de la plaza gracias a una remodelación llevada a término en 1950 que consistió en la demolición de unas casas que se encontraban justo enfrente y que impedían la visión del teatro desde la plaza. La historia del teatro se remonta a tiempos tan antiguos como el siglo XVI, cuando Felipe II estableció la Cofradía de la Sagrada Pasión para la representación de comedias. Aquel edificio allí levantado se llamó Corral del Príncipe y perduró unos años, concretamente hasta 1735, fecha en la que el ayuntamiento, ya dueño del inmueble tras venderlo la Cofradía, levantó otro edificio que fue llamado ya Teatro del Príncipe.
Salí de la plaza por la calle del Príncipe en dirección sur y en seguida di con la calle de las Huertas, que tomé girando a la izquierda en dirección este hacia el Paseo del Prado.
La calle de las Huertas es como el corazón del barrio. Siempre hay gente paseando, siempre hay algo que ver y, desde luego, siempre hay algo que leer. Hay versos y palabras por todos los sitios, en las paredes y en los suelos, letras doradas para un siglo dorado. La calle está llena de tabernas y bares de tapeo listos para cazar autóctonos y turistas. Según parece, antes estaba llena de otras cosas, concretamente prostitutas, como se comprueba del antiguo dicho:
“Calle de las Huertas, más putas que puertas“.
Justo al norte de la calle de las Huertas están, por este orden, la calle de Lope de Vega y la calle de Cervantes. En la primera está el Convento de las Trinitarias Descalzas, en la segunda la Casa Museo de Lope de Vega.
Accedí al Convento de las Trinitarias Descalzas de San Ildefonso por la Cuesta de las Trinitarias, calle cortita que deja a nuestra izquierda el convento. Como curiosidad, y es algo que ya nos ha pasado con otros edificios, el nombre más conocido es el nombre antiguo, ya que su nombre actual es el de Monasterio de San Ildefonso y de San Juan de Mata.
Se trata de un conjunto arquitectónico barroco de iglesia y convento. Tiene su origen en 1609, y es famoso por ser el lugar donde fue enterrado y reposan los restos de Miguel de Cervantes. El conjunto estuvo a punto de ser derribado en 1868, pero fue “salvado” por la Real Academia, conocedora del valor histórico y artístico que tenían los edificios.
En el año 2015, -ayer como quien dice-, tras años de investigaciones, se dio a conocer que los restos de Cervantes eran efectivamente del escritor, y se levantó un monumento para albergarlos.
La calle de Quevedo nos conduce a la calle de Cervantes y desde la bocacalle vemos a nuestra derecha la Casa Museo de Lope de Vega. Esta casa es un paradigma muy válido de casa madrileña de gente con posibles del siglo XVII. Aquí vivió el dramaturgo durante los últimos 25 años de su vida (1610-1635) hasta su muerte. Como es lógico, ha sufrido muchas restauraciones en busca de recuperar la esencia de las estancias tal como eran en la época en la que vivió Lope. Tras su muerte, la casa pasó a ser propiedad de sus herederos, pero estos, posteriormente, la vendieron a una actriz. A partir de ahí la casa sufrió multitud de cambios que la hicieron prácticamente irreconocible. Sin embargo, gracias a la tenacidad de algunos historiadores, la casa ha podido recuperar su antigua esencia y hoy podemos verla tal cual debió ser cuando Lope la habitó.
Aunque yo no entré más que al huerto, de libre acceso, la casa se puede visitar, aunque únicamente en forma de visita guiada y acompañado por un técnico de la institución. Es imprescindible hacer una reserva previa, y creo que la visita es gratuita y para grupos no superiores a 15 personas.
Tras dejar la Casa Museo de Lope de Vega, tomé la calle de Cervantes en dirección oeste hasta volver de nuevo a la calle del León, que tomé a la derecha para llegar a la calle del Prado, donde, al llegar a la bocacalle, ya se divisa en Ateneo de Madrid. Se trata de una institución privada muy antigua y muy prestigiosa, creada en 1835. Su nombre primigenio fue Ateneo Científico y Literario, aunque antes fue llamado Ateneo Español. Por el Ateneo han pasado todos los premios nobel españoles y varios presidentes del gobierno.
Debemos buscar los orígenes del Ateneo Español en las ideologías liberales e ilustradas que penetraron en España en los primeros años del siglo XIX y el ambiente que trajo a España la invasión napoleónica y el posterior reinado de José Bonaparte (“El Rey Plazuelas”). El Ateneo Español surge tras la marcha del hermano de Napoleón y tuvo una actividad muy discontinuada con el reinado del absolutista Fernando VII, en dos periodos interrumpidos por el trienio liberal (1820-1823). En el reinado de Isabel II su actividad se recuperó hasta la dictadura de Primo de Rivera. Tras la Guerra Civil el Franquismo uso sus actividades para resaltar valores católicos y conservadores del Régimen.
Aunque no entré, el edificio por dentro es magnífico, -y grande-, con espléndidos salones de lectura, de conferencias y de actos.
Muy cerca del Ateneo hay un edificio curioso y que consigue dibujar una sonrisa a todo el que pasea por allí. Es la Iglesia de la Cienciología, pero en la fachada está escrito muy graciosamente “Iglesia de la Scientology España”. La web tampoco se queda atrás en este aspecto, ya que a la vez que una religión, la “Scientology” parace una academia de inglés.
Continuando por la calle del Prado hacia el noreste se llega a no mucho tardar a la Plaza de las Cortes que queda a nuestra izquierda, y justo al terminar la calle del Prado encontramos el Carillón de Mingote en el Edificio Plus Ultra. Se trata de un conjunto de campanas de diferentes timbres que tañen su música acompañadas por cinco figuras goyescas que salen de detrás de una ventana y hacen unos limitados movimientos. Su nombre proviene del hecho de que sus figuras fueron diseñadas por Antonio Mingote, y su carácter goyesco se debe a que las figuras representan personajes de la época del pintor de Fuendetodos, concretamente estos cinco personajes son el rey Carlos III, la duquesa de Alba con su perrito, el propio pintor Francisco de Goya, un torero y una maja madrileña de las que tantas veces inmortalizó Goya en sus cuadros. Todo el conjunto fue instalado en 1993 por José Ignacio Cortés Bretón.
Yo me planté bajo aquel balcón a las 12 de la mañana con la esperanza de verlo en funcionamiento, pero no ocurrió nada. No sé si actualmente está en funcionamiento. Os dejo un video para que podáis ver su funcionamiento, cosa que yo no pude presenciar:
Casi frente al Carillón de Mingote se encuentra la Plaza de las Cortes, presidida por una estatua de Miguel de Cervantes. En los primeros tiempos de la plaza estaban allí plantados dos grandes eucaliptos que fueron derribados por un ciclón en 1886. La estatua de Cervantes se movió al centro de la plaza en 2005 -anteriormente estaba escorada hacia la fachada del Hotel Villa Real- y en dicho proceso se descubrió en el basamento una cápsula del tiempo que contenía cuatro tomos del Quijote del siglo XIX, un libro sobre la vida de Cervantes y otras cosas.
En el entorno de la plaza están la Carrera de San Jerónimo, la calle del Prado y otras calles más, el hotel Villa Real, el Consejo Real de Colegios Oficiales de Médicos de España, el edificio Plus Ultra donde, el Hotel Palace y, cómo no, el Congreso de los Diputados, o simplemente el Congreso, como quieren llamar en estos tiempos a la Cámara Baja.
Y es allí donde va a terminar esta primera parte del recorrido por el barrio de Cortes. Del edificio del Congreso de los Diputados, llamado Palacio de las Cortes, mucha gente sabe mucho, creo. No obstante, vamos a dar algunos datos. Fue construido durante el reinado de Isabel II e inaugurado el mismo año que el Teatro Real, en 1850. El Palacio de las Cortes no es un único edificio, -lo fue al ser inaugurado-, sino cinco edificios (lo que comenzó con poco más de 12 mil metros cuadrados de espacio hoy tiene unos 73 mil) dedicados a las actividades de la Cámara Baja.
En el espacio que hoy ocupa en Congreso hubo en primer término casas propiedad del Marqués de Tavara. Este marqués cedió dichos terrenos a finales del siglo XVI para la construcción de un convento de clérigos menores. El espacio donado era insuficiente para construir un convento y una iglesia, por lo que se construyó únicamente el convento y hubo que esperar a que, años más tarde, la Marquesa del Valle aportara ciertos terrenos que tenía por la zona. Con estos, se pudo construir finalmente la iglesia y todo el conjunto se dedicó al Espíritu Santo.
La vida siguió muchos años como se supone que pasa en un convento hasta el año 1823 en el que se declaró un incendio que destruyó el edificio por completo. Ese incendio fue, en realidad, un atentado contra Luis Antonio de Francia, duque de Angulema, sobrino del rey Luis XVI de Francia, que había venido a España al frente de los Cien Mil Hijos de San Luis a socorrer al Fernando VII para reinstaurar la monarquía absolutista. El edificio quedó sin uso unos 11 años hasta que la regente María Cristina de Borbón promulgó el Estatuto Real por el que se fundaron los Estamentos de Procuradores y Próceres, antecedentes de lo que hoy conocemos como Cámara Baja y Cámara Alta. Con ese Estatuto Real, por tanto, se inicia en España el parlamentarismo bicameral.
Ninguno de estos dos estamentos tenía un lugar donde poder reunirse. El Estamento de Próceres lo hizo en primer lugar en la Casón del Buen Retiro hasta que más tarde pudo hacerlo en el Colegio de Doña María de Aragón, lugar que ocupaba el mismo lugar que hoy ocupa el Senado. El Estamento de Procuradores comenzó a reunirse en el complejo religioso de la Carrera de San Jerónimo, pero el edificio estaba en un estado tan deplorable que las reuniones eran cortísimas por el miedo colectivo a que los techos se les cayeran encima.
En la Constitución de 1837 se usan por primera vez los nombres de Congreso y Senado, por lo que cuando en 1842 se comenzó a construir el Congreso de los Diputados ya se usaba este nombre. En un primer lugar, se pensó construir la sede del Congreso donde hoy está la Bolsa de Madrid, pero finalmente se decidió utilizar el terreno de la Carrera de San Jerónimo.
La construcción duró 7 años y durante este tiempo los diputados tuvieron que reunirse en la parte edificada del Teatro Real, que también estaba en construcción, obviamente. La fachada del edificio resultante consistió en un pórtico neoclásico con seis imponentes columnas corintias y una puerta de bronce que por el interior es de madera y que sólo se abre cada cuatro años cuando se abren las Cortes tras las elecciones generales o cuando va el Rey de España o en las jornadas de puertas abiertas con motivo del día de la Constitución y también en ocasiones muy especiales como ocurrió con la capilla ardiente de Adolfo Suárez. El frontón clásico que hay sobre las columnas representa a España abrazando la Constitución acompañada por figuras femeninas que representan la Fortaleza, la Justicia, las Ciencias, la Armonía, las Bellas Artes, el Comercio, la Agricultura, los ríos y canales de navegación, la Abundancia y la Paz.
A pesar de todos estos detalles y de lo imponente del edificio, casi lo más comentado y famoso son los dos leones que guardan la entrada situados uno a cada lado de la escalinata de acceso y que dan nombre a la puerta principal del edificio. Estos leones fueron colocados 16 años después de la inauguración del Congreso y fueron hechos también por Ponciano Ponzano, escultor del frontón -su vida y su pobreza merecerían un capítulo aparte-, a partir del bronce de los cañones arrebatados al enemigo en la Primera Guerra de Marruecos en 1860, llamada también simplemente Guerra de África. Los leones recibieron los nombre de Daoiz y Velarde, aunque también se les llama Benavides y Malospelos.
El Congreso aumentó de tamaño en 1978 con una primera ampliación en la que se tomó el solar contiguo, donde se había levantado el Hospital de Italianos. Este solar aportó más de 15 mil metros cuadrados más para el complejo y se unió al edificio primitivo mediante una pasarela elevada sobre la antigua calle de Floridablanca. En 1994 se produce una nueva ampliación prolongando el nuevo edificio hasta la calle de Cedaceros con los terrenos del Banco de Valencia. Finalmente, en 2006, el Congreso se amplió con las antiguas sedes del Banco Exterior de España y del Banco de Crédito Industrial, ambas situadas en la acera contraria de la Carrera de San Jerónimo. Ambos lados están unidos con un túnel subterráneo. Por último, hay otro edificio más que en su día ocuparon los grupos parlamentarios y que hoy no tiene uso en la Plaza de las Cortes número 7.
Dentro del recinto destaca el Salón de los Pasos Perdidos que es una sala de conferencias usada para actos solemnes y para encuentros con la prensa con decoración isabelina y una mesa central regalada por el zar de Rusia a la reina Isabel II. Todo el salón -y las salas contiguas-, está cubierto por una grandísima alfombra de la Real Fábrica de Tapices que se usa de octubre a mayo y se envía a la Real Fábrica cada año tras este mes para su limpieza y restauración. Dentro hay tantas esculturas y pinturas que si las comentáramos no acabaríamos nunca esta entrada de blog, y ya va haciéndose un poco larga.
En la segunda parte del recorrido por el barrio de Cortes visitaremos monumentales edificios en las calles de Alcalá y Gran Vía y las no menos monumentales fuentes de Cibeles y Neptuno, también subiremos al mirador del Palacio de Comunicaciones, entre otras cosas.
¿A vosotros os gusta Madrid tanto como a mí? Siempre que uno va a pie, ¡eh!
Todas las fotos de la primera parte del recorrido por el barrio de Cortes:
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